Capítulo XXVII – Nueve

9 noviembre 2007

Vincent se abalanzó sobre el menos corpulento. Saltó con una pirueta y presionó el gatillo de su rifle mágico. El hombre moreno alzó el brazo y una barrera mágica pudo verse brillar en el instante que el impacto se producía. Vincent cayó y el miembro de SOLDADO intentó atestarle una patada a la altura del vientre. Vincent agarró la pierna de su contrincante con su mano metálica e intentó lanzarlo, pero un calambrazo recorrió todo su cuerpo y le hizo caer al suelo.

– Luchas bien. – le dijo el miembro de SOLDADO.
– Será mejor que disfrutes de este momento, porque será la última vez que puedas moverte – repuso el ex-Turco.
– ¿Ah sí? – le dijo el hombrecillo con sorna.

Tomó la cadena y la hizo girar sobre su cabeza. La cadena emitía un zumbido eléctrico. Atacó a Vincent. Los ataques eran rápidos y precisos. A Vincent le costaba cada vez más esquivar los latigazos eléctricos de su adversario. Finalmente tuvo una idea.

Extendió su brazo y agarró la cadena cargada con su mano metálica. Utilizó la Materia elemental de rayo para absorber la descarga y devolverla amplificada hacia su adversario. Se echó al suelo y agarró al miembro de SOLDADO por el tobillo. Su propia mano pareció arder mientras la electricidad penetraba en el cuerpo de su adversario.

– ¡Aaaaaah!

El hombretón miraba como su compañero sufría. Se giró y clavó su mirada en sus adversarios.

– Creí que veníamos a aplastar a cuatro milicianos. Veo que nos vamos a divertir más de lo que esperaba.
– ¡Quizá sea menos placentero y más costoso de lo que crees! – repuso Barret.

Yuffie observaba en la retaguardia. No sabía por qué, pero sentía que debía hacerlo. Estaba llamándola. Largos años en un profundo letargo habían agotado su paciencia. Sólo debía extender aquella esfera y él podría destruir a sus enemigos. Casi inconscientemente, estiró ambos brazos. Una ténue luz verde brotó de sus pies y se extendió en forma de neblina. Esferas multicolor recorrían su cuerpo. Su shuriken flotaba frente a ella y, en su interior, una esfera roja refulgía. Sus ojos quedaron en blanco. Entonces lo vio. Un dragón de color ceniza. Volaba entre las nubes, a toda prisa. Era corpulento y poseía un cuello prominente. Sus alas eran membranas grises que se extendían entre largos y huesudos dedos que brotaban de su espalda. Tenía dos cuernos que empezaban en sus mejillas. Rugía con furia mientras se abría paso hacia su objetivo.

El cielo se abrió y Bahamut apareció. Todos quedaron paralizados. EL dragón clavó sus malvados ojos sobre el escenario. Divisó a Yuffie, la humana que le había invocado. Incluso a aquella altura, el dragón vio con claridad la mirada de terror que le dedicaba su adversario, el hombretón calvo. Abrió la boca y un rayo luminoso cayó justo encima del miembro de SOLDADO. Todos los que había alrededor salieron despedidos varios metros. Vincent y el hombrecillo de pelo negro continuaron la lucha en el aire mientras caían.

El dragón descendió a tierra firme y hurgó en el cráter. Por increíble que pareciese, su oponente seguía vivo. Estaba herido de gravedad y tenía una brecha en la cabeza por la que se le escapaba la sangre a borbotones. Tenía una mano extendida que proyectaba una coraza mágica multicolor. Bahamut rugió de nuevo y avanzó hacia él lentamente, haciendo temblar el suelo a su paso. La respiración del hombretón era dificultosa. Sus ojos buscaban en vano una forma de huir. Finalmente el dragón se plantó frente a él y, con un manotazo, destruyó la barrera mágica. Tomó al miembro de SOLDADO con su mano huesuda y lo estrujó con fuerza. El grito de dolor del miembro de SOLDADO se superpuso al sonido de sus costillas quebrándose. Empezaba a ver luces de colores y se había orinado encima. Bahamut estiró las piernas de aquel diminuto – desde su punto de vista – adversario con la otra mano con una fuerza brutal, hasta que lo partió en dos.

Un remolino surgió del cielo y cayó sobre Bahamut. El dragón intentó resistirse sin éxito. Empezó a elevarse lentamente. El cielo se había propuesto engullirle. Yuffie empezaba a perder su aura y caía al suelo, desmayada. Finalmente Bahamut desapareció entre las nubes, que se marcharon rápidamente y se perdieron en el horizonte.

Red corrió a defender a Yuffie. Mientras tanto, Vincent y su adversario continuaban luchando. La balanza parecía no decantarse por ninguno de los dos. El miembro de SOLDADO era un rival excelente, y era capaz de prever los movimientos de Vincent. Pero el ex-Turco era un hueso duro de roer, y los brazos de hombrecillo empezaban a notarlo. La batalla era espectacular. Lenguas de fuego que chocaban contra témpanos de hielo. Enormes rocas que eran partidas en dos por rayos caídos del cielo. Meteoritos que colisionaban contra ríos de agua que flotaban en el aire. Cada vez que los puños de ambos luchadores chocaban, una onda hacía resquebrajarse el suelo que pisaban. Los puños se movían a tanta velocidad que a Barret y los demás les costaba seguir la batalla. La cadena metálica del miembro de SOLDADO logró rodear el cuello de Vincent, que quedó reducido al instante.

– ¡Estás muerto!
– Yo no lo creo.

Vincent hizo ondear su capa y se escurrió fuera de la cadena, ante la mirada atónita de su contrincante. Aprovechando el despiste, le atestó una patada en la rodilla con la que su adversario apoyaba casi todo su peso. «¡Ah!». El miembro de SOLDADO cayó de bruces al suelo. Vincent utilizó la Materia de destrucción y deshizo el encantamiento de coraza mágica. Apuntó con su rifle al hombrecillo.

– ¿Quién está muerto ahora? – disparó.

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