Capítulo XXIX – Tres

2 marzo 2008

Cloud echó a correr hacia el otro submarino y los demás lo siguieron. Los soldados de Shin Ra que había en el muelle no se atrevieron a interponerse en el camino de una persona que había destrozado una máquina de asalto de un solo golpe.

Subieron por la escalerilla y se introdujeron en el interior del submarino. Unos soldados shinra los apuntaron con sus rifles, pero Cloud alzó una mano y todos estallaron. Los soldados se quedaron atónitos, mirando hacia el hueco entre sus manos donde hacía un momento había un rifle. Barret apuntó a uno de ellos con su brazo-arma.

– Llevadnos ante el oficial a cargo del submarino – ordenó Cloud.

Sin pensarlo, el soldado los condujo por un pasillo y los otros se quedaron mirando a Cloud con terror. «Fuera de aquí, escoria», les dijo Barret, y fue suficiente para que abandonasen el submarino a toda prisa. El soldado los guió hasta la parte de proa. En una habitación diminuta que hacía las veces de despacho se hallaba el oficial. Iba vestido con un abrigo largo de color rojo y llevaba un sombrero con orejeras que indicaba su alto rango. Barret echó la puerta abajo y tiroteó la mesa que había delante del oficial. El hombre se asustó y se puso contra la pared. Barret echó a andar hacia él y lo agarró por el cuello.

– ¡Escúchame sabandija! Vas a hacer todo lo que mi colega rubio te ordene, ¿te ha quedado claro? – le dijo poniéndole el cañón de su brazo-arma sobre la sien.

– Creo que no me queda otra opción – repuso el oficial.

– Oye, vas a llevarnos al puente de mando y vas a ordenar a tus hombres que sigan al submarino en el que viaja Leno – le explicó Cloud.

– Voy a necesitar que el hombretón me libere para hacer lo que me pides – le dijo el oficial.

Barret lo dejó ir. El oficial carraspeó y se colocó el abrigo de nuevo en su sitio. Se frotó el cuello para extraer los restos de suciedad que Barret le había dejado. Tras ajustarse el sombrero echó a andar con aire de superioridad. Aprovechó para echar un ojo al resto del grupo. Cloud fue el primero en seguirle. Llegaron al puente de mando y todo el personal saludó al oficial.

– Escuchad – les comunicó el oficial -. El grupo terrorista Avalancha ha tomado el control del submarino. En este momento declaro oficialmente que, dadas las circunstancias, vo…

– ¡Corta el rollo, sabandija! – gritó Barret exasperado.

– Escuchad todos – les dijo Cloud -. Si seguís mis órdenes nadie saldrá herido. Debéis llevar este submarino hacia donde se dirige Leno. Necesitamos salir de inmediato.

– Señor – respondió un piloto dirigiéndose a su oficial -, desconocemos el rumbo que ha tomado el otro submarino. El señor Leno se encuentra en una operación clasificada como Alto Secreto. Además, no tenemos permiso para salir del muelle sin autorización expresa de…

– En ese caso – intervino Vincent -, será mejor que no perdamos más tiempo y sigamos a ese submarino antes de que se pierda en la inmensidad del océano.

– ¡Eh! ¿No le habéis oído maldita escoria de Shin Ra? Todos a sus malditos puestos, y a toda máquina – les ladró Barret.

Tomaron posiciones rápidamente. Se encendieron infinidad de pantallas que mostraban datos ininteligibles. El piloto iba enunciando en voz alta cada operación que llevaba a cabo. Al fin notaron como el submarino empezaba a moverse. Tras un breve desplazamiento pudieron oír como los tanques de lastre de la parte de proa se llenaban de agua. Se sumergieron.

Marcharon más de media hora en silencio. El oficial no se movió ni un milímetro. Barret daba vueltas de un lado al otro sin perder de vista la pantalla del sónar, donde se podían ver los objetos que había alrededor del submarino. Al final el hombretón se detuvo y rompió el silencio.

– Joder, ¿no deberíamos haberlo encontrado ya? – preguntó a todos y a nadie.

– Leno debe marchar también a toda máquina – le explicó Cloud -. Lo que me preocupa de veras es saber si estamos siguiendo el mismo rumbo.

– No debes preocuparte, debemos seguir este rumbo forzosamente hasta llegar a mar abierto – al oficial no pareció hacerle demasiada gracia la explicación que su subordinado acababa de darle a Cloud.

Cid se acercó a la pantalla el sónar y la examinó. Se encendió un cigarrillo.

– No se puede fumar en…

– Me suda los cojones, niñato – repuso Cid sin siquiera mirarle a la cara -. Escucha, esto podría mostrar objetos más lejanos, está ajustado para que funcione a mitad de potencia.

– Sí, bueno…

Barret se indignó y cogió al joven del cuello de la camisa.

– ¿Por qué no está puesto a máxima potencia el sónar?

– En… en… realidad nunca nos ha hecho falta, no solemos…

– ¡Calla y ponlo a todo trapo!

El joven con camisa se giró tembloroso e introdujo algunos comandos en su terminal. El área del sónar se amplió de forma considerable. Un punto diminuto apareció en el borde de la circunferencia azul de la pantalla. El punto se movía en sentido opuesto.

– Es Leno – dijo Cloud.

– ¿Por qué va en dirección contraria? – preguntó el oficial a sus subordinados – ¿Es posible establecer comunicación?

– Voy a intentarlo – le dijo el joven con camisa.

– Eh, ni una palabra de nosotros. Como oiga cualquier frase que me parezca un código te vuelo los sesos, ¿de acuerdo? – advirtió Barret.

El oficial asintió. Tras un pequeño pip y unos instantes de silencio, alguien respondió al otro lado.

[Al habla el oficial Tond]

– Oficial Arter. Solicito información acerca del rumbo…

[Oficial Arter, sabe que nos encontramos en una misión de Alto Secreto, me temo que no puedo facilitarle ninguna información.]

– Afirmativo – el oficial empezó a sudar -. Pero hemos detectado un cambio de rumbo de 180º y nos preguntábamos si se encontraban en dificultades.

[Al habla Leno, de Los Turcos. Oficial Arter, le sugiero que dé media vuelta y no haga más preguntas. Repito, dé media vuelta y no retome este rumbo bajo ningún concepto.]

Una sonrisa se dibujó en la boca de Cloud. Caminó lentamente hacia la radio y le indicó al oficial que dejase de hablar.

– ¿Has encontrado algo que no esperabas en el camino, Leno? – preguntó.

Suspiro al otro lado de la radio.

[Strife… eres una maldita pesadilla.]

– Dime, Leno, ¿qué te ha hecho dar media vuelta?

[Eso no te importa, Strife. Y más os vale no interponeros en nuestro camino de vuelta a Junon.]

– ¿Vas a hundir el submarino con toda la tripulación dentro para matarme, Leno?

[Ya echamos abajo un sector para hacerlo.]

– Y no dio resultado.

Barret se dio media vuelta y se apoyó en la pared. Todavía recordaba con dolor las muertes de Wedge, Jesse y Bigs, y la masacre de los suburbios. Sintió más ganas que nunca de destruir a Shin Ra.

– Dime, Leno. ¿Has dado media vuelta porque te has encontrado con Arma Submarina?

Una respuesta to “Capítulo XXIX – Tres”

  1. Zipo said

    «Barret si (se) dio media vuelta y se apoyó en la pared»
    Saludos

Deja un comentario