Capítulo XXVI – Cinco

9 noviembre 2007

Yuffie cayó al suelo de rodillas.

– ¡Por favor! No me castigues – lloriqueó.
– ¿Dónde está la Materia?
– ¡Vincent! Lo siento. Yo no quería… entiéndeme. Cloud ha muerto, un enorme meteorito se acerca al planeta – sorbió sonoramente con la nariz -. Tenía que regresar a mi casa a ver a mi padre y mostrarle que me he convertido en una gran cazadora de Materia antes de que todo acabase.
– Una gran ladrona querrás decir.

Yuffie se abrazó a la pierna de Vincent. Éste se sonrojó. Como el llanto de la muchacha parecía sincero, acabó posando su mano sobre la cabeza de la joven ninja, que empezó a calmarse paulatinamente.

– Por favor, Yuffie… la Materia.
– ¿Si te la doy me perdonarás?
– Sí – Vincent miró hacia el techo – Sé que no lo has hecho a modo de traición. Además, creo que no me quedan fuerzas ni para sentir rencor en estos momentos – relajó su expresión. Se retiró hacia un pequeño banco de madera y se sentó -. Son tiempos duros, sin duda. He pasado por muchas cosas, pero jamás por la destrucción inminente del mundo que conozco. ¿Cómo hemos podido dejar que esto ocurriera? Hemos tenido la oportunidad de esconder la Materia Negra; y, sin embargo, dejamos que Sephiroth se hiciese con ella.
– Sephiroth la habría encontrado aunque la hubiésemos escondido, Vincent – le intentó consolar Yuffie sentándose a su lado. Todavía tenía los ojos rojos.
– Quizás…

Yuffie le cogió la mano. Se miraron. Por un instante reinó el silencio. Entonces Vincent se levantó bruscamente.

– Debemos volver con los otros… con la Materia.
– Sí, vamos.

La descendiente shinobi recogió el saco lleno de Materia de un cofre. Ambos salieron y se dirigieron a casa de los Kisaragi. Cuando aparecieron en el sótano el grupo se incorporó. Recorrieron a Yuffie con extrañas miradas.

– Ha accedido libremente a devolvernos la Materia. No es una traidora. Tenía motivos para hacer lo que ha hecho. Infantiles, pero los tenía. Pensaba devolvernosla.

Yuffie miró con cara de incredulidad a Vincent. «¿Devolverla?». El ex-Turco la miró con expresión apremiante.

– Eh… sí… la pensaba devolver.
– ¡Sácanos de aquí maldita niñata! – le espetó Barret – Luego ya veremos si nos convence tu explicación.

Se apresuró a desactivar el mecanismo de la jaula. Malhumorados, se fueron del sótano sin mediar palabra con la muchacha. Cuando se hubieron marchado Vincent le puso la mano sobre el hombro.

– Lo entenderán. Dales un poco de tiempo. No era el mejor momento… supongo que lo entiendes.

Cuando salieron vieron como Los Turcos salían apresuradamente de El Paraíso de las Tortugas. Leno llevaba el PHS a la oreja.

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