Capítulo XXIII – Nieve virgen

9 noviembre 2007

Cloud salió del laboratorio. Había bajado a la planta inferior a los ordenadores y había visto lo que fuera el hogar de Ifalna y Gast. Un pequeño estudio que comprendía una cama, un baño y poco más. A pesar de ello era acogedor.

Caminaba hundiendo los piés en la nieve. Casi no se acordaba del frío que azotaba aquellas tierras. Recordó los días de nieve en Nibelheim. Tifa disfrutaba lanzándole bolas de nieve y él disfrutaba esquivándolas a toda velocidad.

Un grupo bastante numeroso de gente apareció en todos los límites de la aldea. Algunos eran soldados rasos de Shin Ra. Otros eran de SOLDADO. Reconoció el uniforme de Los Turcos en una persona que bajaba hacia él. Era Elena.

– Así que aquí estáis. Me alegro de verte – le saludó ella.
– No puedo decir lo mismo.
– A partir de ahora nadie entra ni sale de este pueblo sin el consentimiento de Shin Ra.

Cloud echó un vistazo alrededor, sopesando las opciones que tenían para escapar de allí. Había Shin Ras por doquier, aunque en la parte más septentrional había un acantilado helado.

– No pensará que podréis escapar… – le dijo ella, satisfecha.
– No suelo quedarme mucho tiempo en el mismo sitio.
– ¡Maldita sea! Tienes suerte, porque no venimos a por vosotros, mequetrefe. Se cuece algo más gordo ahí al norte.

Aquello llamó la atención de Cloud. Decidió hacer uso de la psicología inversa para sonsacar información a la bocazas de Elena.

– Ya, claro. No hay nada más importante que Avalancha para Shin Ra. Está claro que habéis desplegado todo esto porque sois incapaces de atraparnos – Cloud adoptó su pose chulesca.
– Pues que sepas que el presidente está por aquí, y no precisamente para verte a ti y a tus lacayos – Elena se cruzó de brazos.
– Si no soy tan importante, ¿por qué has venido a verme con tanta desesperación?
– ¡Grrrr! Simplemente… tengo que dar el aviso de que la ciudad está sellada a todo el mundo, y eso te incluye – Elena estaba empezando a enojarse.
– O sea, que algo gordo se cuece y te envían a ti de recadera a una aldea perdida de Iciclos. Debes estar… ¡ugh!

Elena le atestó un puñetazo a Cloud en el vientre. Fuese como fuere, Elena era un miembro de Los Turcos, y su fuerza era considerable. Cloud cayó inconsciente al suelo.

Una respuesta to “Capítulo XXIII – Nieve virgen”

  1. Kuraudo said

    «Casi no se acordaba del fríO que azotaba aquellas tierras.»

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