– Ya… vienen.

Cuando Cloud acabó la frase el suelo empezó a temblar. Las paredes de madera empezaron crujir. Tifa corrió a ver al doctor que estaba en la recepción esquivando una camilla que se movía de un lado para el otro.

– ¡Doctor! ¿Qué está pasando?
– ¿A ti que te parece? Estamos ante un terremoto. Debemos salir de aquí.

Tifa volvió a la habitación. Sentó a Cloud en la silla de ruedas como pudo y echó a correr. Las primeras tablas cedieron y se interpusieron en su camino. Se abrió paso y se dirigió al exterior. La clínica se derrumbó. El resto de Mideel no estaba sufriendo una mejor suerte. Las primitivas construcciones se derrumbaban. Los habitantes de Mideel corrían de un lado para el otro con los brazos en alto. Algunos huyeron hacia la selva donde las bestias estaban esperándoles con los brazos abiertos.

– ¿Qué está pasando? – preguntó a un hombre mayor que parecía no haber perdido el juicio todavía.
– No lo sé, pero la energía vital está brotando del suelo. Creo que este planeta empieza a mostrar síntomas de estar muy enfermo – le contestó el hombre señalando un montículo por el que emanaba makko en estado puro.
– No puedo creerlo…
– Pues créelo. No creo que podamos salir vivos de esta. Esto se viene abajo.
– No pienso morir aquí.

Agarró con fuerza la silla de Cloud y echó a correr. El suelo se elevó bajo sus pies. El peso de la silla de Cloud le obligó a cambiar ligeramente de rumbo. El suelo que segundos antes había pisado ya no existía. Cual barco que naufragia, la tierra se elevaba, se partía y se hundía en el makko. Tifa empezaba a estar como en una isla en mitad de un mar de makko. Miró al cielo y vio a una enorme criatura que revoloteaba. Era un Arma. Una nueva sacudida la sacó de su ensimismamiento. El suelo que pisaba estaba empezando a resquebrajarse. Miró a su alrededor. No había salida. Iban a morir. Fue engullida por el makko, pero abrazó a Cloud con todas sus fuerzas antes de caer.

Cayó durante largo rato. Estaba en mitad del vacío. Todo estaba negro. De repente, Cloud se evaporó dejando en su lugar un humo de color turquesa. Empezó a perder velocidad. Al fin vio algo bajo sus pies. Había una plataforma hecha de piedra, rodeada por una neblina verdosa. Se posó suavemente sobre ella y se echó a llorar.

– Dijiste… que… vendrías a salvarme… – murmuró entre lloriqueos.
– No puedo ayudarte. Ni siquiera puedo ayudarme a mí mismo – contestó la voz de Cloud.

Tifa alzó los ojos y vio la figura de Cloud flotando en el aire, lejos. Era algo traslúcida, como si se tratase de un espíritu. El Cloud flotante se sujetaba la cabeza con ambas manos, como si le doliese mucho.

– ¡Cloud! ¿Dónde estamos?
– La pregunta es: «¿qué haces tú aquí?». Yo siempre he estado aquí.
– ¿Es esto… tu cabeza? ¿Quizás tu subconsciente?
– Es posible.
– Cloud, tienes que volver. Todos están esperándote. Barret sigue luchando por el planeta, pero sin tu ayuda jamás podrá derrotar a Sephiroth. Te queremos de vuelta.
– ¿Quién quieres que vuelva? Ni siquiera sé quién soy. Quieres que vuelva una persona que ni siquiera existe. Es mejor que me quede aquí.
– Cloud, ¿qué estás diciendo? Eres tan real como yo. ¿Recuerdas Nibelheim?

En ese momento, un camino de tierra empezó a brotar de la plataforma en la que se encontraba Tifa, apartando la neblina verde a su paso. Al final del camino brotaron casas, una pensión y un pozo. Era Nibelheim.

– Sí, lo recuerdo.
– ¡Mira eso, Cloud! Ese Nibelheim que tú recuerdas es el mismo que el que recuerdo yo. Eso significa que este recuerdo es NUESTRO.

Cloud apareció sentado en la entrada a Nibelheim. Tifa corrió hacia allí. Le pareció curioso, pero fue poner un pie sobre el camino de tierra y sentir el frío húmedo de Nibelheim penetrándole los huesos. Le ayudó a levantarse, pero la cabeza de Cloud caía como su fuese un muñeco de trapo. Se oyeron unos pasos. Sephiroth llegó a la entrada y pasó de largo. Otro Cloud más joven apareció con dos soldados de Shin Ra como escolta.

– El olor a Mako es fuerte aquí – dijo Sephiroth volviéndose hacia el Cloud más joven – Esto es Nibelheim, ¿cómo te sientes al regresar a tu ciudad natal? Yo no tengo ciudad natal, así que…

Antes de que el joven Cloud pudiera responder, Tifa le gritó a Cloud.

– ¡No! – el Sephiroth y el Cloud del recuerdo quedaron en silencio – Esto no es verdad. Me había callado hasta ahora por miedo a desvelar la verdad, pero no más. Cloud, ¿es esto lo que ocurrió realmente? – no hubo respuesta – Cuando me enteré de que miembros de SOLDADO vendrían a Nibelheim me hice muchas ilusiones. Esperaba verte de nuevo… pero no apareciste. No fuiste tú quien apareció con Sephiroth aquel día.

Cloud cayó al suelo y se echó las manos a la cabeza. Se revolvía de dolor. El Cloud joven empezaba a desvanecerse. En su lugar, empezaba a dibujarse una nueva persona, aunque su imagen no era nítida. Quizás Cloud no era capaz de recordar su cara con exactitud.

Un nuevo camino empezó a brotar desde la plataforma principal. Al final de éste, estaba el pozo de Nibelheim. Había un nuevo Cloud sentado allí. Tifa corrió de nuevo. Al pisar el nuevo camino, un cielo estrellado cubrió el lugar y la humedad de las noches de Nibelheim le mojó la cara. Se sentía en casa.

Se sentó junto a Cloud. La cabeza le colgaba como si el cuello no fuese lo suficientemente fuerte como para sujetarla.

– Aquí es donde te hice la promesa – dijo -. Esa promesa es importante para ti, pero ¿es real? ¿Qué ocurriría si ese recuerdo no fuese más que una mentira?
– Una vez Sephiroth dijo… – empezó a decir Tifa – que tú te habías inventado tus recuerdos escuchando mis historias. Pero, ¿y este cielo? ¿Inventaste este cielo? No. Lo recuerdas, igual que lo recuerdo yo – Cloud no dijo nada -. La promesa… es real.

En ese momento un Cloud de catorce años apareció en lo alto del pozo. Llevaba el pelo recogido en una pequeña cola. Los ojos de Tifa se llenaron de lágrimas. Aquella escena le traía muchos y buenos recuerdos. Con un hilo de voz lanzó una pregunta.

– Cuando seas un héroe y seas famoso, si alguna vez estoy en apuros, ¿vendrás a rescatarme?
– Sí, claro – respondió el Cloud de catorce años afirmando con la cabeza al mismo tiempo. Tifa sonrió, aunque sus ojos no dejaban de llorar.
– ¿Lo… prometes? – dijo casi sin pensar.
– Cuenta con ello.

El recuerdo de Cloud era tan exacto que a Tifa le pareció revivir aquel momento de veras. Lloraba de emoción. El Cloud de catorce años bajó del pozo y tomó el camino que llevaba a la plataforma central. Miró a Tifa y le hizo un gesto para que le siguiese. Un nuevo camino apareció en otro lugar. Llevaba a una ventana que se encontraba en un trozo de fachada que se sostenía por arte de magia. En el interior había gente.

– ¿Sabes adónde lleva esa ventana? – le preguntó el pequeño Cloud.
– Es mi habitación – respondió Tifa.
– Vamos, entra.

Abrió la ventana y se introdujo en la habitación. Cuando miró hacia la ventana para ver a Cloud, se dio cuenta de que se encontraba en Nibelheim. A través de la ventana podía ver la plaza del pueblo, y el pozo. Echó un vistazo a su alrededor. Reconocía su habitación. Se vio a sí misma sentada junto a la ventana. Llevaba un vestidito azul y tenía trece años. A su alrededor, había tres niños. Eran sus mejores amigos por aquella época.

– ¡Eh! Mirad quien viene – dijo uno de ellos.
– Es Cloud, ¿creéis que querrá entrar? – dijo otro.
– No creo, es un niño muy raro… – dijo una tercera niña.

La pequeña Tifa miró por la ventana y vio al Cloud de catorce años, mirando hacia ella.

– Lo que ocurrió este día… fue lo que me hizo unirme a SOLDADO – dijo la voz de Cloud tras Tifa, que se sobresaltó. Se giró y allí estaba Cloud, el Cloud actual, pero con la cabeza colgando como ya era habitual en aquel lugar.
– ¿Cómo? ¿Qué día es este? ¿Por qué decidiste unirte a SOLDADO? Siempre creí que había sido una decisión súbita.
– Nadie reparaba en mí. Yo quería ser alguien.
– ¿Alguien para quién?
– Para ti.

Silencio.

– ¿Por qué?
– ¿Te has olvidado?
– Lo siento, Cloud, pero no sé de qué me hablas…
– Es importante para mí. Odio decirlo, pero es un recuerdo muy importante. ¿Quieres verlo?
– Sí.