[Escúchame, Strife. Será mejor que dejes de entrometerte en los asuntos de Los Turcos, o lo pagarás caro.]

Un cloc indicó que la conversación había finalizado. La tensión de hizo palpable en el ambiente. El oficial pidió permiso para servirse un vaso de agua. Su mano temblaba tanto que casi derramó el agua antes de bebérsela.

– Has dicho Arma. Supongo que te refieres…
– Sí – interrumpió Cloud.
– Y, ¿cómo piensas…?
– Tranquilo. Necesito que orientéis el submarino hacia Junon y que lo hagáis descender hasta el fondo.
– Deberíamos volver, si Arma viene hacia aquí…
– Arma no es un problema – volvió a interrumpir el ex-shinra.
– ¡Vamos, escoria! ¿A qué esperáis para hacer lo que se os ha mandado? – les ladró Barret.

Los operarios se pusieron manos a la obra. Encararon el submarino hacia Junon y lo hicieron descender hasta el fondo. Cloud les indicó que guardasen silencio. Cuando la pantalla del sónar mostró el submarino de Leno pasando por encima de ellos, Cloud alzó los brazos que emitieron un resplandor verde. Se oyó un estruendo fuera del submarino. La rocas del fondo se despedazaban y subían a toda velocidad para impactar de lleno en el casco del submarino de Leno.

– Seguid a Leno – ordenó Cloud que seguía lanzando rocas virtuales en el interior de la cabina. Los operarios salieron del trance y obedecieron.

[¡Maldito seas, Strife! Eso no ha sido nada elegante.]

Al escuchar eso Cloud plegó ambos brazos y luego los estiró con fuerza. El submarino tembló y el estruendo se perdió en la distancia. Cloud acababa de lanzar un torbellino de agua que impactó de lleno en el submarino de Leno.

– ¿Qué es eso? – preguntó el operario joven.
– ¡Nos están disparando!

Sin perder la calma Cloud movió ambos brazos, como si pudiera apartar los torpedos con sus propias manos.

– ¡Se desvían, se desvían! ¡Increíble!

Un estruendo mayor que los anteriores se oyó lejano. Esta vez no había sido Cloud. Ni Leno. Aquel sonido sólo podía ser una cosa: Arma. Arma submarina se aproximaba veloz hacia el lugar donde se encontraban ambos submarinos. Sus pasos podían escucharse a kilómetros.

[Escúchame, Strife. ¿Por qué no dejamos el juego para cuando estemos en Junon?]

Cloud no contestó. En lugar de eso se concentró y decenas de esferas multicolor empezaron a brotar del suelo. Sus ojos se quedaron en blanco. Se disponía a invocar. Oyeron un rugido de una criatura submarina. Se aproximaba cada vez más rápido. Era Leviathan, una serpiente submarina de descomunales dimensiones. Sus irisadas escamas resplandecían y reflejaban la luz del sol. Ninguna otra criatura submarina podía igualar la velocidad de Leviathan persiguiendo a su presa. Era una criatura tremendamente agresiva. Ahora mismo se encontraba yendo al encuentro de su invocador, esperando instrucciones. Aunque no lo podían ver, podían notar su presencia.

– ¡Escúchame, Leviathan! – gritó Cloud – Quiero que te interpongas en el camino de Arma y bloquees su paso todo el tiempo que puedas. Necesito llegar a tierra. ¿Lo has entendido?

Un rugido sirvió como respuesta. Oyeron como la enorme criatura se alejaba. Sus movimientos eran pesados y rápidos al mismo tiempo. El submarino se movía de un lado al otro debido a la onda generada por los movimientos de Leviathan.

– ¿Qué ha sido eso? – preguntó con terror el oficial.
– He llamado a un amigo para que entretenga a Arma mientras volvemos a Junon. Vamos, a toda máquina.

Se pusieron en marcha de nuevo. Los tanques de lastre se llenaron de aire y empezaron a emerger. Tenían el submarino de Leno bastante cerca cuando Cloud volvió al ataque. Alzó las manos una vez más y una tormenta eléctrica sacudió el submarino en el que viajaba el Turco. En vista del peligro, torció a la derecha.

– ¡Seguidle!

Arma avanzaba pesadamente por el fondo submarino. Su cuerpo era delgado y frágil, pero poseía un caparazón verdoso que le daba una apariencia colosal, a la vez que la protegía de prácticamente cualquier ataque físico. El caparazón se dividía, básicamente, en cuatro partes: dos hombreras y dos armazones que cubrían completamente sus extremidades inferiores. Sus hombros se elevaban más allá del tronco y tenían engastadas cuatro grandes esmeraldas. No tenía cabeza. Las cuatro extremidades convergían en un único núcleo brillante y rojo. En realidad a Arma no le hacían falta ojos para ver.

El coloso submarino se detuvo. Observó como Leviathan se aproximaba a gran velocidad. Colocó sus enormes brazos cruzados. Sus largas hombreras servían como escudo. Leviathan impactó de lleno en el sólido caparazón de Arma. Ambos salieron despedidos con la fuerza del impacto. Leviathan quedó aturdido y Arma aprovechó para abalanzarse sobre él. Lo agarró por la cabeza con fuerza con sus duros dedos con forma de pinza y lo elevó a cámara lenta. Con un movimiento casi eléctrico le aplastó la cabeza contra una roca. Tras un alarido, Leviathan rodeó el cuerpo de Arma con su cuerpo escamoso y constriñó a Arma con fuerza. El caparazón de Arma impidió que su cuerpo sufriera daños debido a la presión, pero la sensación de inmovilidad empezó a agotar su paciencia. Las gemas de sus hombros se iluminaron y un rayo blanco surgió de ellas, rozando y lastimando la piel de Leviathan, que la liberó. El gigante esmeralda no perdió el tiempo y agarró a leviathan por el final de su cola. Lo hizo girar y volvió a golpearlo contra la roca. Repitió el movimiento. Lo repitió otra vez. Leviathan empezó a vomitar sangre. Era la primera vez que se encontraba con un rival más fuerte que él. Con su orgullo herido, cambió de estrategia.

El cuerpo de Leviathan se electrizó y le quemó la mano a Arma, que lo dejó ir. Con mucha rapidez, Leviathan se alejó a una distancia prudencial. Abrió la boca y emitió un rugido agudo. Un torrente de agua se dirigió hacia Arma que se colocó en posición de defensa. Al primer impacto el coloso fue derribado. El torrente de agua la hizo girar sobre sí misma a lo largo de cientos de metros. Pero finalmente posó sus extremidades inferiores en el suelo e hizo frente a la magia de Leviathan. Avanzó contracorriente protegiéndose con sus caparazones superiores. Leviathan aumentó la fuerza de su ataque, pero Arma avanzaba implacable hacia él. Cuando estuvo lo bastante cerca, una de sus esmeraldas se iluminó y un rayo blanco alcanzó de lleno a Leviathan. Se enzarzaron de nuevo en una lucha submarina.

Cloud enloqueció. Sus brazos se movían de arriba a abajo y de abajo a arriba. Rocas, rayos, torbellinos… todo tipo de ataques dirigidos con un único objetivo: hundir el submarino en el que viajaba la Materia Enorme. Tras dar varias vueltas y perder altura, el submarino de Leno empezó a describir una trayectoria irregular. El piloto empezaba a tener problemas para controlarlo. El casco tenía daños considerables y la propulsión estaba tocada. Cloud decidió acabar con la persecución. Alzó ambos brazos y los bajó con fuerza. Un meteorito cayó del cielo y se introdujo en el mar, evaporando el agua a su paso. Impactó justo en la cola del submarino. El casco se partió y el submarino se hundió.

Un punto se acercaba lentamente hacia ellos en la pantalla del sónar. Arma parecía haberse deshecho de Leviathan y ahora avanzaba hacia ellos. Debían volver lo antes posible a tierra si querían contarlo.