Capítulo XXIV – Cuatro

9 noviembre 2007

El suelo temblaba cada vez más. Las paredes empezaban a desmoronarse. El cuerpo de Sephiroth permanecía inmóvil en su jaula de Materia. Cloud tomó la Materia Negra y la introdujo en el interior. La Materia parecía estar fresca, pues unas hondas se dibujaron en su superfície cuando Cloud introdujo la mano. Técnicamente era imposible que aquella Materia no hubiese madurado todavía, pero así era.

La Materia Negra flotó lentamente hasta tocar el cuerpo de Sephiroth. Entonces él abrió los ojos. Las raíces del árbol cedían una tras otra. El suelo empezaba a agrietarse.

– ¡Ahora encaja todo! ¡Es absolutamente perfecto! – exclamó Hojo, loco de júbilo – ¡El verdadero Sephiroth permanecía aquí!
– ¿¡Es que no se da usted cuenta de lo que está pasando!? – le gritó Tifa cogiéndolo por el cuello de la camisa y zarandeándolo – Sephiroth tiene ahora la Materia Negra, ¡Invocará a Meteorito! ¡Es el fin del Planeta!

Rufus agarró a Tifa por el brazo.

– No sé qué está pasando, pero debemos evacuar de inmediato. Esto se viene abajo. Vosotros os venís conmigo. Quiero que me expliquéis muchas cosas.

Dada la gravedad de la situación no se opusieron a una huida en Vientofuerte. Aquello iba a reventar de un momento a otro. Salieron corriendo. Tifa echó un último vistazo atrás y pudo ver como un torrente de Materia líquida caía sobre Cloud y lo enterraba bajo los restos del árbol. No vio rastro de Sephiroth. No quiso pensar en ello, pero era el fin de Cloud. Se desmayó.

Barret la tomó en sus enormes brazos. Oyeron un estruendo y vieron como el árbol había caído finalmente. EL agujero era cada vez más grande y engullía todo lo que encontraba a su paso.

– ¡Corred! ¡Vientofuerte está ahí! – ordenó Rufus.

Las brechas del suelo se abrían paso cual gusanos y casi les habían dado caza. Llegaron a la nave. Subieron por la rampa. Allí, un guardia de Shin Ra les hacía gestos de premura. Pasaron por una sala enorme y Rufus les ordenó permanecer ahí. Él marchó a la sala de mandos. Varios miembros de SOLDADO se quedaron allí para vigilarles.

Los motores de Vientofuerte empezaron a rugir; sus hélices, a girar. Perdieron el equilibrio debido al despegue forzoso de la máquina.

– ¡A la mierda! ¡Yo voy a ver qué pasa! – dijo Barret mientras se dirigía hacia las escaleras que llevaban a la cesta inferior de Vientofuerte. Era como un pequeño balcón diseñado para tomar el aire durante los viajes largos. Aunque Vientofuerte podía ir de una punta a otra del planeta en cuestión de horas.

Todos le siguieron, incluyendo los miembros de SOLDADO. Se asomaron y vieron un torrente de makko que lo engullía todo. El cráter hervía con un color azul intenso. Presenciaban la escena atónitos. Nadie lo dijo, pero todos lo pensaron demasiado fuerte: Cloud se encontraba en mitad de aquel cataclismo. Era imposible que ningún ser humano sobreviviese. A partir de aquel momento debían seguir adelante sin él.

Las Armas despertaron finalmente. Con un gran estruendo salieron de las profundidades y emergieron a la superficie. Eran colosos diseñados para la guerra. Su apariencia era aterradora. Salieron a tal velocidad, que el roce con el aire las envolvió en fuego. Marcharon cada una en una dirección distinta, dispersándose por todo el planeta. En unos segundos habían desaparecido en el horizonte.

Una respuesta to “Capítulo XXIV – Cuatro”

  1. Kuraudo said

    «Nadie lo dijo, pero todos lo_ pensaron demasiado fuerte…»

    «Marcharon cada una en direcciones distintas, dispersándose por todo el planeta»

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