Capítulo XX – Cinco

9 noviembre 2007

Tras recibir la ofrenda de Cait Sith, el grupo se quedó pensativo. Fue Cloud el primero en hablar.

– Me parece justo.
– ¿Justo? – repuso Tifa contrariada – ¿Te parece justo que Cait Sith se quede encerrado aquí dentro para siempre?
– Sí.
– Tranquila Tifa – le explicó el robot – Esto no es más que un robot. Yo seguiré mi vida aquí, en Midgar.
– ¿Cómo? – Tifa no entendía nada.
– Supongo que Cloud… – prosiguió el robot, pero esta vez sin vocalizar y con la voz ronca que Cloud tanto aborrecía – os lo explicará a todos más tarde. Ahora no debéis perder tiempo – se encaró con Cloud -. Ella está bien, podéis estar tranquilos.
– ¿Quién es ella? ¿De qué coño va todo esto? – Barret empezaba a perder la paciencia, como de costumbre. Atar cabos no era su tarea favorita y no le molestaba mostrarlo abiertamente.
– No hay tiempo – dijo Cloud dando por concluida la conversación -. Debemos salir.
– Antes de que os marchéis, quiero daros esto – el robot introdujo uno de sus brazos por la boca y sacó un pequeño aparato negro -. Es el PHS a través del cual me comunicaba con vosotros. No quisiera empezar el proceso antes de que hayáis salido afuera. Cuando salgáis, dadme un toque.

El pequeño aparato llamó la atención de todos. La voz de Sith ya no parecía venir del robot, sinó del PHS. Ya no cabía ninguna duda de que quien les hablaba era una persona desde algún lugar remoto. Barret no tardó en percatarse de que el PHS tenía el logotipo de Shin Ra impreso en el lateral.

– ¡Maldito Shin Ra!
– ¡Barret! Luego os explicaré a todos de qué va todo esto. Ahora debemos irnos de aquí.
– Suerte – se despidió Sith antes de colgar.

Barret no se quedó muy convencido, pero no le quedó más remedio que seguir al resto. El grupo salió de la sala y deshizo el camino hasta el reloj gigante de madera. Las agujas marcaban las seis en punto. Vincent se adelantó y volvió rápidamente.

– Parece ser la salida.

Pasaron uno por uno por la pasarela intentando no mirar atrás. Todos iban absortos en sus pensamientos, y muchos esperaban una explicación de todo lo que acababa de suceder.
El hueco les condujo a una pequeña sala sin más adornos que una antorcha a cada lado para iluminar lo justo. Una puerta de piedra maciza que había tras tres escalones al otro lado conducía al exterior. Aerith se adelantó. Justo en el momento en que puso un pie sobre el primer escalón, la estancia empezó a temblar. «Ya decía yo que no podía ser tan sencillo», pensó para sus adentros Barret. La pared empezó a resquebrajarse. Tras varias explosiones internas, un enorme brazo huesudo asomó justo al lado derecho de la puerta. Enseguida asomó su análogo izquierdo y, sobre a puerta, empezó a asomar la cara de una criatura horrible. Poco a poco, el cráneo alargado emergía sobre Aerith, que se echó atrás y se reunió con el resto. Cloud desenvainó su espada mientras Vincent ya acariciaba el gatillo de su rifle. Pero la criatura no salió de la pared. Clavó sus cuencas en cada uno de ellos durante unos instantes y luego dejó caer los brazos muertos.

– ¿Qué cojones es esto? ¿Una pared con brazos y… cabeza? – preguntó Barret sin poder disimular su cara de asco.
– Parece ser un centinela – apuntó Red.
– Esperad un momento – les rogó Aerith, que se arrodilló en mitad de la sala. Pasó un rato inmóvil antes de volver a abrir los ojos. Se incorporó y sonrió al grupo – Tranquilos, es un guardián del templo. Se encarga de no dejar pasar a aquéllos que representen una amenaza.
– Entonces Sephiroth se encuentra dentro del templo – se apresuró a decir Vincent. Parecía haber estado dando vueltas a esa idea desde hacía rato y por fin había encontrado un indicio que le había llevado a esa conclusión.
– ¿Por qué dices eso? – le preguntó la última de los ancianos.
– Es evidente que Sephiroth es una amenaza para el planeta, y más tras haber visitado el templo. No conozco la fuerza de este guardián, pero me atrevo a decir que si Sephiroth hubiera pasado y el guardián hubiese intentado detenerle… ahora mismo no sería más que un puñado de polvo.
– A lo mejor se han enfrentado – intervino Barret -. Mira el estado del guardián, ¡Es deplorable! Parece un saco de huesos podridos.
– En todo caso no tenemos más remedio que intentar atravesar la puerta – concluyó Cloud, demostrando una vez más su sentido práctico.
– Yo iré primera.

Aerith anduvo lentamente hacia la puerta. Cuando puso el pie en el primer escalón el guardián bajó la cabeza y la miró con las cuencas de su maltrecho rostro. Subió los tres escalones y abrió la puerta. Se volvió hacia los demás.

– ¡Es la salida!

Este mensaje animó sobremanera al resto del grupo. Barret corrió hacia la puerta, aunque puso el pie sobre el escalón con sumo cuidado. Bajo la mirada atenta del guardián, el hombretón de Corel pasó sin problemas a través de la puerta. Aerith seguía ante la puerta y hacía un gesto con la mano para indicar que quienfuera que fuese a pasar lo hiciera ya.
Yuffie se adelantó y pasó bajo el guardián intentando disimular su miedo. El guardián dejó ir un pequeño gruñido y Yuffie echó a correr. Salió al otro lado casi rodando. Aerith animó a Cid a pasar mientras seguía riendo.

Cid, usando su lanza a modo de bastón, caminó erguido y orgulloso, sin dejar de mirar al guardián. Dentro de su mente cerrada, creía que su rango de capitán podía influir sobre aquel centinela. Fuera como fuere, el piloto cruzó la puerta.

Ya sólo quedaban Red, Vincent, Tifa y Cloud. Fue éste último quien se decidió a cruzar la puerta. Envainó su espada y enfiló la escalera. Cuando puso el pie sobre el primer escalón el guardián lo miró con detenimiento. Cloud esperó un tiempo prudencial y posó el otro pie sobre el segundo escalón. Cuando intentó alcanzar el último, uno de los brazos del centinela se sacudió con violencia y golpeó a Cloud con fuerza. El ex-SOLDADO salió disparado y se golpeó contra la pared.

– ¡Cloud! – gritaron todos al unísono.

Aerith y los demás corrieron a reunirse con él. Cloud se levantó sin problemas y se tocó la cabeza.

– ¿Estás bien? – le preguntó Aerith.
– Sí.
– ¿Por qué no le ha dejado pasar? – le espetó Vincent a Aerith, como si ella tuviera la culpa.
– No… no lo sé. Debe ser una confusión, Cloud no puede representar una amenaza para el planeta.
– Quizá es porque fue amigo de Sephiroth – sugirió Tifa.
– Eso es absurdo – repuso Cloud moviendo la mano por delante de su cabeza, como si quisiera apartar esa idea por completo. Era un gesto típico de él cuando alguien nombraba a Sephiroth y su pasado.
– Está bien, que pruebe otra persona y veremos qué ocurre – ordenó Aerith.
– Iré yo.

Red se acercó hasta el primer escalón y miró al guardián, temeroso. Posó una de sus patas sobre el escalón y luego la siguiente sobre el otro.
Nada.
Subió hasta la puerta y la empujó con la parte superior de su cabeza.
Nada.

– ¡Sin problemas! – exclamó, aunque era evidente.
– Está bien, Cloud. Prueba de nuevo.

Cloud desenvainó su espada de nuevo y corrió hacia la puerta. Subió los tres escalones de golpe. El gardián rugió con furia e intentó golpearle. Cloud saltó hacia atrás y aterrizó con una pirueta. Contra todo pronóstico, el guardián no se tranquilizó, y su ataque continuó. Estiró su brazo y agarró a Cloud por la pierna. Lo alzó para lanzarlo contra la pared, pero el impacto del rifle de Vincent le hizo soltar al ex-SOLDADO. Furioso, el centinela mostró sus dientes podridos pero capaces aun de quebrar huesos a Vincent.

– Creo que acabas de convertirte en otra amenaza – le dijo Cloud en tono de burla. Esta era su forma de agradecerle su ayuda.
– Tifa, Aerith, Red – gritó Vincent – Salid de aquí. Cloud y yo nos las vamos a ver con esta bestia.
– Ni hablar, yo también me quedo – protestó Red.
– ¡Haz lo que te digo, estúpido! – le espetó Vincent. Todos se quedaron sorprendidos ante aquella reacción – Cuantos menos tengamos que pasar por esa puerta bajo estas condiciones, mejor. ¡Largo de aquí todos!

Nadie se atrevió a protestar. Tifa salió disparada por la puerta y, tras ella, Red. Aerith se volvió justo antes de atravesarla y miró a Cloud. «¿Por qué?», se preguntó. Cloud asintió con la cabeza, indicando que todo iba bien. Se marchó.

– Bien, haremos lo siguiente – le dijo Vincent -: yo le voy a disparar de tal manera que no sabrá ni de donde le vienen los tiros. Aprovecharás para huir.
– ¿Cómo piensas escapar tú? – le preguntó Cloud, aunque creía saber cual sería la respuesta.
– Me inventaré algo.
– De ninguna manera, tu plan no vale. Debemos encontrar la manera de salir los dos.
– ¿Sugieres algo mejor? – le preguntó Vincent con la voz ronca. De pronto, se puso a vomitar.
– Vincent, ¿te encuentras bien? – le preguntó Cloud, arrodillado a su lado.

El ex-Turco no respondió. Dejó ir su rifle y se apoyó con ambas manos en el suelo. Vomitaba sangre.

– ¡Maldita sea, Vincent! ¿Qué ocurre? – Cloud se estaba preocupando de veras. Intentó recordar algo de sus clases de auxilio en la academia de SOLDADO, pero no recordó nada acerca de vómitos con sangre. En vez de encontrar una solución, sólo logró un pinchazo en la sién y un horrible dolor de cabeza.

Vincent empezó a gruñir. Su boca parecía estar creciendo. Cloud miraba atónito como la cara de su compañero se deformaba lentamente. Matas de pelo empezaron a brotar de las mejillas del ex-TURCO.

– ¡Vincent!

Con los ojos en blanco, Vincent se alzó y aulló con más fuerza. Parecía que le costaba mantenerse sobre dos patas. Ya tenía la mayor parte de su cuerpo cubierta de pelo gris con reflejos violeta. La cara nada tenía que ver con la que Cloud recordaba, parecía un lobo con forma de hombre. Cloud lo comprendió enseguida. Vincent era un licántropo. Pero, ¿Cómo no se había dado cuenta hasta ahora? Además, no había luna llena. Es más, ni siquiera era de noche.
La masa muscular de Vincent creció hasta casi desgarrar su traje.

– Vincent, ¿Me reconoces?

El hombre-lobo miró a Cloud de arriba a abajo. Un hilo de baba le colgaba de la boca y respiraba con dificultad. A pesar de que no hubo respuesta, tampoco hubo una reacción que llevara a Cloud a tratar de defenderse de él. Era extraño, Cloud tenía entendido que los licántropos perdían su memoria al transformarse, pero Vincent parecía estar cuerdo dentro de lo que cabía.

El guardián rugió, intentando llamar la atención de ambos. Vincent rugió más fuerte y se dirigió hacia él de un brinco. Cloud jamás había visto una velocidad como aquella. El hombre-lobo saltaba de un lugar a otro tan rápido que le costaba seguirlo con la mirada. Mientras tanto, los zarpazos iban haciendo mella en los huesos podridos del guardián. Cloud salió de su ensimismamiento e hizo lo primero que se le ocurrió. Estiró ambos brazos y un rayo salió disparado hacia la cabeza del centinela. Intentando protegerse, la bestia cruzó los brazos frente a su cara. Vincent aprovechó para encaramarse por la pared clavando sus zarpas y, de un mordisco, destrozó uno de los brazos.
Aprovechando ese momento de locura, Cloud recogió el rifle de Vincent y se posó frente a la puerta.

– ¡Vamos, Vincent!

Vincent lo miró y luego miró al monstruo enfurecido que movía su otro brazo en todas direcciones. Parecía estar debatiéndose entre su sentido común y su furia asesina. Deseaba matar a aquella bestia, pero en sus adentros sabía que lo que debía hacer era marcharse cuanto antes del templo. Finalmente echó a correr. Ambos salieron al aire libre.

– ¡Ya están a…! Pero, ¿Qué?

Cloud hizo un gesto de calma con las manos e indicó a todo el mundo que se apartara. Vincent quedó en el medio, cegado por la luz del sol. Empezó a revolcarse por el suelo y a aullar de dolor. Se arañó la cabeza y los brazos. El pelo de su cuerpo empezó a caerse. Su cabeza tomaba su tamaño natural una vez más. Tras un último espasmo, quedó tendido en el suelo boca arriba, dormido.

– ¿Qué le ha pasado a Vincent? – preguntó Tifa, que todavía estaba agarrada del enorme brazo de Barret. El espectáculo le había sobrecogido.
– Parece que Vincent es más de lo que parece – dijo Cloud.

Una respuesta to “Capítulo XX – Cinco”

  1. Kuraudo said

    el robot se-metió uno de los brazos por la boca y…

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