Capítulo III – Tres

7 noviembre 2007

– ¡Fantástico! Pareces una chica de verdad – Aerith estaba emocionada con el transformismo de Cloud.
– Espero que esto dé resultado.

Tras conseguir una diadema, un perfume de mujer y algo de maquillaje Cloud se había transformado. Parecía realmente una mujer con su cuerpo delgado y sus finas facciones.
Compraron en la tienda de música la funda de un contrabajo. Cloud escondió dentro la espada, amortiguando el sonido que hacía al chocar con montones de papel y su ropa bien doblada.

Llegaron a la mansión. El portero al ver a Aerith fue hacia ella corriendo.

– ¡Al fin! Creí que no vendríais. La cita es de aquí un rato y había reservado vuestros sitios.
– ¿Cómo me iba a perder una cita con el Don? – Aerith hacía el papel.
– ¿Esta es tu amiga? – Cloud miraba al suelo.
– Sí, es muy tímida – respondió rápidamente Aerith – pero cuando se suelta es una fiera.
– ¡JA! Esas son las mejores, ¿Cómo te llamas, preciosa?
– Se llama Cloudine y es música – dijo Aerith señalando el supuesto contrabajo – Quiere prendar al Don tocándole el contrabajo.
– Qué gran idea, el Don estará muy complacido con un concierto personal. Está harto de recibir a mujeres sosas que sólo vienen a por su dinero – les echó un vistazo – Estoy seguro de que hoy se decidirá por una de vosotras tres. Acompañadme.

Cuando entraron en la mansión creían haber viajado en el tiempo. Toda la decoración era rústica y todo estaba adornado en exceso. El color rojo predominaba en las paredes, alfombras y tapices. No sabían si esa decoración se debía a que Don Corneo buscaba pareja o simplemente su decorador se había tomado una venganza personal por algo.

El hombre de la cola les indicó que bajaran por una escaleras de piedra.

– Esperen ahí abajo, señoritas. El Don estará listo en breve.

Bajaron a aquella especie de calabozo. Allí había una mesa que parecía más bien una mesa de tortura. En la esquina había una nevera azul y encima un fluorescente verde. Aquella era toda la iluminación que había en la sala. Era algo tétrica.
Encima de la mesa había una chica con el pelo largo y moreno. Iba vestida con un traje azul lleno de lentejuelas.

– Hola, soy Aerith. Tú debes ser Tifa.
– Así es. Encantada – Tifa tenía la voz triste.
– Cloud me ha hablado mucho de ti.
– Un momento, ¿Tú eres la que estaba con Cloud en el parque? – La voz se tornó más alegre.
– Sí, CON CLOUD.
– Ah, ya veo…
– No, no te confundas – dijo Aerith al ver la tristeza que apareció tras los ojos de Tifa – Cloud cayó del cielo donde yo estaba. Le curé y ahora le acompañaba al sector 7.
– Tranquila. No te confundas tú tampoco. Cloud y yo sólo somos amigos de la infancia.
– Pobre Cloud… – dijo Aerith riendo – tener que estar aquí escuchándonos decir que él no es nada.
– ¿Aquí? – Tifa miró a la otra chica. Tras inspeccionarla un rato dio un brinco y se le abrazó – Oh, Cloud… estás bien. Me asusté mucho cuando caíste. Yo… yo creí que habías muerto – Se puso a llorar sin consuelo.
– Tranquila, Tifa. Estoy perfectamente. ¿Lo ves? – A Cloud le hubiera gustado ser más afectivo, pero no podía. Se alegraba mucho de que su mejor amiga estuviera bien a pesar de ello.
– Sí. Nadie puede derrotarte – dijo Tifa secándose las lágrimas y sonriendo.

Tifa pasó un rato abrazada a Cloud con la cabeza en su regazo. Cuando se hubo calmado se apartó.

– Supongo que debes estar preguntándote qué hago aquí. Verás. Cuando volvimos de la misión unos hombres cogieron a Barret. Le dieron golpes hasta dejarlo casi inconsciente. En ese momento aparecieron Biggs y Wedge y con su ayuda pude liberarle. Barret me dijo que si no le habían disparado era porque traían órdenes de mantenerlo vivo. Interrogamos a uno de los soldados abatidos y ahí fue cuando surgió el nombre del Don – Tifa hizo una pausa – Barret me dijo que no me liara con ese libertino, pero creo que puedo sonsacarle información clave sobre los planes de Shin Ra. Sólo hay que asustarle un poco. Cuando me enteré de que estaba buscando novia dije «esta es mi oportunidad».

Cloud y Aerith se quedaron un rato pensando digiriendo aquella historia.

– Bien, conoces a las tres pretendientes de hoy. Coja a quien coja, podremos sacarle la información – dijo resueltamente Aerith.
– Aerith, no quiero que te impliques en esto. Ya has hecho bastante y te lo agradezco, pero no quiero ponerte en peligro.
– ¿Y que Tifa esté en peligro sí que te parece bien?

Cloud se sintió acorralado.

– Desde luego que no.

El hombre les llamó desde arriba. La cita estaba preparada.

– Me crié en los suburbios. Sé cuidar de mí misma.
– Gracias, Srta. Aerith – le dijo Tifa.
– Llámame Aerith simplemente. Vamos, Tifa. Tenemos una misión que cumplir – cogió a Tifa del brazo y se fueron hacia arriba.

Cloud se quedó solo. «Menuda chica».

Entraron a lo que parecía ser la estancia principal. Allí había un hombre rechoncho sentado en una mesa con los platos y algunas velas. El hombre tenía los ojos azules. Tenía la cabeza afeitada, aunque una cresta rubia la atravesaba de principio a fin. Era un hombre menudo.

Cuando llegaron se pusieron los tres frente al diletante de los negocios. Cuando las miró a las tres dio un respingo.

– Vaya, vaya. ¡Qué preciosidades! – se levantó y las miró a todas una a una. Cloud giraba la cara cada vez que se acercaba – ¿Eres tímida, eh? Tranquila preciosa, no muerdo si tú no quieres – le guiñó un ojo – y además eres música, qué interesante – se fue hacia Aerith – Qué cara de picaron que tienes, ¿Eres tan mala como pareces?
– Más todavía – le dijo Aerith poniendo la punta de su lengua sobre el labio de arriba.
– uuuuh, qué elección más difícil tengo esta noche… – se puso al lado de Tifa – Menuda mujer. Tu cuerpo es una obra de arte, muñeca. ¿Cómo te llamas?
– Ti… – se lo pensó mejor – Tina.
– Tina, Tina… qué nombre tan bonito. No es tan bonito como tú por eso. Eres preciosa – se marchó a la mesa.

Meditó un rato mirando a las tres mujeres que tenía delante, sin sospechar siquiera que una de ellas era un ex-SOLDADO que le partiría en dos a la primera de cambio.

– Ya me he decidido – las miró a todas por última vez, intentando dar un poco de emoción a la situación – La afortunada será…

«Afortunada… querrá decir la pobre desgraciada. Será estúpido» pensó Cloud.

– ¡Esta preciosidad de aquí! – señaló a Tifa.
– Me… me siento alagada, Don Corneo.
– Lo sé, lo sé. Bien, muchachos. Podéis tener a las otras.

«¿Tener a las otras? ¿Qué significa eso?»

Tifa les miró y asintió. Se sentó a la mesa y les dijo adiós con la mano.

Los ayudantes de Don Corneo se llevaron a Cloud y Aerith a otra sala. Aquello estaba lleno de colchones y sofás. Había algunas mesas también.
Tras esperar un rato vinieron seis hombres. Las miraron de arriba a abajo.

– Cómo nos lo vamos a pasar esta noche. Qué grande y qué generoso es el Don.

Aguantaron las tonterías y las preguntas de aquellos hombres durante un rato. Parecían perder la paciencia.

– Ya está bien, ¿y si empezamos ya? – dijo uno de ellos mirando a Aerith relamiéndose.

«Empezar… lo que vas a hacer es acabar. Vas a acabar de vivir.»

Un hombre agarró a Cloud por ambos brazos. Cloud se deshizo de él haciéndolo caer al suelo.

«Ya está bien de este circo.»

Abrió la funda del contrabajo y sacó el espadón. Todos se lo quedaron mirando atónitos.

– ¿Sabéis qué? – dijo Cloud – No estoy interesada en basura como vosotros – se quitó la peluca y la tiró al suelo.

En unos segundos sólo quedaba picadillo de mafiosos. No suponían un problema para Cloud.

– ¿Estás bien? – le dijo a Aerith.
– Sí – Aerith no podía creer que hubiera podido con seis hombres él solo.
– Bien, vayamos a por Tifa.

Una vez Cloud se hubo vestido, corrieron por la gran sala y entraron dando un golpe en la habitación de Don Corneo. Allí estaba Tifa estirada en la cama y Don Corneo encima. Por suerte aun estaban vestidos.
Cloud le apuntó con la punta de su espada y lo arrinconó contra la pared.

– Escúchame, gusano asqueroso. Dinos todo lo que sepas sobre los planes de Shin Ra. ¿Por qué querían a Barret?
– ¡No sé nada! ¡No sé nada! – Don Corneo estaba sudando – Sólo cumplo órdenes. Me dijeron que capturara al hombre del brazo de pistola. Me dijeron que vive cerca de aquí.
– ¿Quién te lo dijo? – Cloud puso un pie sobre la cama – Habla, o te cortaré a trocitos.
– Está bien, está bien. Hablo. No me matéis. Me lo dijo Heidegger. Es el director de mantenimiento y de seguridad pública. Saben que Avalancha se esconden en los suburbios del sector 7. Tienen planes para esa escoria.
– ¿Qué planes? – Aerith puso un pie sobre la cama – Habla, o te machacaré.
– Tranquilos, tranquilos. Hablaré. Piensan destruir la base que tienen. Van a echar abajo el sector 7 de la placa. Así se aseguran el tiro. Me alegro de que esa gentuza no esté aquí, en el sector 6.
– ¿Cómo piensan derribar todo un sector de la placa? – Tifa puso un pie sobre la cama – Habla, o te aplastaré.
– Sí, claro. Es fácil, ¿no? Harán explotar El Pilar que sostiene la placa en el sector 7. Cuando eso ocurra habrá un gran BUM, y todo hará BAM. Será mejor que os alejéis.

Los tres se quedaron pasmados. Shin Ra iba a echar abajo todo un sector de la placa superior sólo para destruirles a ellos. De pronto un pensamiento recorrió la mente de Tifa y Cloud. Barret y los demás estaban en el Séptimo Cielo. Tenían que ir a advertirles del peligro inmediatamente.
Echaron a correr. Cuando estaban a punto de salir por la puerta el Don les llamó.

– Un momento… – dijo – ¿Cómo creéis que se siente una escoria como yo cuando se murmura acerca de la verdad?
– Ha renunciado a gran parte de la vida – dijo Aerith sonriendo.
– Frío, frío.
– No sabe qué diablos está ocurriendo – dijo Tifa son seguridad en la voz.
– Frío frío.
– Está convencido de ganar – dijo Cloud mirándole a los ojos.
– ¡Bingo! – Don Corneo activó una palanca que tenía justo al lado y el suelo se abrió bajo los pies de los tres. Cayeron al vacío.

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