Capítulo XX – Cuatro

9 noviembre 2007

Vincent se arremolinó bajo su capa y brincó de forma ingrávida. Dio varias vueltas alrededor del dragón, que lanzaba bocanadas de fuego a la desesperada cual vaca que intenta espantar a una mosca con el rabo. Barret, cargó las granadas en su brazo-arma y Yuffie se apostó tras una columna, esperando el momento oportuno para propinar uno de sus cortes. Tifa se ajustó los guantes y se plantó frente al dragón. Parecía no tener ningún miedo. Aerith se puso a la retaguardia, esperando a que alguien necesitara ser sanado. Cid se encendió un cigarrillo y miró al dragón mientras se apoyaba en su lanza. Red se lanzó al ataque sin pensárselo dos veces. Cloud, permaneció inmóvil.

Vincent aterrizó junto a Barret. Después de decirle algo al oído volvió a describir circulos en torno al dragón. Red rodeó a la bestia y trepó por el rabo. Notó como se le helaban las patas al entrar en contacto con las escamas del dragón. La bestia intentó morder a Red sin éxito. El Nanaki era demasiado ágil y el dragón tenía muy limitados los movimientos, contando que Red se encontraba en su lomo.

El ex-Turco aterrizó finalmente en la cabeza del dragón. Alzó su brazo dorado y lo clavó con furia en el morro del animal. El dragón rugió profundamente y todo el templo se sacudió.

– ¡Ahora, Barret! – ordenó Vincent.

Barret disparó una granada que fue a parar al interior de la boca de la bestia. Hizo explosión y una nube de llamas de colores salió por la garganta del dragón, extendiéndose por todo el techo de la estancia.

– ¡Ahora ya no nos puede escupir fuego hasta que reponga todo el gas en sus entrañas! – informó Vincent – ¡Yuffie, Tifa!

En ese momento las heroínas del grupo corrieron hacia el monstruo, que estaba algo aturdido. Tifa le golpeó varias veces en el pecho, pero fue como golpear contra una montaña. Yuffie, lanzó varios cortes hacia una de sus patas, pero sólo logró abrir una pequeña brecha.

– ¡Es muy duro!

Cuando se hubo recuperado, el dragón alzó su enorme pata e intentó aplastar a Tifa, que esquivó sin problemas el ataque con varias piruetas. El dragón repitió el ataque con la otra pata delantera, pero esta vez sobre Cid. El capitán se hizo a un lado justo antes de ser aplastado.

– ¡Coño! ¡Serás mamón! – exclamó a la vez que clavaba su lanza en mitad de la garra del dragón.

El animal retiró la mano instintivamente. Había enfurecido de veras. Buscaba a Cid con la mirada. En ese momento, Vincent pasó fugazmente frente a sus ojos, encajando un disparo en el ojo derecho. El dragón se puso a dos patas, rugiendo, loco de ira. Yuffie no tardó en aprovechar ese momento para lanzar un corte extraordinariamente grande hacia su garganta. La piel del dragón se abrió como si alguien hubiese tirado de una cremallera invisible, expulsando un chorro de sangre negra y ardiente.

Cloud observaba la escena impasible. Sentía que debía ayudar a sus compañeros, pero no podía. Sentía un miedo que iba más allá de la fiereza del dragón. La sombra de su pasado había cubierto por completo la estancia, y no le dejaba ver más allá de sus miedos más profundos. El recuerdo de Sephiroth derrotando a aquel dragón de un solo golpe le aterrorizaba. Un sentimiento muy distinto a la admiración que sintió aquel funesto día. Ahora que conocía los planes de Sephiroth le temía más que nunca. ¿Qué poder tenía el Sephiroth actual que le permitía hacer aparecer a aquella criatura de la nada? ¿De verdad era capaz de invocar a Meteorito y destruir el planeta?

La lucha proseguía. Red saltó hacia la herida del dragón y clavó sus garras en ella. Mordió con fuerza en el interior, desgarrando cualquier músculo que se cruzaba con sus mandíbulas. El dragón le clavó sus garras y lo lanzó con toda su fuerza contra una columna. La columna se partió, al igual que los huesos de Red. El Nanaki cayó abatido e inconsciente. Aerith corrió a su encuentro.

EL dragón empezó a moverse de un lado al otro y a repartir coletazos. Las columnas iban cayendo y el templo se estremecía. Uno de los coletazos impactó en Barret, que salió despedido y chocó contra la pared del fondo. Nadie se atrevía acercarse a la iracunda criatura. Tan solo Vincent, que parecía un fantasma revoloteando y disparando esporádicamente. Entonces Cloud empezó a caminar lentamente hacia el dragón. Miró a un lado y vio a Aerith con las manos posadas sobre Red, que ya había recuperado el conocimiento.

– ¿Qué pretendes hacer con este dragón, Sephiroth? – preguntó Cloud en voz alta. Captó la atención del dragón – Por qué no te muestras tú mismo.

Por los orificios nasales del dragón asomaron unas pequeñas llamas. «No puede ser», pensó Vincent.

– ¡No le tengo miedo! – exclamó Cloud.

El dragón rugió con fuerza y una enorme llamarada salió por su boca, directa hacia Cloud. Entonces, Yuffie saltó y se interpuso en la trayectoria. La llamarada impactó de lleno en la joven ninja. Todos miraban con la boca abierta hacia la muchacha. Cayó al suelo de bruces, pero se incorporó rápidamente.

– ¡Eh! ¡Tengo un Tetraelemental!, ¿Recordáis?

Cloud recordó fugazmente el día en que decidió adoptar a Yuffie como pupila. Ahora, ella acababa de salvarle la vida. Era una gran luchadora, y acababa de demostrar gran valentía. Los gritos de Vincent le sacaron de su ensimismamiento.

– ¡Debemos marcharnos! ¡No podemos derrotarlo! ¡El templo se vendrá abajo!

Aquellas palabras resonaron en la cabeza del ex-SOLDADO. «No podemos derrotarlo». «Sephiroth lo mató de un sólo golpe», pensó. Se dio cuenta, justo en ese instante, de que jamás lograría vencer a Sephiroth. Era demasiado poderoso. Miró al dragón a los ojos. Sintió rabia. Desenfundó su espada. «Voy a acabar contigo».

Echó a correr empuñando su espada. El dragón no vaciló y, en cuanto lo tuvo a su alcance, estiró su cuello para atraparle entre sus fauces. Cloud lanzó un revés con su espada que impactó de lleno en la mandíbula inferior de la bestia, que se desencajó. El cuello del dragón se retorció de forma dolorosa. Sin detenerse a pensar, Cloud cercenó la pata derecha con un enorme corte limpio de su espadón. Como un acto reflejo, el dragón intentó morder de nuevo a Cloud, pero éste asestó un nuevo corte que partió definitivamente la mandíbula del monstruo. El dragón cayó de lado, profiriendo un grito desgarrador que Cloud, cegado por su ira, apenas escuchó. El ex-SOLDADO brincó, posándose sobre el costado del dragón. Alzó su espada con la punta hacia abajo y la hundió con fuerza bajo la piel escamosa. Había ganado. El dragón había muerto. La sombra de su pasado se había esfumado. «Ya no me das miedo, Sephiroth».

Todos aplaudieron y felicitaron a Cloud por la hazaña.

Cuando hubo pasado todo, se acercaron al altar que había al final de la habitación. Se habían dado cuenta de que éste había empezado a emitir una pálida luz. Una especie de maqueta del templo flotaba ingrávidamente sobre el altar.

– ¿Qué coño es esto? – preguntó Cid mientras tiraba el cigarrillo al suelo y lo pisaba con chulería.
– Parece una representación en miniatura del templo – explicó Tifa.
– ¿No me jodas? Eso ya lo había visto yo – repuso Cid mientras se encendía otro cigarrillo.
– Es más que una maqueta – apuntó Cloud -. Mirad, aquí hay unos pájaros moviédose. Es una imagen real del estado del templo.
– ¡Qué pasote! – exclamó ilusionada Yuffie. Quiso coger la maqueta, pero en cuanto la rozó todo el templo empezó a tambalearse.
– ¡Deja eso niñata! – le espetó Barret – Nos vas a matar a todos.
– Habló el ser racional número uno – se quejó la muchacha.
– ¡Más que tú!
– Silencio, por favor. Un momento – rogó Aerith mientras alzaba la mano. Empezó a pasearse por la estancia. Parecía que alguien le estuviese estirando de la oreja – Sí… ajá… – hablaba con algún interlocutor invisible – Ya veo. Claro. Muy bien – volvió a reunirse con el grupo – Escuchad. Los Ancianos me han dicho que… todo el templo está hecho de Materia Negra.
– ¿Cómo? – preguntó Vincent.
– ¿Esto es Materia Negra? – preguntó Tifa, que sostenía un pedazo de piedra que se había desprendido.
– No, no es eso. Veréis… en realidad el templo en sí es la Materia Negra.

Silencio.

– ¿Cómo se supone que se obtiene? – preguntó Cloud.
– El templo tiene la capacidad de empequeñecer hasta caber en la palma de una mano. Sólo tienes que acertar los acertijos que los Arcanos dejaron aquí.
– Pues salgamos y resolvamoslos antes de que lo haga Sephiroth.
– No es tan fácil. En realidad debes resolverlos en este mismo altar. Quien acierte los acertijos debe estar dentro del templo, y empequeñecerá junto a él. No podemos hacer algo así.
– Sephiroth tiene muchos lacayos – terció Vincent -. Para él no sería nada sacrificar a uno de ellos para conseguir su objetivo.

Tras pensar un rato, Cait Sith habló.

– Yo lo haré.

2 respuestas to “Capítulo XX – Cuatro”

  1. Kuraudo said

    «- ¡Coño! ¡Serás mamón! – exclamó a la vez que clavaba su lanza en mitad de la garra del Dragón.»

    «Captó la atención del dragón – ¿Por qué no te muestras tú mismo.»?

    «Sólo tienes que acertar los acertijos que los Arcanos dejaron aquí» ( «Ancianos» ??? )

  2. tuseeketh said

    Kuraudo,

    a veces las preguntas no necesitan interrogantes. Por otro lado, escribí arcanos adrede. Si miras la definición de la palabra verás que encaja bastante bien.

    Saludos y gracias.

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