Capítulo XXXI – Tres

30 agosto 2008

Por desgracia para ellos, los textos que había en la piedra estaban deteriorados. Además, el idioma de los Cetra era harto difícil de descifrar para una mente humana. El viejo Bugen era el único de todos ellos capaz de traducir algunos fragmentos, pero era una ardua tarea que le estaba llevando más tiempo del que hubieran deseado.

– ¡Rayos! – gruñó Barret golpeando la pared – ¿Es que no podemos hacer nada por ayudarle?
– Ni una maldita cosa – repuso Cid observando al anciano con detenimiento.

Cloud avanzó hacia Bugenhagen. El viejo, al notar su presencia, hizo una pequeña pausa. Se recostó contra la roca. Estaba sudando. Su semblante se había vuelto, si cabía, más arrugado.

– Uf, esto va a llevar su rato – explicó.
– ¿Cómo lo llevas? ¿Has podido obtener algo con sentido que nos permita iniciar la búsqueda?
– Poca cosa – repuso el anciano -; y además, poco alentadora. Resulta que la llave no está aquí, está escondida «en algún lugar del mundo» – esto último lo dijo haciendo un gesto con las manos que indicaba que era literalmente lo que ponía en la piedra.
– Diablos…
– Pero, tengo algo más – prosiguió -. Me falta una palabra. Jamás la había visto, pero creo que es clave. Está marcada en un tono más rojizo que el resto – Cloud echó una mirada fugaz a la piedra y observó esa palabra marcada en rojo -. La frase dice «Allí donde no llega la…», y es lo que me falta.

El ex-shinra se aproximó a la roca. Miró detenidamente la inscripción sobre la roca. «Allí donde no llega…», murmuró. «Allí donde no llega…» pensó. «Allí donde no llega… ¿qué no llega?» . «La luz del Sol».

– ¿Qué? – preguntó en voz alta.
– Nada, no he dicho nada, muchacho.
– No, no es eso. Bugen, ¿es posible que sea la luz del Sol?

Los ojos del viejo se abrieron como platos. Se levantó, no sin dificultad, y se plantó al lado de Cloud. Tras un rato examinando el símbolo una sonrisa se dibujó en su cara.

– ¡Claro! ¿Cómo no lo he visto antes? Esto de aquí significa «que ilumina», y esto otro «arriba». Supongo que esto de aquí enlaza ambas ideas para formar una palabra compuesta. Cloud, ¡eres un genio!
– No me dé las gracias a mí – repuso Cloud
– ¿No? Y, ¿a quién se las doy?
– A la última de los Cetra.
– Ah… – dijo Bugenhagen acariciándose la barba -, ya veo. ¿Así que ella te habla desde la corriente vital?
– La verdad es que no. No es la primera vez que escucho voces, pero esta es la primera vez que oigo la de Aerith desde que… bueno, ya sabe, volvió al Planeta.
– ¿No es la primera vez? Dime, ¿a quién más has oído?
– Bueno… – a Cloud empezaba a incomodarle la conversación -. A Sephiroth.
– A Sephiroth – Bugenhagen repetía las frases de Cloud para darse tiempo para meditar -. En fin, creo que esto confirma mis sospechas.
– ¿Qué sospechas?
– Nada. No tiene importancia ahora. Lo importante es que tenemos una pista. Debemos pensar acerca de esto – dicho esto se marchó con los demás. Cloud le siguió -. Escuchad, tenemos una pista: está allí donde la luz del Sol no llega. Y, bueno, podría ser en cualquier lugar del mundo.

El grupo tardó unos instantes en asimilar la información.

– ¿En cualquier lugar del mundo donde no llegue la luz? ¡Es una locura! – exclamó Barret, dándose por vencido antes de empezar -. Nunca la encontraremos.
– Bueno, pero lo intentaremos – repuso el anciano.

Dicho esto alzó la mano y de su ancha manga brotó un haz de luz. Una holografía del Planeta se proyectó en medio de todos. Tras mostrar su fascinación, empezaron a lanzar sus primeras conjeturas.

– Yo creo que está en el fondo del mar – dijo Yuffie -. Ahí no llega el Sol.
– Es demasiado grande – respondió Barret -. Si está en el fondo del mar podemos pasar siglos buscándola.
– Podría estar en Midgar – le dijo la muchacha.
– ¿Crees que Midgar ya existía cuando los Ancianos la escondieron, niña? – le espetó Cid.
– El fondo del mar no es un escondite. Además, los Cetra no tenían una tecnología que les permitiese llegar tan profundo – intervino Vincent -. Los Cetra utilizarían sin duda un refugio natural de la luz, pues les gustaba sentirse parte del entorno. Yo apuesto por una cueva.
– Una cueva, eso es – repuso Bugenhagen satisfecho -. Eso se aviene con la forma de pensar de los Cetra, sin duda. Solo hay que ver este lugar.
– ¡Una cueva! – se lamentó Barret una vez más – ¡Hay miles de cuevas en el mundo!
– Pero no hay tantas en las que el hombre no haya puesto el pie – terció Red incorporándose a la discusión.
– ¡Sigue habiendo muchas! – le gruñó el hombretón.
– Basta, Barret – le reprendió Cloud -. Lloriquear no va a ayudarnos a encontrarla. Debemos buscar un lugar de difícil acceso para el hombre.

Miraron el globo como hipnotizados. Lo cierto es que eran bastantes. Contaban con muchos ojos escudriñando el mapamundi del Planeta. A Vincent le llamó especialmente la atención un lugar en concreto. En el continente occidental, al oeste del desierto de Gold Saucer, al sur de Corel, al norte de Cañón Cosmo, al este de Nibelheim. Allí, en mitad de todo aquello, nacía el Gran Río. Su nacimiento era muy accidentado. Se trataba de una sierra circular de acceso imposible. Solo existía una brecha entre aquellas montañas por donde caía el agua que daba lugar al río. Debido a la naturaleza del emplazamiento, el agua permanecía estanca en una especie de lago a más de mil metros de altura. Del pico más alto brotaba una cascada enorme que desembocaba directamente en el lago. Era realmente bello visto desde arriba.

– ¡Aquí hay una cueva! – exclamó Yuffie ilusionada.
– Pfff, ese es el paso de Corel, me lo conozco como la palma de mi mano. Si hubiera algo ahí, yo lo sabría.
– Mira, aquí, debajo de Midgar.
– Ese es el paso de la ciénaga, muy usado por Shin Ra antaño – le explicó Cloud -. Créeme, los shinra lo escudriñaron bien. Si hubiera habido algo semejante lo habrían encontrado.
– De hecho, igual lo hicieron y la llave está en el Cuartel General de Shin Ra – repuso Red.
– Créeme, de haber un secreto como ese Zack me lo habría contado – le dijo Cloud -. Él… bueno, él era, ya sabéis, un Primera Clase de Soldado. Estaba metido en todos los asuntos de máxima prioridad, como Sephiroth. Y era mi amigo, me lo habría contado.

Permanecieron un momento en silencio. Era la primera vez que Cloud mencionaba a Zack de forma tan resuelta. Estaban acostumbrados a su sabiduría acerca de los asuntos de Shin Ra S.A., pero siempre los habían asociado a su estancia en Soldado, no a la de Zack.

– Puedes… – dijo Vincent de forma casi inaudible a Bugenhagen. Carraspeó y empezó de nuevo -. ¿Puedes hacer esto un poco más grande?
– Veamos… – Bugen frunció el ceño y brotaron unos haces más de luz que hicieron que el globo se hinchase. El nivel de detalle era abrumador.

Vincent se aproximó a aquel lugar que tanto le había llamado la atención. Lo recorrió de arriba a abajo. El lago parecía ser realmente profundo, pues el agua se veía oscura. Además, el acceso a este lugar era realmente difícil. ¿Acaso no era un buen lugar para esconder la llave?

– ¿Qué opináis de este lugar? – preguntó a todos y a nadie en particular.
– Es de difícil acceso… no llega la luz del Sol… ¡es perfecto! – exclamó Bugenhagen.
– ¿A qué coño esperamos? – aulló el capitán Vientofuerte – ¡Vámonos!
– Yo me quedaré aquí intentando descifrar algo más – les dijo el anciano.
– Yo me quedo contigo, abuelo – dijo el Nanaki poniéndose al lado de su abuelo.
– Está bien. Nosotros partimos ya a buscar fortuna. Deseadnos suerte – dijo Cloud a modo de despedida.
– Os deseo toda la suerte posible, y que los que ya no están os guíen en vuestra búsqueda.

Con esto el grupo se embarcó en un nuevo viaje.