Capítulo XXV – Dos

9 noviembre 2007

Las paredes eran metálicas, al igual que las persianas. Tifa se encontraba sentada sobre una camilla parecida a la que usaban los dentistas. La sala debía ser una consulta médica. La temperatura era agradable, aunque había una quietud inusual en el ambiente.

– ¿Dónde estamos? – preguntó Tifa. Estaba sobresaltada.
– En Junon – aquello explicaba lo de las persianas y las paredes metálicas. Junon era un puro caparazón -. Has dormido siete días, Tifa.
– ¿Y Sephiroth?
– El cráter del norte está envuelto en una barrera luminosa. Creen que Sephiroth se oculta ahí dentro. No podemos hacer nada… – Barret negaba con la cabeza. Se sentó de nuevo. Parecía abatido -. Para colmo un Arma enfurecida está atacando Junon. Se ha retirado hace un rato, pero volverá. Rufus le está haciendo frente lo mejor que puede. Hay que reconocer que los tiene bien puestos
– ¿Y Meteorito?

Aquellas palabras desencajaron la mandíbula de Barret. Sin mediar palabra, se levantó y se dirigió a la otra punta de la habitación. Accionó un botón y las persianas se abrieron lentamente. Al principio Tifa quedó algo cegada por la luz, pero pronto pudo ver lo que Barret quería mostrarle. Arriba, en el cielo, había una mancha negra recubierta de fuego. Meteorito había sido invocado y avanzaba lenta pero implacablemente hacia el planeta. Tifa abrió la boca y una lágrima se derramó por su mejilla.

– ¿Debemos rendirnos? – le dijo a Barret en un susurro casi inaudible.
– No lo sé… – le respondió el hombretón que volvió a sentarse. Hundió la cabeza entre sus manos.

La puerta de la habitación se abrió y Rufus la atravesó. No llevaba puesto su inseparable abrigo largo. Llevaba puesta tan sólo una camisa negra perfectamente planchada y unos pantalones de pinza blancos. Su pelo naranja engominado brillaba con la luz que entraba por la ventana. Desprendía un olor intenso a perfume caro.

– Creí que Cloud se dejaría ver por aquí para salvaros. Hojo quería examinarlo.
– ¿Qué vais a hacerle? – le preguntó Tifa, asumiendo que Cloud seguía con vida.
– Bueno… es el alter ego de Sephiroth. Es un sujeto a estudiar.

El cuerpo orondo de Heidegger asomó por la puerta. Iba sudando y respiraba con dificultad. Las gotas de sudor recorrían los pelos de su barba hirsuta. Desprendía un olor acre harto desagradable.

– ¡Señor presidente! – dijo poniendo su mano en la frente al estilo militar – Las preparaciones para la ejecución pública están listas.
– ¿Ejecución? – preguntaron Barret y Tifa al unísono.
– Sí. Pagaréis por lo que está ocurriendo. Tranquilos, no es nada personal. La gente se tranquiliza si se castiga a alguien, ya me entendéis.

Dicho esto se retiró de la habitación. En otras circunstancias Barret hubiera arremetido violentamente contra el presidente, pero se encontraba demasiado abatido. Cloud estaba muerto y Meteorito se dirigía hacia el planeta. Todo estaba perdido. Ya no merecía la pena seguir viviendo.

Heidegger se le acercó y le puso unas enormes esposas hechas expresamente para sus enormes muñecas. Barret se dejó esposar dócilmente. Tifa, hizo lo mismo.

– ¡Qué ganas tenía de echaros el guante, malditos rebeldes! – graznó Heidegger entre risas – Seguidme.

Una respuesta to “Capítulo XXV – Dos”

  1. Kuraudo said

    «Heidegger se le acercó y le pusO…»

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