Capítulo VIII – Seis

7 noviembre 2007

– ¿Estás bien, Cloud?
– Sí.
– No hace falta que nos des los detalles escabrosos.
– Está bien. Cuando salí de mi casa vi a Sephiroth asesinando a dos personas brutalmente. Más tarde desapareció entre las llamas. Fui a buscarle al reactor del monte Nibel…
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Bajó por la escalera y cuando avanzaba por el tubo vio a Tifa postrada ante el cadáver de su padre.

– ¿Fue Sephiroth quien te hizo esto? Sephiroth, Shin Ra, SOLDADO… ¡Les odio a todos ellos!

La muchacha cogió la espada de Sephiroth y se internó en la gran sala. Cloud corrió tanto como pudo para detenerla. Allí estaba Sephiroth frente a la puerta.

– Maldito seas.

Subió y cuando iba a atestarle un espadazo la espada hizo un movimiento extraño, volviendo a las manos de Sephiroth. Sephiroth empujó a Tifa escaleras abajo y abrió la puerta.

Cloud entró en la sala y vio a Tifa en el suelo. La recogió con cuidado. Tenía sangre en la cabeza.

– Tú… tú me dijiste que acudirías cuando estuviera en apuros.

Cloud se la llevó de allí y luego volvió a por Sephiroth. Cuando entró por la puerta vio a su compañero frente al busto de una mujer plateado. Tenía dos alas que se elevaban hasta el techo.

– Madre, retomemos el planeta. Vayamos a la Tierra Prometida.
– ¡Sephiroth! Mi familia, mi ciudad natal… ¿Cómo pudiste hacer algo así?
– ¡Ja ja ja! Han vuelto, madre. Gracias a la superioridad de su poder y conocimiento, Madre estaba destinada a convertirse en la soberana de este planeta. Pero ellos… esas criaturas inútiles… le están robando el planeta a la madre… – Sephiroth abrazaba la figura de la mujer – Pero ya estoy aquí madre – contra todo pronóstico Sephiroth estiró de aquella figura, sacándola del sitio y arrojándola al suelo – Contigo… – Había quedado al descubierto una vitrina de vidrio llena de un líquido transparente. Dentro había una criatura con un montón de cables conectados a la cabeza. Tenía una placa de metal donde ponía «JENOVA».
– Y, ¿Qué pasa con mi tristeza? – Cloud tenía los ojos inundados en lágrimas – ¡Es la misma tristeza tuya!

Sephiroth se giró y alzó su espada.

– ¿Mi tristeza? ¿Por qué tendría que estar triste? He sido elegido para ser el líder de este planeta. Tengo órdenes para arrebatarle el planeta a tu estúpida gente y devolvérselo a los Cetra.
– Sephiroth… confiaba en ti… – Cloud agachó la cabeza – Tú no eres el Sephiroth que yo conozco.

Desenfundó la espada y le plantó cara a Sephiroth. Se miraron durante largo rato.
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– … y este es el fin de mi historia.
– ¿Qué?
– Lo que oís. No recuerdo nada más. Me enfrenté a Sephiroth… pero no me mató. Podría haberme cortado a trocitos con un sólo movimiento de muñeca, pero me dejó vivir.
– Yo también sigo viva – dijo Tifa.
– ¡No entiendo nada de nada! Me voy a dar una vuelta – Barret dejó la habitación. Estaba estresado.
– Sephiroth… los Cetra… incluso yo misma. Está todo tan oscuro.
– En los archivos de Shin Ra consta que Sephiroth está muerto – dijo Tifa.
– Sin embargo le vieron ayer en el despacho del presidente.
– Pero yo lo leí en los periódicos.
– Los periódicos los controla Shin Ra. La información no es fiable. Hay muchas preguntas sin respuesta. Debemos averiguar la verdad – Cloud miró el reloj – Será mejor que descansemos.

Todos se fueron a la cama. Barret regresó unas horas más tarde. El licor de la taberna de Kalm le había satisfecho lo suficiente como para dormir plácidamente.

«Interesante…», pensó Red mientras se hacía un ovillo en el suelo para dormir.