Capítulo XIX – Cinco

9 noviembre 2007

El gato mecánico echó mano del pequeño megáfono y gritó por él. Aquello produjo un sonido tan insoportable que Cloud y Aerith cayeron al suelo, tapándose las orejas. Cuando hubo acabado, Cloud vio como el rabo de Cait Sith desaparecía tras el agujero que conducía al área de recreativos.

– Aerith, ve por aquel otro agujero. Quizá podamos acorralarlo.

La muchacha asintió con la cabeza y se lanzó por el agujero. Cloud fue tras Cait Sith. Cuando salió por el otro lado, no vio rastro del gato. Había un hombre con un disfraz de chocobo repartiendo folletos. Decidió ir a preguntarle si había visto algo.

– Perdona, ¿Has visto…?

Cait Sith apareció sobre el hombre; se agarró a la cabeza de Cloud y empezó a arañarle la cara con furia.

– ¡La piedra es mía! – gritó.

El ex-SOLDADO le golpeó con el puño, lo cogió de la cabeza y lo arrojó con todas sus fuerzas contra la pared. El gato chocó con un sonido metálico y cayó por el agujero que conducía al área de batalla. «Maldición». Fue tras él.

Cuando atravesó la apertura y se acostumbró a la luz, vio a Cait Sith subiendo las escaleras a toda prisa. Subió tras él, pero cuando llegó arriba se vino abajo. Se había escabullido entre la multitud. Era imposible encontrarlo entre tanta gente. Se agachó e intentó buscarlo sin éxito. Pensó que, tarde o temprano, debía atravesar la escalera de nuevo para huir. Bajó la escalera y se sentó a esperar.

De pronto, todo el mundo empezó a gritar y una avalancha humana bajó por las escaleras. Cloud miró perplejo el panorama.

– ¡Fuego, fuego! – gritaban algunos.
– ¡Esto va a incendiarse! – decían otros.

Sin duda se trataba de otra jugarreta de Cait. Cloud vio algo brillante moverse entre las piernas de la multitud. Se lanzó para capturarlo, pero notó como la capa del gato le rozaba las yemas de los dedos mientras se le escapaba. Por lo menos, pudo intuir en qué dirección se había marchado: la montaña rusa.

Una vez más, tomó el mismo camino que el fugitivo. Salió a la pasarela y vio como un tren empezaba a salir de la estación. Cait Sith estaba montado en el último vagón, haciendo gestos de burla. Cloud corrió hacia él, pero el brazo de una mujer lo detuvo.

– Lo siento, señor, pero tendrá que esperar al siguiente tren para montar.

Ignorando a la mujer por completo, Cloud apartó el brazo y saltó hacia el tren que empezaba a coger velocidad. El gato, al verlo, saltó hacia el vagón delantero. Cloud pudo agarrarse justo a tiempo. El tren empezó a coger una velocidad considerable. El ex-SOLDADO trepó como pudo y se subió al pequeño vagón. Pudo ver a Cait Sith saltando de vagón en vagón, molestando a las personas que intentaban disfrutar de la atracción. Cloud hizo lo mismo. No le importó pisar la cara de más de uno, o dislocarle el hombro a más de otro. La Piedra Angular era lo más importante en ese momento.

La agilidad de Cait era sorprendente. No parecían afectarle las sacudidas del tren. El robot jugaba en campo propio, y conocía el trayecto de la montaña rusa como la palma de su mano. De repente, vino una pendiente prácticamente vertical que Cloud no esperaba. Resbaló y cayó por un costado. Se golpeó la cadera contra la vía. El roce del metal le produjo un corte limpio que llegó a tocarle el hueso.

– ¡Aaaah!
– ¿Estás loco o qué? – le gritó una mujer que estaba sentada en el vagón. Cloud se dio cuenta de que se había agarrado a su chaqueta y le había desgarrado la manga.

Tiró con más fuerza y subió de nuevo al vagón. Cait Sith ya estaba en la parte delantera del tren. Hubo una frenada y Cloud salió despedido varios vagones hacia delante. Cayó en un vagón vacío, y la barra de protección bajó debido al golpe. Cuando intentó salir, se dio cuenta de que la barra se lo impedía. Podía oír las carcajadas de Cait Sith, no muy lejanas. La herida de la cadera sangraba sin parar y el dolor se hacía insoportable. Le faltaba el aire.

– ¡Quédate en tu asiento y disfruta de la atracción! – le gritó el robot.

La rabia consumía a Cloud, que se iba encendiendo cada vez más. No estaba dispuesto a dejarse ridiculizar por un simple robot. Se reprochaba a sí mismo no haber visto antes que Cait Sith era un espía. Notaba como la ira crecía en su interior y recorría sus venas. Su corazón se aceleraba. No era normal en Cloud dejarse llevar por sus sentimientos, pero no podía remediarlo.

– ¡¡¡Maldito traidoooooooooor!!! – gritó mientras logró estirar sus piernas, haciendo que la protección saltara por los aires.

El robot vio los ojos de Cloud inyectados en sangre y su sonrisa desapareció. Miró hacia delante para comprobar cuando acababa el trayecto. No le quedaba mucho. El tren seguía frenando paulatinamente. Cloud cogió al vuelo la barra de protección que acababa de destrozar y la lanzó contra Cait Sith. La barra impactó de lleno en la cabeza del despistado robot, que cayó al vacío. La góndola en la que habían montado Cloud y Aerith hacía sólo un rato pasaba bajo la montaña rusa, casualmente. Cait Sith cayó de espaldas sobre el techo de la góndola. Abrió los ojos y vio una silueta que se interponía entre los fuegos artificiales. Era Cloud. Dio varias vueltas sobre sí mismo para salvarse. Cloud cayó con fuerza y atravesó el techo. La góndola se tambaleó peligrosamente. Cait Sith no pudo evitar deslizarse hasta el borde. Se aferró con sus garras para evitar la caída.

– Lo siento – le dijo Cloud a la pareja de jóvenes que había dentro y que lo miraban como si hubiese bajado del mismo cielo.

Saltó hacia afuera. Buscó al gato con desesperación. Cojeaba a causa de la herida en la cadera. No tardó en comprobar que Cait Sith se encontraba en clara desventaja. Se asomó y lo vio, cogiendo con una mano la Piedra angular y aferrándose a la vida, si es que tenía alguna, con la otra.

– Dame la piedra, Sith.
– ¡Ni hablar! Antes me tiro al vacío – le respondió el gato con una voz ronca que Cloud no había escuchado hasta el momento.
– Si te tiras, yo iré a buscarte, y cogeré la piedra entre tus restos.

Cait Sith echó una mirada nerviosa a su alrededor.

– Quieres la piedra, ¿Eh? – le dijo el gato mientras sonreía – ¡Pues ven a buscarla! – dicho esto se soltó.

Cloud lo observó caer. Cayó en mitad de la pista de las carreras de chocobos. Se estaba convirtiendo en una persecución sin fin. La herida de la cadera le dolía cada vez más, y el robot era más escurridizo que un pez en el agua. Cloud maldecía el día en que se lo encontró. Se lanzó al vacío una vez más.

Cait corría tanto como podía, pista abajo. Cloud, intentando no pensar en su cadera, corría tras él. Era cuestión de tiempo que desfalleciera y cayera al suelo. Eso, si no se desangraba antes. Echó de menos su espadón, pero más aun su Materia. Cait Sith merecía ser frito por un rayo.

Todo lo malo es susceptible a empeorar, y en esta caso, así fue. Un grupo de chocobos avanzaba hacia ellos a toda velocidad. Cait Sith se hizo un ovillo para proteger la piedra. Cloud no podía arriesgarse a que una pisada de un enorme chocobo acabara de destrozarle la cadera. Trepó por un falso árbol del decorado tan rápido como pudo. Entonces tuvo una idea. Se colgó por los piés y derribó de un puñetazo al último corredor. Montó sobre el chocobo y tiró de las riendas con fuerza. El chocobo dio varias vueltas intentando deshacerse de aquel extraño jinete, pero pronto sucumbió. Cloud le mandó dar media vuelta.

Cait Sith estaba lejos, pero pronto lo alcanzaría. El chocobo iba al galope. Hacía poco que había empezado la carrera y aun estaba fresco. Esperaba coger a Sith antes de que el resto de chocobos hubiera dado la vuelta a la pista.

<¡PERO QUÉ VEN MIS OJOS! UN JINETE HA CAÍDO DEL CIELO Y HA ROBADO UN CHOCOBO PARA CORRER EN DIRECCIÓN CONTRARIA>. El comentarista no daba crédito.

Se acercaban a la línea de salida, en el pabellón de las carreras de chocobos. Cloud estaba a tan solo dos metros del gato. Se aferró a las riendas con una mano y se dejó caer lo suficiente como para coger al robot con la otra mano. Llegaron al pabellón, donde el público no daba crédito. Cloud cogió al fin al robot por la capa, pero éste la desabrochó rápidamente y torció a la izquierda, hacia el área de apuestas. El ex-SOLDADO corrió tras él. La gente se apartaba, incrédula, al ver un chocobo corriendo libremente por el vestíbulo. Los guardias de seguridad intentaron frenarle el paso, pero el chocobo estaba tan excitado que pasó por encima de ellos.

Salieron del vestíbulo. Había un helicóptero a escasos metros de las escaleras que llevaban más allá del área de carreras de chocobos. Era el helicóptero de Shin Ra. Cloud quedó paralizado, recordando el día en que toda la gente de los suburbios fue asesinada vilmente, mientras Los Turcos huían en aquel helicóptero. Entonces Aerith apareció por el hueco que venía del área de recreativos.

– ¡Aerith! ¡Detenle! – gritó Cloud con la voz desgarrada.

Aerith corrió hacia el gato y se lanzó con los brazos estirados. Cait Sith, lanzó la piedra hacia el helicóptero justo antes de ser capturado. Zeng, de Los Turcos, se asomó y recogió la piedra con una sola mano.

– ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! – Cloud no podía creer lo que estaba viendo. La Piedra Angular estaba escapándosele de las manos delante de sus propias narices.

Pero Cloud no estaba dispuesto a cederla tan fácilmente. Se puso de pie sobre el chocobo y saltó con todo el impulso que pudo. El helicóptero empezó a elevarse, pero Cloud pudo asirse a uno de los patines con una mano.

– ¡Un momento, deja de elevarte! – le gritó Zeng al piloto del helicóptero – Estás en desventaja – dijo dirigiéndose a Cloud.
– ¡La piedra es mía! – le respondió éste.
– Lo siento, pero ahora es mía. Estás herido y desarmado. Me sería muy fácil acabar contigo.
– ¿Y por qué no lo haces? – le desafió Cloud, aunque sabía que no tenía ni la más mínima posibilidad.
– No quiero matarte, Strife. Quizá en otra ocasión más justa podamos enfrentarnos.

Cloud comprendió entonces por qué Zeng era el capitán de Los Turcos. No era un ser cruel y despiadado como los demás. No tenía las ansias de matar del resto. Era un hombre sensato y gran amante de la lucha.

– Te tomo la palabra – le dijo Cloud -. Pagarás por esto.
– Te estaré esperando.

El ex-SOLDADO se soltó y cayó al suelo, abatido. Aerith bajó a su encuentro, con Cait Sith prisionero entre sus brazos.

– ¿Te encuentras bien? Vayamos al hotel, tengo que curarte eso.
– Antes creo que Cait Sith tiene que explicarnos muchas cosas.

Una respuesta to “Capítulo XIX – Cinco”

  1. Kuraudo said

    «Montó sobre el chocobo y tiró de las riendas con fuerza.»

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