Capítulo VII – Dos

7 noviembre 2007

Aceleraron a fondo. Por desgracia los depósitos no estaban llenos; esperaban poder llegar lo bastante lejos. Barret disparaba desde la furgoneta derribando las motos que se acercaban. Una tras otra las motos iban cayendo, derribando a los que iban detrás a su vez. El sonido del arma de Barret junto con el de las motos chirriando contra el asfalto iba hacer que le estallaran los oídos.

– ¡Vienen más! – gritó Aerith.

Por las entradas a la autopista bajaban torrentes de motos. El olor a combustible era insoportable. «Los vehículos impulsados con mako no contaminan… y un cuerno» pensó Barret. No podía abarcar a tantos pilotos, empezaban a ganarles terreno. La furgoneta estaba rodeada.

– Paren el vehículo, están deteni… – antes de acabar la frase la espada de Cloud apareció en el vientre del soldado, salpicando la cara de Barret de sangre.

Cloud conducía junto a la furgoneta. Con una mano conducía mientras con la otra rebanaba cabezas con su espadón. Otra oleada de Shin Ras aparecieron por la entrada de la autopista. El sonido de las motos era ensordecedor. Cloud se puso de pie en la moto.

– Barret, intenta mantenerlos a raya un momento.

Barret disparó en todas direcciones. Oleadas de balas cruzaban el aire sobre el asfalto. El cargador se acabó.

– ¡Mierda! No me quedan balas – Barret miraba a Cloud.

Cloud extendió los brazos y el asfalto se convirtió en puro hielo tras ellos. Las motos de los Shin Ra resbalaban al llegar a la placa de hielo en plena curva.

– Eso les mantendrá ocupados un rato – dijo Cloud dándole gas a la moto.

Corrían a más de 200km/h. Veían pasar los edificios de Midgar a toda velocidad. En el panel de la furgoneta se encendió un pilotito: no les quedaba mucho combustible. Pudieron ver delante de ellos una barricada de motocicletas. Los Shin Ra les habían cortado el paso.

– ¡Cloud, échate a un lado! – gritó Red mientras se subía a lo más alto de la furgoneta. El viento le daba en la cara, era difícil manetener los ojos abiertos. El fuego de su cola parecía apagarse por momentos con tanto aire.

Estaban casi encima de la barricada cuando una gran llamarada brotó de Red, dejando calcinados a todos los que se encontraban delante. Era un maestro utilizando la Materia elemental de fuego. Todos los que sobrevivieron empezaron a disparar contra ellos.

– ¡Agarraos bien! – gritó Tifa.

Todos se agacharon y chocaron de lleno contra las motos calcinadas, atropellando los cadáveres carbonizados. El golpe puso la furgoneta a dos ruedas. Cloud pasó a toda velocidad por el hueco que habían creado los otros. El olor a carne frita y a sangre en ebullición se mezclaba con el humo de los vehículos.

– ¡Yuuuuuuuuuju! – gritó Barret mirando el lateral de la furgoneta lleno de impactos de bala – ¡Ha ido de muy poco! Esta furgoneta es más dura que yo.

Cloud aceleró y se puso a la misma altura que ellos.

– ¡Creo que tenemos problemas! – les dijo.

Todos miraron atrás. Una máquina enorme se acercaba a toda velocidad. Era como un gran robot de cuatro metros de alto, de los cuales dos eran de rueda. Esas enormes ruedas estaban recubiertas de cuchillas afiladas que al chocar contra el asfalto emitían un sonido agudo que hacía rechinar los dientes.

– ¡No me gustaría estar debajo de eso si nos alcanza! – dijo Barret con una risa nerviosa – ¡Acelera, Tifa, acelera!

Iban a 250km/h, pero el robot les ganaba terreno. Era una máquina diseñada para perseguir a terroristas de la carretera. Cloud tomó la siguiente salida.

– ¡Se ha ido!¡Nos ha abandonado!
– No nos ha abandonado, Barret. Conozco a Cloud.
– ¿Y a dónde crees que va? Esa era la última salida de la autopista, más adelante está en construcción.

Tenían el enorme robot casi encima. Vieron un puente. Pensaron que el robot chocaría con él, pero éste se encogió para poder pasar. Tras pasar por debajo del puente vieron algo que salía despedido arriba.

– ¡Es Cloud! – dijo Aerith con las manos cogidas.

Cloud volaba sobre la moto en dirección al robot. Saltó de la moto, que se estrelló contra el robot haciendo que éste frenara. Con una pirueta aterrizó al lado de la cabeza. Sacó su espada y empezó a repartir mandobles. El robot no tardó en sacar dos enormes cuchillas movidas por brazos mecánicos.

El combustible de la furgoneta se acabó. Tifa quitó la marcha y dejó que el vehículo se moviera del mismo empuje que llevaba. Vieron unas vallas negras y amarillas que indicaban que más allá no había más autopista. Tifa pisó el freno pero iban demasiado rápido.

Cloud se deshizo de los brazos mecánicos del robot y le dio el golpe de gracia. El robot estaba fuera de control sin cabeza y el final de la autopista se acercaba. Saltar hacia abajo era imposible, las ruedas llenas de cuchillas le hubieran triturado en segundos.

La furgoneta salió de Midgar cruzando el aire. Podían ver como el sector 5 se alejaba. El aire que les daba en la cara les pareció fresco y puro. Debían entrecerrar los ojos porque no estaban acostumbrados al sol fuera de Midgar.
Vieron como el enorme robot también salía despedido, con Cloud encima. La furgoneta impactó en el suelo. El morro se partió y la luna delantera se desintegró. Barret y Red fueron a parar varios metros más adelante.
Cuando el robot cayó todo el suelo retumbó. Se levantó una gran polvareda Cloud saltó justo antes y aterrizó perfectamente. Fue corriendo a ver como estaban los demás.

Echó un vistazo dentro de lo que quedaba de la furgoneta. Tifa le sonrió y estiró el pulgar para indicarle que todo estaba bien. El morro estaba partido y la parte de atrás totalmente aplastada, pero la cabina estaba intacta. El blindaje de aquella furgoneta era excelente. Ambas salieron como pudieron y fueron a ver cómo les había ido a los otros. Barret y Red yacían en el suelo. Estaban llenos de arañazos y magulladuras pero no parecían tener nada grave.

– Estamos todos bien – dijo Cloud.
– ¿Qué haremos ahora? – le preguntó Tifa.
– Yo me marcharé de Midgar. Estoy harto de este lugar y nada me ata a él ya. Además, hay algunas cosas que necesito averiguar.
– Yo también – dijo Aerith mirando hacia el horizonte. El viento hacía ondear su trenza.
– ¿Sobre los Ancianos?
– Sí. Necesito viajar por el mundo y averiguar más cosas sobre los míos.
– ¡EH! Si váis a viajar por ahí necesitaréis un líder – dijo Barret incorporándose. Su aspecto era realmente patético. Apenas podía abrir un ojo pero sonreía, lo cual indicaba que se encontraba bien – evidentemente sólo yo puedo ser el líder.
– Yo creo… que debería ser… – dijo Tifa tapándose la boca para que no se notara que se reía.
– Cloud – terminó Aerith.

Barret negó con la cabeza y resopló.

– Vosotras mismas.
– Yo os acompañaré también – dijo Red que parecía dormido – debo volver al lugar al que pertenezco. Os acompañaré almenos hasta allí.

Todos se miraron un instante. Era un momento importante. Rompían con una vida en Midgar para empezar una errante. Sin rumbo, sin dirección pero con un objetivo. Barret y Tifa debían seguir la lucha por el planeta. Cloud y Aerith debían investigar acerca de diferentes cosas y Red debía volver al lugar donde pertenecía.

– Iremos a Kalm. Es un pueblo a unos kilómetros de Midgar. Shin Ra apenas tiene control allí. Nos refugiaremos allí mientras pensamos qué haremos después. ¿Os parece bien?

Todos asintieron y empezaron a caminar. El sol estaba a punto de ponerse. La temperatura era agradable. Por delante se veía acabar la zona árida que rodeaba a Midgar y empezar unos campos llenos de hierba. Barret miró atrás y se detuvo.
Pensaba en todo lo que dejaba en Midgar. Marlene estaba con Elmyra. «Volveré a por ti, pequeña. Lo prometo». Se acordó de Biggs, Wedge y Jesse. Todos aplastados bajo los restos del sector 7. Juró que les vengaría a todos, uno por uno.

Y es aquí donde empieza la historia de Cloud y los demás. Una historia repleta de aventuras y magia, de monstruos y de bellas criaturas fantásticas. El amor, el miedo, la venganza… todos ellos se darán cita aquí.

Aquí es donde empieza la FANTASÍA FINAL.

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