Capítulo XXXIII – Las últimas horas

1 febrero 2009

Vincent Valentine

Vincent Valentine

Vincent Valentine

Vincent Valentine, hijo del brillante paleontólogo Grimoire Valentine, fue uno de los hombres más fuertes del mundo. Es por eso que Shin Ra no tardó en reclutarlo para su ejército. Sus excepcionales dotes para la lucha le llevaron a entrar en Los Turcos, el cuerpo de seguridad de élite de Shin Ra S.A. Su vida fue placentera durante muchos años. Solían vincularle a proyectos de índole científica. Fue uno de los privilegiados en conocer al genio de los genios: el profesor Gast. Pasaba largas temporadas en Nibelheim, protegiendo a Gast y a sus ayudantes de cualquier amenaza. No tardó en intimar con la bella ayudante de Gast, Lucrecia Crescent.

La química entre ellos era evidente.Vincent era alto y apuesto, y Lucrecia bella y vivaracha. Pero había algo o, mejor dicho, alguien que se interponía en aquella relación: el profesor Hojo, con quien Lucrecia mantenía una relación sentimental. Hojo era un científico brillante, aunque sus métodos eran poco ortodoxos. Su moral era totalmente nula y su educación inexistente. Siempre a la sombra de Gast, Hojo se frustraba y elucubraba planes para iniciar sus propios proyectos secretos que acabarían por revelar su gran potencial. Pero aquellos proyectos solían ser infructuosos, y en muchos casos, monstruosos.

Vincent le declaró a Lucrecia su amor, pero ella lo rechazó. El Turco jamás pudo entender el porqué. Aunque Lucrecia lo negaba, le amaba, y él lo sabía. ¿El profesor Hojo? Jamás entendió aquella relación. Pero había algo que Vincent no sabía: Lucrecia fue la ayudante del profesor Grimoire Valentine en el proyecto Caos. Los acontecimientos acaecidos durante aquel proyecto no nos atañen en este momento, pero el profesor Valentine perdió la vida a causa de ellos. Lo que Vincent desconocía es que Grimoire, su padre, perdió la vida para proteger la de su ayudante, la profesora Crescent. Lucrecia supo desde el primer momento en que le vio que Vincent era el hijo de Grimoire, y el apellido despejó cualquier duda que pudiere tener al respecto. Se sentía demasiado culpable por la muerte del profesor Valentine, y por eso jamás aceptó la mano de su hijo.

Durante la duración de lo que llamaban Proyecto JÉNOVA ocurrieron muchas cosas, pero una de ellas tuvo consecuencias fatales que todos lamentarían en algún u otro momento. Lucrecia estaba embarazada del profesor Hojo, el cual insistía en investigar con el feto los efectos de las células de Jénova, un ente que cayó del cielo hacía mucho tiempo y que ellos mismos desenterraron. Lucrecia cedió finalmente y Vincent montó en cólera. Se enfrentó a Hojo, pero éste le disparó con un rifle cargado de makko que le provocó una herida mortal. Lucrecia, sintiéndose infinitamente culpable por haber provocado también la muerte del hijo de Grimoire, rogó a Hojo que hiciese todo lo que estuviese en su mano para salvarle. Pero la herida era mortal, y tanto Hojo como Lucrecia lo sabían. Hojo aprovechó la aflicción de Lucrecia y, bajo promesas de sanación, investigó con el cuerpo de Vincent, pero pronto se cansó de no obtener resultados y abandonó al Turco en un sótano.

Un día Vincent murió. Lucrecia abandonó el laboratorio dejando a su hijo a cargo de Hojo. El tiempo pasó y algo milagroso ocurrió. El corazón de Vincent empezó a latir de nuevo. Las células de Jénova habían despertado y habían reconstruido y reactivado el organismo de Vincent. Cuando despertó sintió frío. Se encontraba desnudo sobre una camilla metálica. No tardó en descubrir que algo raro latía dentro de su cuerpo. Sus heridas sanaban extraordinariamente rápido y su fuerza era sobrenatural. Pero no todos los efectos eran buenos. Su ADN se alteraba de forma aleatoria cuando recordaba, furioso, al profesor Hojo, y se transformaba en horribles criaturas. Durante un tiempo perdía el control, hasta que el efecto pasaba. Esto le obligó a controlar su estado de ánimo de forma estricta. Evitó el contacto con los demás seres humanos por miedo a transformarse y hacerles daño. Se volvió una persona fría, insensible, tosca y solitaria.

Pronto descubrió documentos y ficheros en el ordenador del ya abandonado laboratorio que le fueron muy reveladores. Descubrió que el plan de Hojo de implantar células en el vientre de su amada Lucrecia había tenido éxito, dando nacimiento a un bebé extraordinario llamado Sephiroth. Vincent no pudo soportar no haber sido capaz de impedirlo y se culpó por ello. Debido a su miedo a relacionarse con la gente se encerró en la Mansión Shin Ra. Tras pensar en todo lo sucedido y viéndose incapaz de quitarse la vida debido a las células de Jénova, decidió dormir eternamente en un ataúd que había en el sótano secreto de la mansión, junto al rifle que le dio muerte en el pasado.

Pasaron años de oscuridad, silencio y pesadillas. Un buen día, un grupo bastante pintoresco halló su escondite. El que parecía ser su líder decía haber pertenecido a Shin Ra. Como si el destino le hubiese llevado hasta él, le dijo que el hijo de Lucrecia, Sephiroth, estaba vivo y que estaba sembrando destrucción. Al principio se negó a interrumpir su penitencia, pero le fue imposible no revolverse en su lecho pensando en el hijo de Lucrecia, que había sufrido su misma suerte por culpa del proyecto JÉNOVA. Debía acompañarles.

Muchas fueron las aventuras que protagonizó con sus nuevos compañeros, muchas de las cuales han sido ya narradas. Poco a poco superó su fobia a relacionarse con los demás, e incluso llegó a desarrollar un sentimiento de amistad y aprecio por aquella gente. Ahora el Planeta y la humanidad se hallaban en peligro. Había sido incapaz de detener al hijo de Lucrecia y Hojo, y éste había invocado, haciendo gala del enorme poder que le habían otorgado las células de Jénova, un enorme meteorito que destruiría el Planeta si no eran capaces de detenerle.

Como ex-shinra, Vincent conocía muchas cosas relacionadas con el makko, la Materia y el Planeta en general. Además, el haber estado cerca de Gast había hecho que escuchase muchas de sus teorías, entre las que se cuenta la teoría de la Materia Última. Según Gast, quien dominase aquella Materia sería capaz de dominar el makko (la Corriente Vital) a su voluntad. Pero había un requisito: quien usase la Materia debía hacerlo para acabar con un agente extraplanetario que atentase contra la propia vida del Planeta. Ahora él había encontrado esa Materia, y debía encontrar los diarios del profesor Gast para obtener toda la información necesaria para no fracasar en el cometido que el Planeta le había confiado al entregarle Última.

Antes de marchar, el ex-shinra que le despertó y que ahora era su líder, le había dicho que debía encontrar un motivo por el que luchar.

(¿Un motivo?) pensó. (El Planeta me ha elegido. Me ha dado la oportunidad de volver a ver a Lucrecia una última vez antes de mi regreso al Planeta. Si no salvo al Planeta, jamás podré regresar a la Corriente Vital y encontrarme con ella de nuevo. Mi motivo es el mismo que ha motivado todo mi viaje y todas mis acciones hasta el momento. Mi motivo es Lucrecia.).

Una respuesta to “Capítulo XXXIII – Las últimas horas”

  1. Baku said

    Me encanta el motivo de Vincent y me encanta como narraste su historia, vincent es sin duda mi personaje favorito y me encanto lo que hiciste con el en toda la historia…gracias…

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