Capítulo XXVII – Cuatro

9 noviembre 2007

Vientofuerte marchaba silenciosamente. Cid había optado esta vez por una velocidad de crucero. Barret miraba como pasaban las nubes por debajo de sus pies. De pronto se giró y sorprendió a Cid encendiéndose un cigarro. Éste arqueó las cejas y se detuvo.

– ¿Qué?
– Me preguntaba… ¿Nunca se le acaba el combustible a este bicho?
– ¿A Vientofuerte? Tiene un depósito de makko que podría mantener a Midgar por unas horas.
– No lo llames makko, joder. Pensar que estamos utilizando la energía vital para movernos…
– Bueno, a veces el fin justifica los medios. Quizá pienses que está mal utilizar el ma… la energía vital como combustible. Pero en este caso estamos luchando por el Planeta. No creo que le moleste que tomemos un poco de su sangre para poder salvarle el culo, ¿No?

Barret se quedó pensativo.

– Sí, supongo que tienes razón. ¿Crees que conseguiremos algo?
– Eso no te lo podría decir ni el más sabio entre los sabios – intervino Red que parecía haber estado ausente hasta el momento -. Pero debemos hacer lo posible por detener a Shin Ra y a Sephiroth.
– Ya, y, ¿Cómo vamos a detener a Sephiroth? Ese meteorito enorme se acerca deprisa y ni siquiera Cloud es capaz de partirlo en dos – contestó Barret.
– Nuestra única opción es destruir a Sephiroth.
– ¿¡Matar a Sephiroth!? – exclamó Cid – Estás loco. No pienso acercarme a ese tío a menos de cien metros.
– Puede, pero es lo único que podemos hacer. Debemos usar esa Materia Enorme para destruir la barrera del Cráter del Norte, adentrarnos y enfrentarnos a él.

Los tres meditaron aquellas palabras.

– ¡Es una locura! – gritó Cid – Pero, ¡que me aspen! ¿No ha sido una locura todo cuanto hemos hecho hasta ahora? Maldita sea, seguiremos adelante.
– Si Cloud estuviera con nosotros… – se lamentó Barret.
– Lamentarnos no servirá de nada. Debemos seguir adelante con el plan… y fiarnos de Sith – dijo Red.
– Eso, eso. No vale para nada lamentarnos. Nosotros nos valemos y nos bastamos. Vamos a repartir unas cuantas palizas antes de que ese meteorito nos aplaste el culo a todos. Además, si lo que echas de menos es un líder, eso tiene fácil solución – dijo Cid.
– ¿Ah sí? – murmuró Barret.
– ¡Así es! YO soy el nuevo líder.
– ¡De eso nada! Yo soy el líder de Avalancha – le espetó Barret.
– Puede, pero no queda una mierda de Avalancha. Y puesto que necesitáis mi nave y yo soy su capitán, deberéis obedecer mis órdenes.
– ¡Maldita sea! Bah, qué más da. Sé tú el líder. Ya veremos adónde nos conduces.
– A la victoria, siempre y cuando no me falléis, panda de zoquetes.
– ¿A quién has llamado zoquete?
– A ti.
– ¿A mí?
– Sí, a ti.
– Parad un momento. ¿Dónde están Vincent y Yuffie? – preguntó Red.
– Han ido arriba, me han dicho que el motor hacía un ruido extraño y que iban a echar un vistazo – le contestó Barret.
– ¿Arriba? Pero si el motor no está arriba – Cid se rascó la cabeza.

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