Capítulo XIV – Cinco

8 noviembre 2007

Tras caer durante varios minutos por un tobogán en espiral cayeron de bruces sobre la arena. Hacía un calor sofocante. Había algunas chabolas construidas con restos de vehículos y de atracciones que cayeron en desuso. En seguida llamaron la atención de unos cuantos bandidos que merodeaban por allí. Vestían pantalones y chaquetas de cuero raídas. Las condiciones higiénicas de aquella gente dejaban mucho que desear.

– ¡Anda! Pero si tenemos nuevos amiguitos… – dijo uno mientras daba una patada a una llanta de coche.
– ¿Habéis sido malos? – dijo con tono jocoso el segundo mientras chutaba una piedra que le daba a Cloud en la rodilla.

Cloud avanzó hacia ellos con paso tranquilo. Cuando estuvo delante, con un movimiento relámpago, sacó su espada y decapitó al que tenía más cerca. Acto seguido giró sobre sí mismo y se colocó tras el segundo, rodeándole el cuello con su brazo.

– Esto es para que veas que voy en serio, saco de mierda. – empezó a decir al mismo tiempo que al hombre se le escapaba el pis – Voy a darte sólo un minuto para que me digas qué es este sitio y cómo se sale de él.
– Va… vale tío, tío, tío, tranquilo, tío – respondió tartamudeando – Esto es la… la prisión de Corel. Estamos rodeados de desierto.
– ¿Cómo se sale?
– ¿Estás loco? ¡No se sale de aquí! – Cloud apretó el cuello del hombre peligrosamente – ¡Ah! Tranquilo tío. Hay… hay una manera. Si consigues el permiso del jefe podrás participar en las carreras chocobo. Si resultas ser una promesa te soltarán.
– ¿Me tomas el pelo? – Cloud estaba pensándose si matarlo ya o dejarlo vivir un poco más.
– Cla… claro tío. A esa gente le da igual que seas un criminal mientras corras bien y des espectáculo.
– ¿Quién es el jefe?
– Se… se llama Dyne – a Cloud se le encogió el corazón. ¿Era el mismo Dyne del que les habló Barret? – Es un tipo con un brazo-arma. ¡Está loco! Nunca os… – Cloud le partió el cuello.

Cuando el cuerpo del hombre cayó distinguió a alguien sentado sobre los restos de un coche rojo. Era Barret. Hizo una seña al grupo para que se quedaran quietos y se reunió con él.

– Hola, Barret.

El líder de Avalancha se giró lo justo para asegurarse de que la voz de Cloud no había sido una alucinación.

– No tendríais que haber venido sólo por mí. Ahora nunca saldremos. Es el fin. – Barret se incorporó y se metió en una chabola.

Todos se reunieron con Cloud y le interrogaron. Cuando estuvieron al corriente de la situación acompañaron a Cloud dentro de la chabola. Dentro estaba Barret, apoyado contra una pared, de espaldas a ellos. Maldecía en voz baja.

– ¡Barret! – gritó Tifa.
– ¡Maldita sea! No me sigáis – Barret levantó el brazo-arma y empezó a disparar. Todos se echaron al suelo, atónitos. Dejó de disparar tras dejar el sofá como un colador. Fue tranquilamente detrás del sofá y sacó el cadáver acribillado de un hombre. – Necesito estar solo.
– Esa es la forma de actuar de Cloud – saltó Aerith – Estoy bien, dejadme solo, no tengo ganas de hablar – dijo imitando a Cloud con un voz grave. A Cloud le molestó.
– Barret, será mejor que nos cuentes qué te preocupa.

Tras meditar un rato, Barret empezó a hablar.

– He oído que Dyne anda por aquí. Tengo que pedirle perdón, o nunca más dormiré tranquilo.
– Pues pídele perdón y salgamos de aquí.
– ¿Crees que me va a perdonar? Por mi culpa… – Barret miró las caras expectantes de todos. Reparó en el robot con forma de gato que parecía estar interesado también – Hace cuatro años, cuando Dyne y yo volvimos de nuestro viaje, la ciudad estaba en llamas. Cuando dejamos atrás la última montaña del monte Corel vimos la humareda. Un hombre mayor apareció, exhausto. Había huído y nos dijo que los Shin Ra estaban arrasando la ciudad. Yo no pude creerlo. Entonces el hombre murió de un balazo por la espalda. Scarlata y un grupo de soldados lo acribillaron. Cuando repararon en nosotros hicieron lo propio, así que echamos a correr.

>>Corrimos por un barranco de menos de un metro de ancho a toda prisa, pero las balas nos alcanzaron. A Dyne le dieron en el gemelo y… cayó. Pude Cogerle la mano. Le dije que aguantara, que íbamos a salir de aquello. Pero las balas de Shin Ra nos alcanzaron en las manos, destrozándonoslas, de modo que Dyne cayó al vacío. Yo eché a correr y pude salvarme.
– Deberemos hablar con él, sea como sea, él es quien tiene el poder para sacarnos de aquí.
– ¡Cállate, ex-Shin Ra! – gritó Barret furioso, fulminando a Cloud con la mirada – Iré yo a hablar con él. No os metáis en esto. – Barret salió de la chabola dando un portazo, lo que hizo que la puerta se cayera.

Anduvo varias horas por el desierto, y al final dio con el escondite de Dyne. Dejó atrás las interminables dunas y pudo ver un amasijo de escombros que hacían de barrera contra la expansión del desierto. Más allá había un barranco de cientos de metros. En el horizonte, sólo arena. El excesivo calor hacía que la visión fuera borrosa, lo que le daba el aspecto de alucinación.

Barret se secó el sudor de la frente y se sentó sobre un neumático. Echó un vistazo, pero no había ni rastro de Dyne. Entonces oyó un tiro al vacío. «Te tengo», pensó.

Corrió hacia el lugar del que provenía el ruido y vio a Dyne asomado al abismo. Era un hombre de complexión fuerte, pero mucho más delgado que Barret. Sus facciones eran finas y su pelo, violeta. En el interior de sus ojos reinaba un odio muy profundo.

– ¡Dyne!
– Esa voz… – dijo Dyne con una voz rota que denotaba el sufrimiento y el demacramiento que había sufrido los últimos cuatro años – … hacía mucho tiempo que no la escuchaba.
– Dyne, tenemos que hablar, amigo mío – dijo Barret con lágrimas en los ojos mientras avanzaba hacia Dyne tembloroso.

Dyne se giró y le apuntó con su brazo-arma. A diferencia de el de Barret, éste lo tenía en la izquierda.

– No pases de ahí o te pego un tiro.
– Perdóname, Dyne – Barret se arrodilló. Estaba dispuesto a tragarse su orgullo.
– ¿Que te perdone? Por tu culpa mi vida se convirtió en un maldito infierno.
– Lo sé, me equivoqué, no debí…
– ¿Que te equivocaste? ¿Es todo lo que puedes decir? ¡Mírame Barret! Me he convertido en un jodido asesino. Mato a diario, sólo por placer. Me estoy pudriendo por dentro y por fuera en este sitio.
– ¿Por qué no intentas salir?
– ¿Para qué? No necesito ver el vertedero de arriba para acordarme de que mi ciudad está arrasada y toda la gente que conocía está muerta.
– He venido a pedirte disculpas.
– ¡No las quiero!

Dyne empezó a disparar a Barret. Su brazo-arma era más parecido a un rifle. Sus tiros eran precisos. Barret saltó hacia atrás y se cobijó tras unas bigas.

– ¡Dyne, para!
– ¡Cállate!
– ¡Dyne, Marlene está viva!

Dyne dejó de disparar. En sus ojos brillaba una nueva luz surgida de lo más profundo de su corazón. El nombre de Marlene había hecho que una parte del antiguo Dyne tomara el control.

– ¿Está… viva?

Barret salió de su escondite.

– Sí, Dyne. Ven conmigo. Salgamos de aquí y vayamos a visitarla los dos juntos.
– Si está viva… – a Dyne le desapareció el brillo y su mirada asesina volvió a su rostro – Es hora de que se reúna con su madre.
– Dyne, estás loco. ¡Eleanor está muerta!
– ¡Eleanor no merece estar sola ahí arriba!

Dyne rompió a disparar nuevamente y Barret se echó al suelo. Dio un salto y se encaramó por una montaña de neumáticos, pero resbaló y cayó de espaldas al suelo. Miró de reojo a Dyne que le apuntaba directamente en la cabeza.

– ¡Nooo! –

Un montículo de tierra se elevó bajo los pies de Dyne y lo hizo caer justo al lado del acantilado.

– Materia… te has vuelto poderoso, Barret.
– Dyne, por favor, reacciona. Debemos marcharnos de este sitio.
– Hazme un favor. Nunca la hagas llorar.
– ¡No! ¡Dyne, no!
– Dale esto de mi parte – Dyne se quitó un colgante dorado y lo arrojó al suelo, cerca de Barret – Dile que era de su padre, que la quería.

Dicho esto, Dyne se dejó caer por el acantilado con los brazos estirados en forma de cruz.

– ¡¡¡Noooooooooooooooooo oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo oooo!!!

Barret quedó arrodillado, maldiciéndose a sí mismo. Nunca se había sentido tan desdichado. Por su culpa muchas personas perdieron la vida. Su mejor amigo se la acababa de quitar. No pudo soportar la vida a la que él mismo le había condenado. Juró que, aunque fuese lo último que hiciera, protegería a Marlene y le daría todo lo que ella merecía.

– Os vengaré a todos – juró.

2 respuestas to “Capítulo XIV – Cinco”

  1. Kuraudo said

    No pudo soportar la vida a la que Barret le había condenado.

    creo que sería mejor «él» en vez de «Barret» tomando en cuenta que esas líneas son de la misma persona.

    Y falta una letra en una palabra que ya no recuerdo pero que esta por el principio =P

    «AS COOL AS ALWAYS»

  2. tuseeketh said

    Kuraudo,

    faltaba la ele en «habló». Gracias, ya lo he corregido (de paso he quitado una tilde que no tocaba en otra palabra). Finalmente he sustituido «Barret» por «él mismo», ya que Barret es el protagonista del párrafo.

    Gracias por tu ayuda.

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