Capítulo XXVII – Dos

9 noviembre 2007

Llevaban horas viajando a máxima potencia. Mideel era un lugar lejano desde Wu-Tai. Debían atravesar el continente del oeste por completo y llegar más allá del sur del continente del este. Tifa no se apartaba de la barandilla. Suspiraba constantemente y su tacón golpeaba el suelo de cubierta con nerviosismo. Casi se había hecho a la idea de lo ocurrido. Sin embargo, en el seno de su corazón todavía podía sentir que Cloud la estaba esperando.

Cid abrió su paquete de cigarrillos y se dio cuenta de que ya no le quedaban. Se levantó y se dirigió hacia un armario. Lo abrió. Estaba repleto de paquetes de tabaco. Cogió uno y estrujó el otro con su mano. Volvió a sentarse. Barret comprobó su brazo-arma por quinta vez. Red movía su cola de forma hipnótica. Cid volvió a sentarse ante el panel principal de navegación de Vientofuerte.

– Estamos llegando a la isla de Mideel – anunció.

Todos corrieron hacia la barandilla y miraron al horizonte. Vieron una pequeña porción de tierra en mitad de la inmensidad. Se hacía más grande por momentos. Finalmente Vientofuerte se posó sobre la isla. Buscaron el poblado con la mirada. Vientofuerte voló el círculos lentamente. Los habitantes de Mideel miraron al cielo y se preguntaron qué debía ser aquello.

– Está allí – señaló Tifa.

Cid hizo una maniobra y posó Vientofuerte en mitad de la jungla. Todos salieron disparados hacia la aldea. Cuando llegaron les pareció haber retrocedido en el tiempo. El poblado constaba de varias casuchas construidas artesanalmente con madera y cuerdas. Encontraron un corrillo de gente frente a lo que parecía ser una enfermería.

– ¡Sí, llegó del norte! Yo mismo lo vi con mis ojos.
– Es muy raro, tiene remolinos en los ojos y tez pálida.
– Cierto, dicen que…
– Disculpen – interrumpió Tifa – ¿Puedo saber de quién están hablando?
– ¡Más visitas! Y no menos rara. ¿De dónde venís?
– Venimos de… un lugar muy lejano. Hemos venido a por nuestro compañero. Hemos oído que lo encontraron aquí hace unos días.
– Si te refieres al chico que llegó por el mar, está en la enfermería.

Todos corrieron hacia dentro. Se toparon con un doctor que les cerró el paso.

– ¿Querían algo?

Era un hombre de unos cincuenta años. Tenía grandes ojeras y unas gafas redondas que le resbalaban por el tabique nasal. Su bata había sido blanca alguna vez.

– Hemos venido a ver a nuestro compañero. Nos han dicho que lo han encontrado aquí – le dijo atropelladamente Tifa.
– ¿Te refieres al chico rubio de ojos azules?
– ¡Sí!
– Está aquí. Pero antes de que puedas verle debo decirte algo – el doctor cogió a Tifa por los brazos -. Ese chico viene de algún lugar muy lejano. Ha venido a la deriva. Sinceramente, no sé como ha sobrevivido.
– Cloud es fuerte – murmuró Barret al fondo.
– El problema… es que ha estado expuesto a un nivel de makko que supera todo límite. Jamás había visto tal intoxicación – Tifa se llevó la mano a la boca -. En circunstancias normales, su cuerpo se habría desintegrado o, en el mejor de los casos, habría muerto al instante. Sin embargo, este… Cloud. Sigue vivo.

Una sonrisa volvió al rostro de Tifa.

– No, no me malinterpretes. Su cuerpo sigue vivo. Respira y se mueve. Pero no reacciona a ningún estímulo. Su mente está tan sobrecargada de conocimientos de los Ancianos que… me temo que ha quedado en un estado vegetativo permanente.

Tifa empezó a hiperventilar. Estaba asimilando las palabras del doctor cuando levantó la cabeza.

– Lléveme con él. Necesito verle.
– Está bien sígame.

El resto del grupo salió afuera. Cuando Tifa hubiera acabado, ellos entrarían. El doctor llevó a Tifa a una de las (dos) habitaciones de la clínica. Allí encontró a Cloud sentado en una silla de ruedas con una bata blanca. Tenía la cabeza gacha. «¡Cloud!». Tifa se arrodilló a su lado y le subió la cabeza dulcemente con sus manos. Cloud tenía los ojos abiertos, pero parecía mirar a algún lugar muy lejano, atravesando a Tifa por completo. Tifa se lo quedó mirando y le habló en un susurro.

– Cloud, ya estoy aquí. Vamos. Despierta – las lágrimas caían silenciosamente por sus mejillas.
– ¡Eeeeee… ah!
– ¿Qué?
– Eeee….. ah……
– No dice otra cosa – le dijo el doctor -. Como ya le he dicho, su amigo está muy lejos de aquí en este momento.
– Pues yo lo traeré de vuelta – «aunque no sé cómo».

2 respuestas to “Capítulo XXVII – Dos”

  1. Zipo said

    »(…)embargo, este… Cloud. Sigue vivo.
    – Una sonrisa volvió al rostro de Tifa.»
    Échale un vistazo a ese párrafo porque parece que lo que dice Tifa es parte de un dialogo.
    Saludos

  2. tuseeketh said

    Zipo,

    sí, le puse un guión cuando no tocaba. Corregido.

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