Capítulo V – Cinco

7 noviembre 2007

Cuando se disponían a tomar las escaleras hacia la planta 66, Cloud oyó una voz que le resultó familiar.

– Un momento, observemos desde aquí – susurró.

El presidente de Shin Ra subía junto a algunos directivos. Se disponían a celebrar una reunión.

– Creo que puede ser interesante que nos quedemos a escuchar lo que dicen en esa reunión.

Subieron a la planta 66. Mirando por cada esquina antes de cruzar, siguieron al convoy de directivos. Finalmente se metieron en una sala y cerraron los portones. No se podía oír nada, la sala estaba insonorizada.

– ¡Entremos y matémosles a todos! Podríamos liquidar a medio Shin Ra ahora mismo si quisiéramos – Barret estaba ansioso por entrar en acción.
– Y si no usaran escudos de Materia fabricados por su laboratorio – Cloud odiaba aquellas armas que usaban los peces gordos de Shin Ra. Desde su punto de vista, era una aberración apovechar las propiedades de la Materia mediante máquinas.
– Tengo una idea, chicos – Tifa se fue hacia el lavabo. Cloud y Barret se miraron y pusieron cara de circunstancias. La siguieron.

Una vez en el lavabo se encerraron y se aseguraron de que nadie les había seguido. Tifa aporreó la reja del conducto del aire con su puño americano hasta sacarla del sitio.

– Probemos.

Se internaron por los conductos de aire. El olor era insoportable. Tomaron el camino que parecía llevar cerca de la habitación donde se celebraba la reunión. Acertaron.
Podían ver algunas sillas vacías y a dos miembros trajeados. Intentaron escuchar.

El presidente de Shin Ra hacía anillos con el humo del puro. Todos discutían acaloradamente en la mesa, pero a él no parecía importarle nada de lo que se decía.

– Scarlata y yo hemos valorado el coste de la reconstrucción del secor 7. Señor presidente, todo asciende a diez billones de guiles. Personalmente opino que…
– No vamos a reconstruir – el presidente interrumpió a Reeve.
– ¿Qué? – la pregunta fue unánime.
– Lo que oís. Dejaremos el sector 7 tal y como está – el presidente fumó un poco más – Pronto encontraremos la Tierra Prometida. Allí construiremos Neo-Midgar.
– ¿Los análisis de la Anciana han dado positivo? – preguntó Heidegger.

En ese momento Hojo entró en la habitación. Llevaba las manos a la espalda. Tenía el pelo largo y negro. Unas gafas enormes le cubrían casi todo el rostro. Su exagerada frente era la prueba de su gran inteligencia. Siempre iba vestido con una bata blanca.

– Infórmenos, profesor Hojo – dijo el presidente con una sonrisa en la cara.
– Como ejemplar es inferior a la madre, pero no cabe duda. Es una Anciana, una de los antiguos. No obstante las pruebas aun no han concluido.
– ¿Para cuando estima usted los resultados finales?
– Para dentro de 150 años – el profesor se marchó de la habitación. Estaban acostumbrados a la excentricidad de aquel hombre.

Todos se quedaron en silencio. Palmer fue el único que se atrevió a romperlo.

– Necesitaremos muchos fondos para la construcción de Neo-Midgar.
– Aumentad en un 15% las tarifas del mako.
– ¡¡¡Aumentar, aumentar, aumentar, aumentar!!! – Palmer era algo nervioso – Espero que no se descuide nuestro programa espacial cuando se repartan los fondos.
– Los fondos los gestionarán Scarlata y Reeve – el presidente miró a Scarlata.

Palmer golpeó su cabeza contra la mesa en señal de desaprobación.

– Bien, la reunión ha terminado.

Todos se levantaron de sus sillas. Scarlata miró hacia la reja desde donde miraban Cloud y los demás. Se les encogió el corazón.

– Algo apesta – se quejó.

Se sintieron aliviados. Realmente la peste que hacía en aquellos tubos era considerable.
Volvieron al lavabo y colocaron como pudieron la reja.

– Aerith está arriba – dijo Barret – Estamos cerca.

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