Final Fantasy VII
5 noviembre 2007
Cloud suspiraba. Estaba solo, al final del vagón, apoyado contra la pared entre caja y caja. No tenía ningún plan para esa noche, pero estaba seguro de que funcionaría.
Conocía las instalaciones y algunos de los secretos y puntos débiles de la seguridad. Sin duda el factor sorpresa era el mejor aliado que tenían: Shin Ra nunca esperaría un ataque a uno de sus reactores.
Aun así, Cloud sabía que no sería tarea fácil. Shin Ra protege sus instalaciones a consciencia, y las máquinas de que disponen no son un factor a obviar. Pero Cloud también sabía que estos días ningún miembro de SOLDADO se encontraría en los reactores. Si hubiera cabido la posibilidad de encontrarse con alguno de ellos, la misión habría sido abortada. Sin duda.
Barret le miraba de reojo. Era notable que no le soportaba, pero contar con un ex-miembro de Shin Ra entre los miembros de Avalancha no tenía precio. Menos aun si había formado parte del cuerpo SOLDADO.
No entendía qué razones podían haberle llevado a unirse a un grupo rebelde como Avalancha, y menos aun cómo podía seguir vivo después de haberles abandonado.
Cloud volvió a suspirar. Se sentía ridículo rodeado de esa panda que no paraba de hacer planes estúpidos sin saber a qué se enfrentaban. Se preguntaba cuántos de ellos volverían con vida de aquella misión. En realidad no le importaba, sólo le importaban los 1500 guiles que cobraría por aquel trabajo. Se lo preguntaba por pura curiosidad.
El tren frenó al fin. Barret hizo señales en silencio a Biggs, Wedge y a Jessie para que se prepararan para salir en cuanto él derribara la puerta. Cuando se giró para indicarle a Cloud qué hacer éste ya no estaba. Había desaparecido simplemente.
“maldita sea, ¿dónde se ha metido?”
Barret derribó la puerta y todos salieron tras él. Parecía no haber nadie en el andén. En ese momento vieron que una silueta se alzaba en lo alto del tren. Era Cloud. Estaba mirando a lo lejos, como evaluando la situación. Dio un salto y, con una magnífica pirueta digna de un acróbata del mejor circo de toda Midgar, bajó al andén quedando semiarrodillado mirando al suelo.
Se incorporó lentamente con un movimiento elegante y se quedó mirando con la cabeza ladeada al resto de miembros de Avalancha.
Barret gruñía. No podía soportar esa pose chulesca que siempre adoptaba y menos aun esa mirada de superioridad que lucía todo el tiempo. Conteniendo su rabia todo lo que pudo le dijo:
– Vamos novato, sígueme.