Capítulo XXIII – Tres

9 noviembre 2007

– ¡No lo vamos a conseguir! – aulló Tifa, intentándose hacer oír entre todo el jaleo.
– ¡Confía en mí! – repuso Barret mientras tiraba de una palanca para que el trineo virara hacia la izquierda.

Bajaban a toda prisa por el acantilado helado. De vez en cuando, un pilar de hielo se interponía en la trayectoria del trineo. Gracias a las palancas que habían instalado a ambos lados conseguían sortearlos, aunque más de una vez pasaron más cerca de lo que muchos hubieran considerado seguro.

Cid se erguía en mitad de la plataforma como si ni la velocidad ni el peligro inminente de salir despedido le intimidaran. Tenía ojo avizor y avisaba de los bloques de hielo antes incluso que Red. Él lo llamaba «intuición del piloto avezado».

– ¡Todo a estribor!¡Este es grande! – gritó.
– ¿¡Eso qué mierda es!? Joder, no me aclaro con este tío – se quejó Barret.
– ¡Rápido, zoquetes! – les apremió el capitán.
– ¡A la derecha, Barret! – le tradujo Yuffie.

Barret tiró del freno derecho con todas sus fuerzas. El trineo empezó a cambiar lentamente su trayectoria cuando vieron el pilar de hielo. Era enorme y apenas dejaba espacio suficiente entre él y la montaña. También hubieran podido bordearlo, pero eso les hubiera acercado demasiado al abismo.

Apretando los dientes y cruzando los dedos, el grupo permanecía en tensión viendo como se aproximaba la enorme estalagmita. El trineó chocó con fuerza y parte de éste se destrozó, incluido el freno izquierdo. Tras varias vueltas pasaron por el pasadizo creado entre la montaña y el hielo.

– ¡Esperemos que no tengamos que girar más a la izquierda! – se mofó Cid. El sonido reberberaba de forma curiosa en aquel corredor helado.

El grupo intercambió miradas de terror.

El suelo empezó a temblar. Sonó como si la montaña misma se hubiera enfadado con todos ellos por aquel golpe y ahora rugiera de rabia. Salieron de nuevo a la nieve virgen. Temiéndose lo peor, Tifa echó un vistazo hacia atrás.

– ¡Una alud! – informó.
– ¡Mieeeerda! – gritó Barret mientras cambiaba de sitio.

Una enorme masa de nieve se movilizaba hacia ellos. Aun estaba lejos, pero les daría alcance en poco tiempo. Yuffie empezó a llorar ante la inminencia de su muerte. En ese momento apareció como por arte de magia Cloud sobre una tabla de snow. Su estilo era envidiable. Se colocó al lado del trineo.

– ¿¡Estáis todos bien!?
– ¡Cloud! – Tifa vio aparecer un rayo de esperanza. Cloud siempre lo solucionaba todo.
– ¿¡Qué le ha pasado al melenas!? – preguntó Cid.

Cloud les indicó que mirasen hacia atrás. Todos repararon de nuevo en la alud, que ya estaba muy cerca. Para asombro de todos, una bola roja apareció de entre la masa de nieve furiosa. Tras varios movimientos ingrávidos, Vincent retiró su capa y estiró las extremidades. Parecía un pájaro. Como si planeara, llegó hasta donde ellos estaban y se sentó en el trineo.

– ¡Cómo diablos…!

Antes de que pudieran preguntar, Vincent sacó el rifle y disparó hacia delante. Un bloque de hielo que no habían visto saltó en pedazos.

– ¡Todos atentos! – les espetó el ex-Turco.

Por un momento no hicieron preguntas. Cloud marchaba delante. Pasaron un par de bloques más, pero Cloud los abrió en canal de un espadazo. La alud estaba considerablemente cerca. El sonido era ensordecedor.

– ¡Que Dios se apiade de nuestras almas! – se despidió Barret tragando saliva.

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