Capítulo XIII – Costa del Sol

8 noviembre 2007

Explicaron el relato de lo sucedido a Barret y a Tifa que no daban crédito a lo que oían. Las heridas iban remitiendo gracias a Aerith y la Materia sanadora hizo que el brazo de Yuffie volviera a la normalidad.

En el barco reinaba el caos. Los cadáveres que Barret y Tifa dejaron en la planta superior quedaron totalmente encubiertos por la matanza de la que fue protagonista Sephiroth. El capitán forzaba el barco al máximo para llegar a tierra lo antes posible y daba la sensación de que el motor iba a estallar. Yuffie no toleró bien ese aumento de la velocidad y su estómago se lo recordó devolviéndole la carne que se habían comido en la playa de Puerto Junon.

Al fin atracaron. Hacía mucho calor en Costa del Sol. No era de extrañar que tanta gente planeara sus vacaciones allí. Costa del Sol era un lugar paradisíaco, un complejo de pequeños pueblos costeros donde siempre hacía buen tiempo.
Prefirieron echarse al mar y llegar a tierra nadando que salir por la puerta principal, donde seguramente harían controles. Rodearon todo el puerto y decidieron salir en una pequeña cala de un pueblo. Había una posada cerca del mar con una terraza adornada con colores vivos.

– ¡Tú! Queremos una habitación para…
– Lo que quiere decir mi compañero – se adelantó Aerith – es si le quedan algunas habitaciones libres para alojarnos una noche.

El posadero miraba al extraño grupo empapado y al felino que les acompañaba.

– Aquí no pueden entrar animales – repuso.
– Verá, señor, no soy una bestia descerebrada.
– Pero si se enfada podría comerse a un tipo como tú de un sólo bocado, ¿Me entiendes? – le dijo Barret cogiendo al posadero del cuello.
– Cla… claro, perfectame… mente mi estimado cliente. Tenga, las llaves.

Había dos habitaciones. Decidieron repartirlas por sexos. Cuando se hubieron secado, aseado y cambiado, salieron a la terraza. Corría una brisa agradable y el sonido de las olas del mar les relajaba. Pidieron algo de bebida bien cargada de alcohol y pasaron allí la tarde, como si llevaran allí toda la vida y no tuvieran problemas por los que preocuparse. Esa era la magia de Costa del Sol.

– Y entonces cogí a aquél tipo y le dije: «Oye, tú, ¡te he visto!» – todos reían a carcajadas y, Cloud, sonreía. Yuffie estaba explicando algunas anécdotas de su viaje.
– Pues yo recuerdo una vez, que fui a comprar algo de soda a una tienda de Nibelheim… – empezó Tifa que iba algo más hebria que los demás.

Así pasaron horas y horas, riendo y explicando historias. Incluso Cloud logró distraerse durante algún rato, aunque seguía escuchando la voz de Sephiroth retumbando en sus oídos. La voz se oía cada vez más clara. Parecía que Sephiroth estuviera justo a su lado.

– ¡BASTA! – gritó, dándole un golpe a los vasos que había sobre la mesa, derramándolos. Todos dejaron de reír y lo miraron con severidad – Lo siento, seguid charlando, necesito estar solo.

El ex-SOLDADO se marchó y se sentó junto a la orilla del mar para pensar en sus cosas. Le gustaba estar solo. Quería dejar el grupo y emprender el viaje por su cuenta, pero era incapaz de dejar a Tifa a la aventura con Barret y los demás. Además, sentía cierta intriga todavía sobre Aerith. Si Sephiroth era un Anciano, quizá pudiera encontrar algunas respuestas junto a ella.
Ahora que se encontraban en el otro continente, Cloud se sentía más a salvo. Al fin y al cabo, todo el mundo excepto Yuffie provenía de allí. Red venía de Cañón Cosmo, Barret de Corel y Tifa, al igual que él, de Nibelheim. Lo próximo sería observar los movimientos de Shin Ra, pues también seguían a Sephiroth. Pero, ¿Qué buscaba Sephiroth? ¿Qué motivo le había hecho viajar al otro continente? A medida que se alargaba su viaje, Cloud se hacía más preguntas.

Se tumbó y miró al cielo y entonces vio…

– ¡Aerith!
– Hola, feo.
– ¿Hace mucho que estás aquí?
– No, acabo de llegar. Te he visto tan solo… ¿Necesitas hablar? – Aerith se sentó y se acurrucó junto a Cloud – ¿Qué te preocupa?
– Todo. El futuro del viaje, el futuro del grupo… mi propio futuro. Están pasando muchas cosas.
– Para mí tampoco es fácil, ¿Sabes? No tengo adonde ir. El único sitio al que puedo llamar casa está en Midgar.
– ¿De dónde eres?
– ¿Qué importa? – dijo Aerith sonriendo y poniéndose en pie – Deberíamos volver, está anocheciendo. ¿Sabes? He pensado una cosa.
– ¿Qué?
– Podríamos pasar un día de relax en Costa del Sol. Ya sabes, pasar un día en la playa y relajarnos un poco. Creo que he tenido demasiadas emociones fuertes en los últimos días.
– Está bien, siempre que Rufus no parta hacia las montañas – dijo Cloud incorporándose.

Pasaron un rato mirando como las olas rompían en las rocas.

– Cloud…
– ¿Sí?
– Tengo miedo. Prométeme que no me vas a abandonar – dijo y se abrazó a Cloud con fuerza.
– Te… lo prometo – Cloud echó un vistazo por encima del hombro de Aerith y cruzó su mirada con la de Tifa que aún estaba en la terraza. Tifa se levantó y entró en la pensión.

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