Cloud despertó envuelto de nuevo en las sábanas de algodón azules. Tifa estaba leyendo, sentada en una silla a su lado. Su mente le devolvió la imagen de Shiva surgiendo del suelo en un témpano de hielo. Se sobresaltó y se incorporó.

– ¡Hola! – le dijo Tifa sonriendo – Buenos días de nuevo. ¿Estás bien?
– Sí, ¿Qué ha ocurrido? Logré invocar a Shiva.
– Lo sé, yo estaba allí. Y menos mal, porque si no te hubieras quedado ahí solo, inconsciente.
– Cierto – Cloud se sentía algo estúpido – Voy a buscar mi espada y nos marchamos.
– No hace falta – dijo Tifa que seguía sonriendo. Señaló con la cabeza hacia el otro lado de la habitación. Allí estaba la espada de Cloud apoyada contra la pared, reluciente. El armero le había dado un baño de carbono líquido. Cloud lo supo por el color gris mate que había adquirido.
– No está mal, la ha dejado mejor que antes. Gracias, Tifa.

Salieron y se reunieron con el resto que seguían tomando el sol en la playa. Todos le preguntaron por su estado y comprobaron con la mirada que estaba bien. Cloud les comunicó que debían partir ya hacia las montañas. A Barret se le desfiguró la cara cuado se enteró que debían marchar en dirección al monte Corel.

– ¿Es necesario pasar por allí?
– Sí. No hay otro camino, estamos rodeados por dos ríos, al norte y al sur. Debemos avanzar hacia el oeste, por las montañas. Debemos aprovisionarnos de comida y agujas doradas y partir.
– ¿Agujas doradas? – preguntó extrañada Aerith.
– Se… ahí arriba viven unos pajarracos que pueden petrificarte con un solo picotazo – dijo Barret con desgana. Por la cara que ponía parecía haber experimentado la petrificación en el pasado.

Partieron de Costa del Sol después del almuerzo. Hacía calor. Había muchas bestias salvajes, muchas más que en el otro continente. A Aerith le llamó la atención una especie de huevo andante que cobijaba a sus crías en su interior cada vez que ellos se acercaban. El murmullo del río se oía cada vez más fuerte, hasta que lo tuvieron encima al final de la jornada. Decidieron hacer una pausa antes de empezar a subir por el monte. Se reunieron alrededor de una hoguera como ya era costumbre.

– Yo… me voy a dar una vuelta… – dijo Barret con un tono en el que parecía estar disculpándose por algo malo.
– Muy bien grandullón – recitó Yuffie, aunque ni siquiera había escuchado lo que había dicho – Oye, maestro, hay algo que me preocupa.
– No me llames así, por favor. Cloud bastará. ¿Qué te preocupa? – era extraño ver a Yuffie preocupada.
– Verás… esta noche no he podido dormir. Cada vez que conseguía relajarme, veía llamas. Un fuego enorme me rodeaba y… me parecía…
– Ver una criatura extraña.
– ¡Sí! ¿Cómo lo sabes? ¿Lo sabes todo? Se nota que formabas parte de SOLDADO.
– Esos sueños te los ha provocado la Materia de invocación que encontraste en el barco. Estoy convencido de que lo que… – una rana apareció junto a ellos y empezó a croar con fuerza -… ves es a la criatura.
– ¿Cómo puedo… – la rana empezo a rodar por el suelo y a chocar contra las piernas de Tifa -… librarme de las visiones?
– Supongo que la criatura quiere conocer a quien tiene el poder de invocarla. Deberías intentar invocarla para tener una primera toma de… – la rana empezó a andar con las patas traseras mientras tenía las delanteras hacia arriba. Corría alrededor de la hoguera croando muy fuerte -… contacto.
– Y, ¿Crees que yo…? Bueno, ¡BASTA! Voy a aplastar a esta maldita rana – la rana corrió a esconderse tras la pierna de Tifa.
– Pobrecita, ¿Qué te ha hecho? Además, nunca había visto una rana capaz de andar a dos patas. Es graciosa – dijo Tifa.
– Un momento – dijo Cloud levantándose de la silla de un respingo, como si alguien le hubiera punzado en el trasero – ¿Dónde esta Barret?
– ¿Qué importa ahora eso? – dijo Yuffie mirando a la rana con ojos asesinos. La rana se postró ante Cloud e hizo reverencias – ¿Qué demonios hace?
– Ven, Barret – Cloud se agachó mientras todos le miraban como si estuviera loco – ¿Has estado en la orilla del río? – la rana asintió con la cabeza frenéticamente – ¿Has escuchado el canto de unas ranas enormes? – la rana asintió con más fuerza y parecía que una lágrima aparecía en su ojo izquierdo.

Todos miraban a la rana como si hubiera venido de otro mundo. El animal respondía las preguntas de Cloud con gestos, y Cloud la llamaba Barret. O Cloud les tomaba el pelo, o algo grave acababa de ocurrir. Cloud recorrió a todo el grupo con la mirada y sonrió.

– Tranquilos, no es grave en absoluto – la rana pataleó al oír aquello – Creo que Barret ha escuchado el canto de unas ranas que te convierten en uno de los suyos cuando te despistas. Necesita un beso de doncella.
– ¿A qué esperamos? – dijo Tifa – Ya se lo doy yo – Cloud rió por un momento.
– No… un «Beso de Doncella» es una pequeña poción. Si lo llego a saber compro alguna en Costa del Sol – la rana golpeó a Cloud en el tobillo y señaló hacia el noreste – No, Barret, no pienso retrasarme más por volver a comprar un beso de doncella. Tendrás que aguantarte hasta que lleguemos a Corel – la rana croaba y miraba a todos y cada uno los componentes del grupo. Si hubiera podido hablar seguramente hubiera maldecido a Cloud – No perdamos más tiempo, debemos subir al monte.