Capítulo IX – Chocobos

8 noviembre 2007

Partieron temprano. Las primeras luces del día iluminaban el camino y la brisa temprana les rozaba las mejillas. La temperatura era agradable.
Todos marchaban en silencio. El relato de Cloud les había dejado atónitos.O quizá lo que les había impactado más era la frialdad con la que Cloud hablaba de los asesinatos y de la destrucción sembrada por Sephiroth en su pueblo natal.

El mediodía llegó. Buscaron la sombra de un árbol para comer algo y esperar a que el sol se tranquilizara. Sacaron algo de comida que habían comprado en Kalm. Cloud apenas comió nada. Algo parecía preocuparle. Tras el banquete Cloud pidió a Tifa y a Barret que se reunieran con él.

– Os voy a enseñar las primeras nociones acerca de la Materia – sacó dos bolitas verdes del bolsillo – A ti, Tifa te doy la Materia elemental de hielo; y a ti, Barret, la de tierra. Esta última la compré en Kalm.

Ambos abrieron el compartimento de Materia de sus armas y metieron las pequeñas esferas con cuidado, como si fueran a quebrarse con el más mínimo roce. Era la primera vez que abrían ese compartimento para otra cosa que no era limpiar el polvo.

– Empecemos por ti, Barret. ¿Ves esta piedra? Quiero que la hagas estallar en trocitos.
– ¿Cómo demonios tengo que hacerlo?
– Debes saber que ahora mismo posees el conocimiento de los Cetra sobre la tierra en tu brazo-arma. Intenta sentir lo que te dice. Si dejas tu mente en blanco podrás «hablar» con ella y te dejará usar el elemento tierra.
– Suena fácil.

Barret se concentró todo lo que pudo. Intentó desviar cualquier otro pensamiento de su cabeza. Vio algo en su interior. Una silueta avanzaba hacia él. Era una niña. Cuando estuvo más cerca lo vio con claridad: se trataba de Marlene.

– No puedo hacerlo, lo único que me viene a la cabeza es Marlene… ¿Cómo estará?
– Tranquilo, es normal. Un buen luchador debe saber aparcar todos los pensamientos de su cabeza durante el combate. El pensamiento sobre Marlene es demasiado fuerte ahora. Debes aprender a controlarlo.
– ¿Crees que es fácil no pensar en mi propia hija cuando no sé ni dónde está?
– Tampoco fue fácil para mí concentrarme en ello cuando me enfrenté al asesino de mi madre.

Los tres se callaron un momento. Cloud parecía tener sentimientos después de todo, aunque sólo fueran hacia su madre.

– Está bien. Probaré de nuevo.

Barret volvió a concentrarse. Procuró no pensar en Marlene. «Biggs, Wedge, Jesse». Tampoco eso le interesaba. Aspiró hondo y se concentró en la piedra. La piedra. Sólo existía la piedra. Podía ver como la piedra se resquebrajaba dentro de su cabeza. Oyó un sonido extraño y abrió los ojos.

– ¿¡Qué ha sido eso!? ¿Lo he logrado?
– Me temo que no – Cloud cogió la piedra – Está fría – miró a Tifa.
– Creo… creo que he logrado escuchar algo – dijo Tifa mirándose las manos con expresión de sorpresa.
– Eso es – Cloud le puso la mano en el hombro – Seguid así, vais por el buen camino.
– ¿Por qué lo has hecho? Yo estaba a punto de hacerla estallar… – dijo Barret enfurruñado buscando otra piedra para él solo.

Pasada una hora reemperendieron la marcha. Red se puso a la cabeza, junto a Cloud.

– ¿Crees que escaparemos a los ojos de Shin Ra? Es imposible viajar sin su control.
– Nadie vive en esta parte del continente. La presencia de Shin Ra aquí es prácticamente nula. Conozco un atajo.
– ¿Cuánto crees que nos queda?
– Unos días. Además, quiero pasarme a ver a un conocido que tiene una granja de chocobos cerca de aquí. Le diré que nos preste algunos.
– ¿No alertará a los Shin Ra de nuestra presencia?
– ¿Choco Bill? Ni hablar, odia a los Shin Ra más que Barret. Necesitaremos chocobos para cruzar la ciénaga hasta la montaña, así que no tenemos más alternativa.

La noche se les echó encima. Se acostaron en las faldas de una pequeña colina e hicieron una hoguera. Tras contar unas cuantas historias, se fueron a dormir.

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