Capítulo XXVI – Cuatro

9 noviembre 2007

Yuffie caminaba en mitad del grupo. Vincent marchaba a su lado sujetándola por el brazo. Delante, iba Barret. En la retaguardia Red no le quitaba el ojo de encima. Tifa y Cid estaban a los lados. Yuffie miraba de un lado a otro buscando un punto flaco por el que escapar. Vincent le apretó con fuerza el brazo.

– Ni lo intentes.

Entraron en casa de Yuffie. La vigilancia se hizo más fuerte. De todos era sabido que los ninjas poseían pasajes secretos por doquier, y no querían que Yuffie se escabullera por uno de ellos.

– Por esas escaleras – dijo.

Bajaron a un sótano. Las paredes eran de piedra; la iluminación, pobre. No parecía haber nada.

– ¿Es una broma? – le preguntó Barret.
– No, idiota. Teneís que pulsar el botón que hay al fondo.

Avanzaron hacia el fondo de la habitación. Efectivamente había un pequeño panel con dos botones, uno lila y uno verde. Tifa intentó leer lo que ponía sobre ellos pero estaba escrito en el idioma autóctono de Wu-Tai, del cual se sentían muy orgullosos.

– ¿Qué botón? Hay dos – le dijo Barret señalando el panel.
– Pues cual va a ser, estúpido. El lila, ¿No sabes leer? – le contestó ella aunque sabía positivamente que los símbolos que había dibujados sobre el botón eran ilegibles para Barret.

Tifa se arrimó al panel e hizo un gesto para que los demás se acercaran. El grupo se reunió entorno a ella. Excepto Vincent. Éste no había soltado todavía el brazo de la muchacha.

– ¿Qué hago? – susurró Tifa – ¿Pulso el que me ha dicho o el otro?
– Yo voto por el otro – dijo Barret -. No me fío ni un pelo.
– Yo creo que deberíamos hacerle caso – intervino Red.
– Haced lo que queráis pero pulsad algo ya – se quejó Cid subiendo un poquito más la voz. En la cara de Yuffie se dibujó una sonrisa.
– Ffff… está bien. Creo que pulsaré el que me ha dicho – «Cloud… ojalá estuvieras aquí. Tú sabrías qué hacer» – Está acorralada, no creo que haya sido tan estúpida.

Clic. Se abrió una franja en el techo y cayeron pesadamente unos barrotes de adamantio. Prácticamente irrompibles. Quedaron automáticamente atrapados al otro lado. Vincent aflojó el brazo de Yuffie al seguir su instinto de ayudar a sus amigos. Yuffie aprovechó la oportunidad para escapar por un pasadizo secreto que había en la pared trasera.

– ¡Ahí os quedáis, pringaos! – oyeron tras el muro.

Yuffie corrió a toda velocidad. Se conocía aquel pasadizo como la palma de su mano. De pequeña solía utilizarlo para escapar de su madre cuando le caía alguna bronca. Recordó las trastadas que solía hacerle. Sonrió. Abrió la trampilla sobre ella. Apareció en mitad de un pasillo. Miró a ambos lados y echó a correr. Saltó por una de las ventanas y corrió a gran velocidad por los caminos de la aldea. «Veamos qué tal está mi tesoro». Pasó por encima de un puente y enfiló la gran pagoda, dejando el bosque a la derecha. Cuando se encontraba a unos 50 metros de la pagoda se detuvo. Había una plataforma de piedra y madera que alojaba un gongo. Subió a la plataforma y golpeó levemente el gongo. Un sonido de cerradura se oyó bajo sus piés. Rodeó la plataforma. Por la parte trasera el suelo se hundía levemente.

Empujó la pared y una puerta se abrió lentamente. Dentro sólo había oscuridad. La puerta se cerró tras ella. Dio dos palmas y las velas prendieron. Se sobresaltó al ver una figura justo enfrente. Antes de que pudiera reaccionar la figura la rodeó y la inmovilizó torciéndole el brazo.

– ¿Creías que podrías librarte de un ex-Turco con tanta facilidad?

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