Capítulo XVII – Tres

9 noviembre 2007

El grupo se echó atrás. Tenían a escasos metros al mismísimo Sephiroth, el mismo que era capaz de derrumbar montañas y abrir los mares a su paso. Su largo pelo, lacio y blanco como la nieve, ondeaba con su caminar. Su cara era inmaculada, ni una sola arruga o imperfección tenía cabida en su piel. Su mirada expresaba inteligencia, raciocinio, conocimiento, sabiduría. Parecía el ser humano perfecto. Visto así, caminando tranquilamente hacia ellos, parecía un ser bello e inofensivo.

Cloud caminó hacia él. Parecía ser el único que no sentía miedo.

– Estar aquí me trae recuerdos… – dijo Sephiroth distraídamente, mirando hacia las bibliotecas vacías. Se volvió hacia Cloud – ¿Vas a participar en la Unión?
– ¿De qué estás hablando? Ni siquiera sé qué es la Unión.
– Jénova participará en la Unión.
– ¿Jénova?
– Se fundirá con todos nosotros y se convertirá en una calamidad estelar. Debe emprender de nuevo su viaje.
– ¿Una calamidad estelar? Así que, ¿Jénova no es un Anciano?

Sephiroth entornó los ojos y resopló. Lo que acababa de decir Cloud parecía haberle molestado.

– Quizá no tengas derecho a participar en la Unión.
– ¿En qué consiste? ¿Por qué creías que tenía derecho a participar?
– Tendrá lugar lejos, al norte. Atravesaré el monte Nibel y me dirigiré hacia allí. Si quieres averiguarlo, sólo ven.

Sephiroth se elevó en el aire.

– ¡Espera, Sephiroth! Tengo muchas preguntas que hacerte. Yo…
– Ten, quizá lo necesites – interrumpió Sephiroth mientras arrojaba una esfera verdosa a Cloud. Acto seguido desapareció sobrevolando a los demás, produciendo un torrente de aire que movió todos los papeles del escritorio. El grupo suspiró aliviado. Se habían dado cuenta de que, a la hora de la verdad, ninguno de ellos tenía el valor suficiente para hacerle frente a Sephiroth.

Tras un momento de silencio, Cloud se volvió hacia sus compañeros. Guardó la Materia que Sephiroth acababa de regalarle. ¿Por qué lo había hecho? Al hablar con su antiguo compañero le había parecido que el tiempo no había pasado. Hablaba con él como si nada hubiera ocurrido hacía cinco años. Cloud no entendía nada. ¿Qué tramaban Sephiroth y Jénova? Debía seguirle allá donde fuera y averiguarlo. Pero antes, debía averiguar qué había ocurrido con su ciudad. A medida que su viaje seguía, había más cosas que no entendía.

– ¿Cómo ha ido? – se atrevió a preguntar Tifa.
– Está tramando algo. Algo gordo. Jénova está utilizándole.
– ¿Jénova? – gritó Barret. Todavía le entraban náuseas al escuchar ese nombre y recordar a la criatura deforme que vio en el cuartel general de Shin Ra – ¿Esa cosa es capaz de tramar algo?
– Quiero irme de aquí – dijo Yuffie, que estaba temblando de arriba a abajo.
– Sí, será mejor que salgamos.

Salieron de la estancia en la que se encontraban. Mientras avanzaban bajo los murciélagos, envueltos por las sombras, Cait Sith instó al grupo a detenerse.

– ¿Qué pasa? – le espetó Cloud.
– ¿Qué hay detrás de esa puerta? – preguntó el robot. Evidentemente sólo él la veía, pues en aquella oscuridad no podían ver nada.

Red hizo arder su cola con fuerza y se aproximó hacia donde señalaba el gato. Efectivamente, una puerta de madera sellada a consciencia se encontraba allí.

– No tengo recuerdos de este lugar – dijo Cloud, extrañado.

Entonces un torrente de aire frío que se colaba por las rendijas de la puerta hizo que se sobresaltaran. Pensaron que era otra gracia de los fantasmas. Entonces, dos pequeños trozos de papel se colaron bajo la rendija y pasaron junto a ellos. Cloud cogió uno al vuelo, demostrando unos reflejos excelentes. El otro fue arrastrado por la corriente hacia arriba.

– Vamos arriba, rápido.

Subieron tan rápido como pudieron por la pasarela de madera. Volvieron a encontrarse en la habitación de la cómoda y la lámpara de aceite. Cloud estiró el papel y todos leyeron sobre sus hombros:

«Tengo que deshacerme de aquellos que se interponen en mi camino, incluso de ése de Los Turcos.

Le modifiqué genéticamente y lo dormí en el sótano.»

– ¿Hay un Turco durmiendo en el sótano? – preguntó Yuffie extrañada.
– Qué extraño… – Cloud no daba crédito. ¿Cómo habían podido colarse esos dos papeles por debajo de la puerta? – Tenemos que encontrar el otro. Quizá quien está ahí abajo pueda ayudarnos a descubrir lo que ocurrió.

Buscaron el otro papel por todo el vestíbulo. De vez en cuando aparecían hombrecillos sin cabeza que intentaban distraerles o algún candelabro que les lanzaba velas ardientes. Tras un tiempo, llegaron a ignorarlos completamente. Finalmente, Red lo encontró. Aulló para que todos se encontraran con él en el centro del vestíbulo. Tenía el papel en la boca. Cloud lo cogió y lo estiró.

«Debo mover rápidamente el disco. Sólo tengo 20 segundos. No puedo pasarme mientras giro. No puedo arriesgarme a dejar el código escrito sobre papel. Las cuatro pistas son:

1) Oxígeno.
2) Divertimiento predilecto espectral.
3) Tras el crujido, cinco y dos siniestros; y nueve y seis diestros.

»

– Bien – dijo Cloud suspirando lentamente -, creo que nos encontramos ante un acertijo. Espero que no os importe pasar algún tiempo aquí dentro.

2 respuestas to “Capítulo XVII – Tres”

  1. sombrita2.0 said

    Una pequeña errata: casi al final del texto es «seis», no «séis», y en el capítulo siguiente se repite otra vez un par de veces. Por lo demás, me encanta la novela, cuando la termines, la mandas a una editorial.

  2. tuseeketh said

    sombrita2.0,

    corregido. Gracias por la indicación.

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