Capítulo XX – Nueve

9 noviembre 2007

El hombre les explicó que había pasado más gente anteriormente buscando el bosque dormido. Se quitó el casco y se secó el sudor. Luego, tiró el cigarrillo al suelo y volvió a hablar.

– Mirad. No sé qué historia os han contado acerca de ese bosque, pero no es cierta. Si buscáis tesoros o riquezas no las encontraréis. Sólo encontraréis desesperación.
– No buscamos tesoros – repuso Cloud.
– Ya, claro. ¿Puedo preguntar por qué de repente todo el mundo quiere ir a ese bosque maldito? – les preguntó el hombre intentando parecer estar desinteresado.

Ninguno de ellos encontró una respuesta que pudiera resultar satisfactoria. «El mundo está en peligro y vamos a proteger a la única persona capaz de salvarlo» hubiera sido demasiado inverosímil. Barret se cansó rápido.

– Mira, – dijo cogiendo al hombre por el cuello – pedazo de…
– Barret, ¡basta! – le espetó Cloud – Oiga, nos ha pillado. Hemos oído que hay un tesoro al otro lado del bosque.
– ¡Ya lo sabía yo! Y, ¿de qué se trata? – preguntó el hombre no pudiendo contener más su curiosidad.
– Materia – dijo Yuffie -. Mucha Materia. Montones de ella. Tanta, que podrías llenar varias piscinas con ella – esto era en realidad el sueño de Yuffie.
– ¡Vaya! – el hombre se encendió otro cigarro y volvió a sentarse – Mirad… nadie ha entrado en ese bosque y ha salido para contar lo que había. Cuando entras los árboles se mueven de un lado al otro, te cierran el paso y crean nuevos caminos. Nunca más te dejan volver.
– ¿Y usted como lo sabe si nunca ha podido entrar y nadie ha salido para contarlo? – le rebatió la joven ninja.
– Eh… – el hombre no supo que responder – Lo sabe todo el mundo.
– Creo que estamos dispuestos a arriesgarnos – le dijo Cloud -. ¿Por donde se entra?

El hombre señaló una cueva que había más arriba, junto a la calavera.

– Hasta nunca, muchachos.

Subieron por las escaleras (Barret se echó a Red sobre el hombro) y entraron en la cueva. Tras un pequeño túnel salieron a un bosque. Había tanta humedad que daba la sensación de que los pulmones se les encharcaban. Cloud se adelantó e intentó ver lo que había al final del camino en valde. La niebla hacía imposible otear el horizonte. Se oyó un sonido de movimiento de tierra.

– ¿Qué ha sido eso? – preguntó Yuffie, intentando mantener las piernas firmes. Miró atrás, hacia la entrada, pero ya no estaba – ¡Ah!

El grupo se sobresaltó.

– ¿Qué ocurre?
– La entrada. Ha desaparecido.

Vincent se acercó para comprobarlo. No vio la entrada. En su lugar, vio un camino que se bifurcaba.

– Donde demonios hemos entrado…
– Tranquilos. Nos hemos visto en situaciones peores – les animó Tifa.

(No te preocupes)

– ¿Qué?
– ¿Qué de qué? Yo no he dicho nada.

(El árbol con el agujero en el tronco. A su derecha)

– El árbol del agujero…
– Cloud, ¿Estás bien?

(¡Vamos!)

– Seguidme. Creo que es por aquí – les indicó Cloud.

Tomaron el camino que había al lado de un árbol que tenía un agujero. La vegetación se hizo más espesa. El silencio era inquietante. Hacía calor, y la humedad no hacía más que agravar la sensación de agobio.

(Derecha, Cloud)

Giraron a la derecha conducidos por Cloud.

– ¿Estás seguro de que sabes adónde vas?

(Sigue hasta el claro)

Llegaron a un claro en mitad del bosque. Los árboles se erguían allí más altos y más desafiantes. Se oían sonidos de tierra removiéndose, como si los árboles estuvieran removiendo el suelo bajo sus pies.

Vincent saltó y se encaramó en una rama. Estiró el brazo y recogió algo rojo y brillante. Entonces miró abajo y no vio más que niebla. Le pareció que los árboles de alrededor se inclinaban hacia él. Sintió un golpe en la cabeza y cayó de bruces al suelo. La niebla se agitó y pudo ver la cara de Barret.

– Eh, ¿estás bien?

El ex-Turco se incorporó.

– ¿A qué cojones ha venido eso?
– Ha visto Materia – respondió Yuffie desde atrás.
– Tienes ojos penetrantes, pequeña ninja – le loó Vincent.

Yuffie se ruborizó, pero intentó mantenerse firme.

– Por supuesto. Soy una caza-Materia, no lo olvides.

(Por la izquiera. ¡Ahora!)

– ¡Vamos! – exclamó Cloud echando a correr.

Pasaron entre dos árboles que se juntaron tras ellos, cerrando el camino de vuelta.

(De prisa)

Cloud aceleró el paso.

(¡Detente!)

Cloud se paró en seco. El resto del grupo, que marchaba en fila india, se golpearon uno detrás de otro, como si de una película cómica se tratase.

– ¿Qué coño haces? ¿Estás loco o qué? – se quejó Barret.
– ¿Has visto algo? – preguntó Red poniéndose al lado del ex-SOLDADO. Le miró a los ojos y vio que tenía la mirada perdida. Se dio cuenta de que ni siquiera le había escuchado – Oyes voces, ¿verdad?

Esta pregunta devolvió a Cloud a la realidad.

– Así es.
– ¿Te está guiando?

Cloud asintió. Pasó largo rato antes de que volviera a oir la voz de Aerith en su cabeza.

(Ahora. Ve hacia el norte y no pares hasta el final. No mires atrás, ni a los lados)

– ¡Sigamos!

Echaron a correr hacia el norte. Los árboles se movían con brusquedad ahora. A veces parecía que se detenían o que iban hacia atrás, pues los árboles se enredaban unos con otros y se movían en círculos. Una rama enorme cayó cerca de Cloud, que la esquivó rodando por el suelo.

– ¡Nos ataca! ¡El bosque nos ataca! – exclamó Cid. Se quitó el cigarro de la boca y lo tiró en medio de la espesura, con la esperanza de que prendiera fuego y el bosque entero se calcinara.

Seguían corriendo, pero ahora el terreno era inestable. La tierra se elevaba en montículos o se tornaba un hoyo en cuestión de segundos. Los árboles cavaban con sus raíces. Una lluvia de ramas les sorprendió de repente.

Cloud saltó y se encaramó a una de ellas, que de prontó se elevó rápidamente. Saltó antes de que el árbol se lo pudiera llevar a la espesura. Se subió a otra rama, pero hubo de saltar a otra, pues una tercera lo embistió.

– ¡Aaaagh!

Era la voz de Cid. No veía a nadie más. Se dejó caer al suelo, pero la niebla lo envolvía dibujando formas malignas a su alrededor. Estaba sudando. Echó a correr de nuevo. Un árbol entero se había inclinado sobre el camino y lo esperaba golpeando con todas sus ramas. Desenvainó la espada y la alzó sobre su cabeza. Notó como la punta de la espada tocaba el suelo. Entonces describió un arco y un haz espada se dirigió hacia el tronco, partiéndolo en dos. El haz, se dividió en muchos otros que cortaron decenas de ramas de los árboles cicundantes. Vincent apareció tras él.

– Debemos salir de aquí en cuanto antes. Este bosque está maldito – respiraba con esfuerzo.
– Lo sé. ¿Dónde están los otros?
– Acabo de ver a Tifa deshaciéndose de una árbol que intentaba apresarla entre sus ramas.

Cid apareció en escena. Pegó un frenazo que le hizo derrapar.

– ¿Qué cojones estáis esperando? ¡Corred! Hay que salir de aquí.

Echaron a correr una vez más. Cloud vio claridad al final. Sintió el aire fresco. Vio una rama que se acercaba a toda velocidad. Brincó con maestría para esquivarla, pero Cid no tuvo tanta suerte y salió despedido hacia arriba. Finalmente llegaron al final del camino y salieron del bosque. Llenaron los pulmones de aire fresco y se dieron media vuelta. El bosque acababa en una línea recta. Era antinatural.

Pudieron oir los gemidos de Tifa, y luego un rugido de Red. Una llamarada asomó no muy lejos, en el interior del bosque. Red y Tifa aparecieron en breve, exhaustos. Al poco tiempo salió Cid. Tenía una rama clavada en el muslo derecho. La herida sangraba abundantemente. Yuffie fue la siguiente, pero ella saltó desde lo alto de un árbol. Contó a los allí presentes y volvió su mirada hacia el bosque, esperando a Barret.

Pasó un rato, pero no había movimiento. El bosque parecía haber enmudecido; y Barret también. Empezaron a inquietarse.

– Entraré a buscarle – dijo finalmente Cloud.
– Es peligroso – le advirtió Tifa.
– ¿Prefieres largarte y dejar ahí dentro a Barret?

Cloud enfiló el camino. Justo cuando puso un pie en él, hubo una gran explosión que lo hizo caer al suelo rodando. Luego hubo otra, y otra. Finalemente vieron aparecer a Barret. Corría hacia atrás mientras lanzaba granadas a diestro y siniestro.

– ¡AAAAAAGH! ¡Hijos de puta! ¡Moriiiiiid! ¡Me cago en vuestra puta madre, malditos cabrones!

Sin darse cuenta se hallaba fuera del bosque. Se dio la vuelta y vio al resto del grupo. Dejo de disparar y se echó al suelo.

– No quiero ver más plantas en toda mi vida.

2 respuestas to “Capítulo XX – Nueve”

  1. Kuraudo said

    «Se oían sonidoS de tierra removiéndose»

    – Tienes ojos penetrantes, pequeña ninja – le loó Vincent.

    que es loó?? ^_^¡

  2. tuseeketh said

    Kuraudo,

    «loó» es la tercera persona del singular del pretérito perfecto simple del verbo loar.

    http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=loar

    Saludos.

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