Capítulo XXIII – Dos

9 noviembre 2007

(¿Te encuentras bien?)

«Sí, creo que sí»

(mmm… ¿Te duele la cabeza?)

«No, ya no»

– ¿Cloud?

(Entonces adelante, levántate)

«¿Aerith?»

– ¡Está despertando!

(Vamos, levántate)

«Está bien»

Cloud se incorporó. Notó calentor en su mano. Se giró y vio a Tifa que la sujetaba entre las suyas. Tenía cara de felicidad y de cansancio a la vez. Recorrió la estancia con la mirada. Madera, chimenea, pieles de animal en las paredes. Recordó que estaba en Iciclos. Se acordó de Elena. Recordó todo lo que había visto en el laboratorio.

– Al fin has despertado.
– Hola, Tifa.
– Te encontramos inconsciente en mitad de la aldea, pero no estabas frío.
– ¿Cómo están los demás?
– Están todos bien, no te preocupes. Los Shin Ra han aislado la aldea.
– Lo sé, me encontré con Elena. Fue ella quien me dejó así.
– ¿En serio? – Tifa no podía cree que Cloud hubiera perdido en una batalla – ¿Cómo…?
– No me defendí. Estábamos hablando y… bajé la guardia.
– Tú nunca bajas la guardia, Cloud – Tifa estaba preocupada por él – ¿Te encuentras bien? Escucha… quería hablar contigo.
– ¿De qué? – respondió Cloud casi a la defensiva. Sabía que se iba a tratar de un tema sobre el que no le apetecía hablar.
– De ti.

Hubo un silencio incómodo.

– ¿Recuerdas cuando jugábamos a tirarnos bolas de nieve? – preguntó Cloud de repente y sin venir a cuento. Tifa se quedó descolocada.
– Cl… claro que lo recuerdo – miró a Cloud con miraba compasiva.
– ¿Por qué no recuerdo a nadie más jugando con nosotros? A decir verdad, mis recuerdos sobre la demás gente de Nibelheim son algo difusos. Me cuesta recordar muchas cosas.
– Es normal, hace mucho tiempo.
– Sin embargo tú te acuerdas – repuso Cloud rápidamente.
– Es diferente. Las mujeres siempre nos acordamos de todo – le guiñó el ojo – y mi vida no ha sido tan intensa como la tuya.

Ambos se sobresaltaron al escuchar el portazo que Barret acababa de darle a la puerta.

– ¡Ya estás despierto! Me alegro. Estamos preparando algo para joder a los putos Shin Ra – se le veía entusiasmado.
– No va a funcionar… – intervino Tifa meneando la cabeza.
– ¿De qué se trata? – respondió Cloud.
– Estamos preparando un trineo gigante para todos. Vamos a escapar por el acantilado.
– A suicidarnos, querrás decir – volvió a interrumpir la muchacha.
– Oh, ¡cállate! Por lo menos he pensado algo.
– Puede funcionar – terció Cloud.
– ¿En serio? – le preguntó Tifa.
– ¡Sí! Cloud da el visto bueno. Voy con los demás a ultimar los detalles.

Barret se marchó corriendo.

– ¿No es algo peligroso, Cloud?
– ¿Acaso no ha sido peligroso todo cuanto hemos hecho los últimos meses?
– Pero…
– ¿No fue peligroso infiltrarnos en el cuartel general de Shin Ra S.A. para rescatar a Aerith?
– Sí…
– ¿No fue peligrosa la huida de Midgar con los Shin Ra pisándonos los talones?
– Claro…
– ¿No fue peligroso viajar de polizontes en el barco de Shin Ra hacia Costa del Sol?
– Sí.
– Entonces no veo ningún problema para que intentemos huir por un acantilado. Además, nuestras opciones son escasas. Hay miembros de SOLDADO alrededor de toda la Aldea, sin contar con Elena. Algo se está cociendo al norte y quiero enterarme.
– Cloud.
– Qué.
– Estás cambiado.

Cloud no respondió. Salió de la habitación y saludó al hombre que les había acogido. Se lo estaba pasando en grande con sus invitados, pues no paraban un segundo. Salió al patio trasero y sintió un escalofrío al pasar del calor de la chimenea a la fría nieve de Iciclos. Vio lo que Barret y los demás estaban construyendo con madera. Un enorme trineo. Vincent vio aparecer a Cloud y se unió a él.

– ¿Cómo fue?
– Interesante. ¿Crees que funcionará la idea del trineo?
– Merece la pena intentarlo.

Pasó un día y el trineo estaba casi listo. Cloud apenas participó en su construcción. Barret y Yuffie eran los que más ganas le habían echado. Cid los observaba mientras se fumaba un cigarro que su anfitrión le había liado.

– ¡Estamos locos para tirarnos por ese acantilado helado con esa mierda! – exclamó – ¡Me encanta el plan!

Cuando el trineo estuvo acabado y reforzado se reunieron en el salón.

– Es una pena que os vayáis – se lamentó el hombre mayor -. Me lo he pasado en grande con vuestras historias.
– Gracias por todo – Tifa se inclinó levemente como señal de agradecimiento.
– ¡Gracias a vosotros! Espero que volváis a verme algún día – la cara del hombre se tornó seria -. Debéis saber que ese acantilado es peligroso. Los aludes son comunes. Aunque lleguéis abajo, una extensión fría y desolada se extenderá entre vosotros y el cráter del norte. Tened, os será de ayuda – el viejo extendió un pergamino -. Es un mapa de la zona. Lo hizo mi padre hace mucho tiempo, pero no creo que las cosas hayan cambiado mucho ahí abajo.
– Muchas gracias – dijo Cloud tomando el mapa.

Red salió a echar un vistazo. Los Shin Ra estaban relajados en su campamento circundante. Le hizo una señal al grupo para salir.

Salieron todos arrastrando el trineo a toda prisa. Cuando estaban casi en el acantilado los Shin Ra se percataron y empezaron a disparar.

– ¡Mierda! – exclamó Barret – Subíos al trineo, yo sigo empujando.

Elena descendió de un brinco y se plantó delante de ellos. Cloud desenvainó la espada y Vincent bajó del trineo.

– Nosotros nos ocupamos – dijo con su voz grave el ex-Turco.
– ¡De ninguna manera pienso dejaros aquí! – se quejó Barret.
– ¡Haz lo que te digo, insensato! – le espetó Vincent con fuego en los ojos.

Barret asintió y el trineó desapareció tras el acantilado.

– Menuda estrategia. Me hago cruces de que hayáis sobrevivido.

La pelea empezó. Elena lanzó varios golpes a Cloud, pero éste los esquivó sin problemas. Vincent la atacó por detrás, pero ella detuvo los golpes sin dificultad. Elena tenía a cada lado a uno y al otro, pero esquivaba sin dificultad los espadazos de Cloud y los golpes de Vincent. Era una luchadora excepcional.

– ¡Ja! Jamás derrotarás a un Turco – le dijo Elena desafiante a Vincent.
– ¡Ya lo hice! – le respondió éste lanzando un puñetazo.

Tras un rato de pelea, Vincent desenfundó su arma y apuntó a Elena en la sién. Elena miró el arma y quedó paralizada.

– La conoces, ¿verdad?
– ¿Quién diablos eres?
– Podría hacer estallar tu cráneo ahora mismo.

Silencio.

– Nos vas a dejar marchar.

Elena no contestó. Cloud se alejó de la escena. Vio a un niño con un snowboard jugando por el pueblo. Sonrió.

2 respuestas to “Capítulo XXIII – Dos”

  1. Kuraudo said

    «Tifa estaba preocupada por él – ¿Te encuentraS bien?»

    «- Entonces no veo ningún problema_ para que intentemos huir por un acantilado.»

    «LOs aludes son comunes»

  2. tuseeketh said

    Kuraudo,

    ¡gracias por tu ayuda! Estás puliendo muchas erratas de la novela :)

Deja un comentario