Capítulo X – Encuentros

8 noviembre 2007

El ambiente era fresco. Gracias a la cola ardiente de Red podían ver el camino. Parecía un hormiguero a gran escala. En algunos pasillos podía verse lo que antiguamente era un marco tallado en la piedra.

– Este camino era frecuentado por los Shin Ra en los años de la guerra – explicaba Cloud – Muy poca gente lo conoce, a parte de ellos.

Oyeron voces que parecían provenir de una gran sala al fondo. Cloud ordenó a Red que se quedara con Aerith donde estaban y avanzó junto con Barret y Tifa. El primero en entrar a la sala fue Cloud.
Allí vio sobre un altar natural a Ruda ajustándose el traje que les dirigió una mirada de sorpresa.

– Curiosa coincidencia.
– Desgraciada diría yo – dijo Barret a la vez que entraba armando un escándalo.
– El traidor fugitivo usando los caminos secretos de Shin Ra…
– ¿Qué hace un Turco aquí?
– Yo creo que hay más de uno – dijo una voz femenina desde arriba. Todos miraron hacia allí. Había una mujer rubia de media melena. Llevaba pendientes dorados. Iba vestida con el traje oficial de Los Turcos.
– Así que tú eres la nueva – dijo Cloud sonriendo. La chica, que no se esperaba esa respuesta se sonrojó.
– ¡Así es! Ya soy una de Los Turcos.
– Enhorabuena.

En ese momento entró Zeng desde una puerta que había detrás de Ruda. Les echó una mirada y se dio la vuelta.

– ¿Dónde está Aerith?
– No lo sé, ya no viaja con nosotros.
– Ya… es una lástima. Si la ves salúdala de mi parte – se dio la vuelta de nuevo – Y vosotros dos, ya basta de charla, no nos pagan para eso. Tenemos órdenes de máxima prioridad, no perdáis el tiempo con esta basura.
– Sí, señor – dijeron los dos Turcos a la vez que ponían su mano derecha en la frente.

Todos los Turcos desaparecieron de repente. Se hizo el silencio. Tifa fue a buscar a los otros dos.

– Van detrás de Sephiroth, estoy seguro – dijo Cloud apretando el puño.
– Bueno, a mí me tranquiliza pensar que ya no van detrás de nosotros – dijo Barret.

Siguieron el camino por el que había desaparecido Zeng y en unas horas salieron de nuevo al aire libre. Cloud se apoyó en una roca que había al lado de la salida y ésta se rompió en mil pedazos. Se echó a un lado justo a tiempo, porque el suelo que había bajo sus pies se abrió sin razón. Pudo oír algo que se acercaba a toda prisa hacia su cabeza. Se agachó y la pared se rompió sobre su cabeza. «¿Qué diablos?». Buscó con desesperación a su atacante y lo encontró. Una silueta se alzaba sobre un árbol a contraluz. Era una silueta delgada.