Capítulo XX – Siete

9 noviembre 2007

Cloud yacía sobre una mullida cama. Tifa y Barret se encontraban a su lado. Lo sucedido no había dejado a nadie indiferente. Se encontraban en el pueblo de Gongaga, donde tuvieron su último enfrentamiento con Los Turcos. Las señales de aquella batalla podían verse todavía. La mayoría del grupo había decidido ir a dar una vuelta por su cuenta. En realidad, nadie sabía qué hacer desde este momento. Sephiroth tenía la Materia Negra, y ni siquiera sabían adonde se dirigía. No había nada que pudieran hacer.

Ahora Tifa y Barret hacían conjeturas acerca del próximo movimiento de Sephiroth.

– Aerith dijo que el poder de una sola persona no podía desencadenar la destrucción final. Necesita mucha energía espiritual – dijo Tifa.
– Ya, pero… ¿Y si encuentra la Tierra Prometida? – le repuso Barret – Aerith parecía estar angustiada con ese asunto.
– Él no puede hallarla, no es un Anciano.

Cloud se incorporó en la cama y empezó a hablar con los ojos cerrados.

– Pero lo he hecho. Me convertí en un viajero de la Corriente Vital y obtuve el conocimiento y la sabiduría de los Arcanos. Ahora soy un ser superior a ellos – Tifa y Barret habían dado un paso atrás. Tenían miedo. La voz de Cloud era grave – Pronto crearé el futuro… – Cloud sonrió y volvió a tenderse sobre la cama. Siguió durmiendo.

El ex-SOLDADO se encontraba en mitad de un bosque. Era curioso, pero reinaba un silencio absoluto. Podía oír su propia respiración. No había viento que moviera los árboles, ni cacofonía de fondo. Parecía una imagen irreal. Aerith se asomó. Estaba detrás de un árbol.

– Cloud, ¿Puedes oírme? – le preguntó. Su voz tenía eco.
– Sí – no entendía la pregunta. Era evidente que podía escucharla a esa distancia. Recordó lo que había hecho. Había entregado la Materia Negra a Sephiroth -. Lo siento – dijo.
– No te preocupes – Aerith desapareció tras el árbol.
– Si te preocupa de verdad – la muchacha acababa de aparecer tras otro árbol, en el lado opuesto del camino -, deja que yo me ocupe de Sephiroth. Y, Cloud… cuidate – volvió a esconderse tras el árbol.
– No dejes que te maten – dijo reapareciendo de nuevo tras otro árbol.
– ¿Qué es este lugar? – le preguntó Cloud.
– Este es el bosque que conduce a la Ciudad de los Ancianos. Se llama el Bosque Dormido – el tono de Aerith era amable. Parecía que le estaba explicando algo obvio a un niño pequeño -. Sólo es cuestión de tiempo que Sephiroth descubra como invocar a Meteorito. Por eso voy a protegerla. Sólo un Cetra como yo puede hacerlo – echó a andar por el camino, que acababa en un lugar con mucha luz. Cloud no podía distinguir qué había al final – Debo irme. Volveré cuando todo haya terminado.
– ¡Aerith! – Cloud intento correr tras ella, pero el bosque parecía alargarse a medida que corría. Inevitablemente, la figura de Aerith se hacía cada vez más pequeña en el horizonte.

Entonces Cloud oyó una voz familiar.

– ¿Está pensando en entrometerse? – Sephiroth cayó del cielo, lentamente. Se postró en el suelo y se levantó poco a poco – Será un obstáculo, ¿No crees? – miró hacia el horizonte, hacia donde había marchado Aerith – Tenemos que detener a esa chica cuanto antes – Sephiroth marchó tras ella.
– ¡Noooooooooo! ¡Déjala! – una vez más, el bosque no dejó moverse a Cloud de donde se encontraba. Sephiroth se le escapó una vez más.

– ¡NO! – Cloud se incorporó de golpe y Tifa se asustó.
– Tranquilo, chico, ya pasó – le dijo Barret.

Cloud examinó la escena tratando de descubrir qué había ocurrido. Ahora estaba claro: había tenido una pesadilla. Se rascó la cabeza y resopló.

– ¿Dónde está Aerith?
– Cloud… Aerith ha desaparecido.
– ¿Qué? – Cloud golpeó la pared. No podía ser cierto. No había sido sólo un sueño. Aerith se había comunicado con él – Se dirige hacia la Ciudad de los Ancianos.
– ¿Cómo lo sabes?
– Me lo ha dicho – Tifa y Barret se intercambiaron las miradas.
– Pues vamos, entonces – propuso Barret.
– No. Sólo ella puede salvar al planeta de Meteorito.
– Pero si Sephiroth lo descubre – intervino Tifa -, Aerith estará en graves problemas.
– Sephiroth ya lo sabe – Cloud agachó la cabeza para conferirle un tono más sombrío a sus palabras.
– ¿Cómo puedes quedarte aquí de brazos cruzados?
– Tengo miedo de volver a perder el control frente a Sephiroth. Creo que no puedo detenerle – confesó Cloud.
– ¡Claro! – bramó Barret – Fue por tu puta culpa que Sephiroth se hiciera con la Materia Negra – Tifa miró a Barret de forma recriminatoria. Cloud entendió que habían hablado de eso con anterioridad y que Tifa ya había advertido a Barret de que no hiciera lo que estaba haciendo – Oye, ¿Tienes problemas? Yo también los tengo. ¡Todo el mundo los tiene! Pero es que tú ni siquiera te entiendes a ti mismo – Barret negó con la cabeza y agarró a Cloud por el cuello – Lo que tienes que entender es que no puedes bajarte del tren ahora. Debes quedarte hasta la última parada – soltó a Cloud y se fue hacia la puerta de la habitación. Se quedó allí de espaldas a los demás.
– ¿Es que no vas a ajustar las cuentas con Sephiroth? – le preguntó Tifa.

No sabía qué hacer. Sus compañeros tenían razón. En el fondo deseaba ir a ayudar a Aerith con cualquiera que fuera su cometido. Por otra parte, tenía miedo. No temía a Sephiroth. Se temía a sí mismo, a no poder controlarse. Mientras pensaba en todo esto, un nuevo sentimiento afloró en el fondo de su alma: la curiosidad. Necesitaba saber el porqué de su falta de control, de sus dolores de cabeza constantes. Sabía que todo tenía algo que ver con Sephiroth. Pero tenía miedo de descubrirlo.

– Tengo miedo – se resolvió a decir finalmente.
– ¡No eres más que un loco! – exclamó Barret señalándole con el dedo – Eso es lo que eres – se marchó.
– ¿Qué debo hacer? – le preguntó Cloud a Tifa – ¿Seguir? ¿Abandonar?
– No puedo ayudarte. Lo siento – Tifa se marchó también de la habitación. Estaba decepcionada.

Se reunió con Barret en la puerta de la construcción.

– Dale un respiro – le dijo Barret al ver la expresión de Tifa.
– ¿Tú crees en él? – le preguntó ella.

No hubo respuesta. Barret salió a tomar el aire.

Cloud se había convertido inevitablemente en el líder del grupo. Todos esperaban a que se repusiera y a que tomara una decisión. Nadie estaba preparado para que se rindiera, pues, sin Cloud, no sabían adonde ir ni qué hacer. Todos tenían miedo, pero nadie quería que el viaje acabara ya. Llegados a este punto, necesitaban seguir adelante. Necesitaban saber qué estaba ocurriendo en el mundo e intentar detener a Sephiroth. Pero Cloud nunca pidió que eso fuera así. Ahora sentía miedo. «Tengo miedo de descubrir la verdad. Pero… ¿Por qué?», se preguntaba. Finalmente la necesidad de encontrar respuestas se impuso a todos sus otros sentimientos. Se levantó de la cama y salió de la barraca.

Barret se incorporó.

– ¿Qué va a ser?
– Nos vamos al norte.
– ¡Así se habla!

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