Prólogo – Cuatro
6 noviembre 2007
Sacó la reja sin hacer ruido. Por suerte, había muchas cajas amontonadas en esa parte del almacén, lo que facilitó el descenso a Cloud hasta conseguir colocarse tras los guardias.
– Es increíble – dijo Biggs en voz baja, pero entusiasmado – ha llegado hasta ahí abajo y ni siquiera han notado que estaba ahí.
Cloud empezó a desenfundar su espada. Era una espada enorme: larga como una lanza y ancha como sus dos manos abiertas. A parte de sus enorme dimensiones, Barret había observado que tenía un compartimento para Materia.
No todo el mundo sabe usar Materia; y, aunque haya niveles de dominio de ésta, el simple hecho de saber hacerla servir convertía a Cloud en un héroe para Biggs.
Cuando la hubo desenfundado la cogió con una mano y flexionó el brazo hacia atrás, apoyando el pliegue de éste sobre su barbilla. Arrodillado como estaba, parecía un pájaro a punto de alzar el vuelo.
En un movimiento rápido y preciso decapitó a uno de los guardias, dejando su brazo completamente estirado.
Antes de que el compañero pudiera decir nada, Cloud había dado una vuelta sobre sí mismo, había cogido la espada del revés con ambas manos y le había atravesado el pecho.
Las máquinas empezaron a despertar, emitiendo un pitido. Cloud podía oír el ruido del sistema de refrigeración interior de esos robots que tanto odiaba.
Los robots eran en realidad pequeños, de un metro de altura, y tenían una ametralladora. En realidad parecían metralletas con patas.
Cloud no se inmutó, sabía que aquello iba a pasar. Avanzó corriendo hacia la primera que despertó con la espada por delante, a modo de escudo contra las balas. Llegó al lado del robot y en un rápido movimiento le golpeó con la pierna en una de sus tres patas haciéndole perder ligeramente el equilibrio. Al robot no le dio tiempo a decidir cuál era la mejor solución: ya estaba partido en dos por el espadón de Cloud.
El siguiente robot acabó de activarse y empezó a disparar de inmediato. Cloud echó a correr como ni Biggs, ni Jesse, ni Barret habían visto jamás correr a un humano. Rodeó al robot y saltó hacia una pila de cajas. Se apoyó con las piernas flexionadas y al estirarlas brincó de forma acrobática describiendo un arco sobre el robot. Cuando pasó justo por encima le abrió el arma en canal, inutilizándola. Al caer al suelo le asestó el golpe de gracia.
Oyó tiros que no eran de metralletas Shin Ra. Era Barret que había destruido al último de ellos acribillándolo desde ahí arriba.
Cloud echó un vistazo y se dio cuenta de lo precisos que habían sido esos tiros para lo lejos que se encontraba. Aunque despreciaba las armas de fuego reconoció el mérito de Barret. Pero no se lo dijo. Cloud nunca opinaba, al menos en voz alta.
Los tres bajaron para reunirse con el nuevo.
– ¡Ha sido impresionante! Nunca había visto a nadie luchar así, ¿Eso es lo que os enseñan en SOLDADO ? – Biggs ya tenía claro a quién quería a parecerse en el futuro.
– No hay tiempo – a Cloud le incomodaban los halagos. Él nunca había halagado a nadie. En cierto modo los halagos eran una forma de expresar su opinión. Pero eso no quiere decir que Cloud no admire a nadie. Si admiraba a alguien ese era, sin duda, Sephiroth. Sephiroth era el mejor. – Biggs, quiero que te quedes aquí vigilando el almacén. A lo mejor este alboroto ha alarmado a alguien, aunque lo dudo. Mantén la guardia.
– ¡Sí, señor! – respondió Biggs echándose la mano a la frente y asintiendo, orgulloso de que Cloud le confiara una tarea como aquella.
Biggs era alto y delgado. Llevaba una indumentaria más propia de marchar a la guerra que a una misión como aquella. No se separaba nunca de su cinta roja, que solía llevar en la frente, ni de su arma.
Al final hay un ascensor que conduce a núcleo. Por norma general nadie baja ahí abajo, entre otras cosas, porque no aguantan una exposición al makko demasiado prolongada. – explicó Cloud.
Se subieron en el ascensor y permanecieron en silencio.
Cloud empezó a pensar en las cosas que le habían sucedido desde que llegó a Midgar. En realidad ya no le ataba nada a esa ciudad, pero tampoco tenía adonde ir. Llegó queriendo convertirse en miembro de SOLDADO, y ya lo había conseguido. No sólo eso, ya había tenido tiempo de abandonarles. Quizá si Sephiroth no se hubiera ido, Cloud seguiría haciendo cumplir la ley. La ley de Shin Ra, claro. Ahora curiosamente se encontraba en el bando contrario, atacando uno de los reactores. En realidad lo único que buscaba era dinero rápido para poder sobrevivir. Convertirse en un mercenario, dadas sus cualidades y su entrenamiento, parecía una buena opción.
Impresionante descripción de batallas