Capítulo II – Tres

7 noviembre 2007

– ¿Alguna vez has estado expuesta al makko? – Cloud era directo. Quería averiguar la causa de la naturaleza de los ojos de Aerith.

Hacía un rato que habían escapado de la iglesia. Aerith había viajado en brazos de Cloud a través de los tejados de los suburbios del sector 5. Tras curarse la herida del hombro con el uso de su nueva materia, Aerith había invitado a Cloud a sentarse en uno de sus tejados favoritos.

– No. Pero tú sí, lo veo en tus ojos. ¿Eras de SOLDADO ?
– Sí, pero les abandoné.¿Cómo sabes usar materia? – El ex-SOLDADO insistía. Había algo en aquella muchacha que no le cuadraba.
– No es muy difícil. Sólo hace falta prestar un poco de atención a lo que la materia intenta decirte, ¿no? – Aerith sonrió.

Cloud asintió aunque no estaba convencido. «Es posible que haya gente más dotada que otra», pensó.

– ¿Por qué te buscan? – cambió de tema.
– ¡Pero bueno! Menudo interrogatorio… – miró a Cloud con el ceño fruncido, aunque la expresión era desenfadada – llevan tiempo intentando cogerme. Quieren que me vaya con ellos, pero yo no quiero. No quiero tener nada que ver con Shin Ra.
– El hombre del traje era Leno. Por si no lo sabes es uno de Los Turcos.
– ¿Los Turcos?
– Los Turcos son un cuerpo de élite de Shin Ra. Son la mano derecha del presidente. Son los que se encargan de reclutar a miembros para SOLDADO. No obstante están implicados en muchos asuntos turbios. Seguramente hayan visto en ti aptitudes y quieren reclutarte.
– Sí, seguro que es eso – respondió Aerith rápidamente, como si hubiera estado esperando esa explicación desde hacía rato.
– Nunca les había visto tan emperrados… debes ser realmente buena para que se obcequen así contigo – Cloud se levantó – será mejor que te lleve a casa.

Caminaron por las calles de los suburbios durante un rato. Aerith iba saludando a todo el mundo. Algunos no inspiraban mucha confianza, otros parecían buenas personas; otros, no parecían personas. Aquella era la grandeza de los suburbios. Gente de lo más variopinta mezclada bajo la placa intentando sobrevivir.

– Parece que eres popular por aquí.
– Pues claro – Aerith le guiñó un ojo y le acercó la cara hasta casi tocarle con la mejilla – ¿Cuántas chicas crees que hay por aquí que sean tan guapas y tan finas?

Llegaron a lo que parecía ser la peor zona de aquel sector. Todo el mundo vivía en coches, caravanas, tubos o encima de unos cartones. Aerith le indicó a Cloud que girara a la derecha. Estaban llegando al límite de la ciudad de Midgar. Cuando doblaron la esquina Cloud no pudo creer lo que vio.
La casa de Aerith parecía un oasis en medio de un desierto. Un rayo de sol iluminaba todo el solar. Una casa de dos plantas pintada de blanco y con flores en las ventanas se alzaba al lado de un jardín lleno de violetas.
A Cloud le pareció extraño, pero allí había olor a makko.

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