Barret vaciaba el último cargador contra el montón de ruina que asomaba por el portón del sector 7 que había reventado. Tifa lloraba de rodillas frente al columpio roto. Cloud meditaba apoyado contra un poste. El panorama era desolador.

– ¡Malditos Shin Ra! – se le acabó el cargador – ¿Cómo han podido…? Biggs. Wedge, Jesse… Marlene… – Tifa se giró y se incorporó.
– Barret, creo que… creo que Marlene está viva.
– ¿Qué? ¿Cómo quieres que esté viva? Tifa, maldita sea, sé realista. Todo el mundo está muerto.
– No… ¿Recuerdas a la chica del helicóptero? Me dijo que ella estaba bien. Supongo que se refería a Marlene.
– Dios mío, espero que tengas razón – Barret se echó a llorar acurrucado contra las ruinas.

Cloud se agachó a recoger algo de materia que había llegado allí después del desastre. La metió en su arma y se marchó.

– ¿Dónde cree que va? No le importa nada – Barret no entendía la conducta de Cloud.
– Aerith… – Tifa pensaba en algo – Vamos tras él, quizá sepa donde está Marlene.

Corrieron hasta alcanzarle. Anduvieron juntos por las revolucionadas calles del sector 6. La gente no podía creer lo que había visto. Los que tenían a seres queridos corrían hacia el sector 7 pensando que había alguna posibilidad de encontrarles.

– Es esta – dijo Cloud picando a casa de Aerith.

Elmyra les recibió. Estaba algo preocupada.

– Lo siento, se la han llevado los Shin Ra – le dijo Cloud.
– Lo sé, estuvieron aquí – Elmyra estaba triste – algún día tenía que pasar…
– ¿Por qué la buscan? – le dijo Cloud que cada vez le intrigaba más esa muchacha.
– Será mejor que paséis – Elmyra les invitó a su casa. La charla prometía ser larga – Antes que nada: Aerith ha traído a una chiquilla con ella. Dijo que…
– ¡Marlene! ¿Dónde está? – en los ojos de Barret brillaba una nueva luz
– Está en el piso de arriba. Ve a verla, está asustada.

Barret subió volando a reunirse con su hija.

– ¿Queréis tomar alguna cosa?
– No, gracias señora – dijo Tifa educadamente.
– Será mejor que nos sentemos y empecemos cuanto antes. El tiempo juega en nuestra contra.

Se sentaron. Elmyra tomó aire. Se notaba que lo que iba a explicarles era algo que le producía dolor.

– Bien, veréis… hace mucho tiempo, en los tiempos en que estábamos en guerra, mi marido estaba en el frente. Nos comunicábamos por correspondencia. Era muy duro para mí.

«Un día recibí una carta diciendo que venía unos días de permiso. Fue a esperarle a la estación, pero él no volvió. Quise pensar que le habían cancelado las vacaciones o que se retrasaba. Pasé mucho tiempo yendo a esperarle a la estación. Un día… – Elmyra paró y tomó un poco de agua – Un día encontré a una mujer moribunda cerca de la estación. Había una niña pequeña a su lado llorando. Ella me pidió que cuidara de la niña antes de morir en mis brazos. No pude hacer nada por ella. Mi marido nunca volvió y yo estaba sola. Decidí adoptar a Aerith por el bien de ambas.

«La niña y yo congeniamos enseguida. Le encantaba hablar. Me contó que ella y su madre habían escapado de un laboratorio. – Elmyra frunció el ceño – Un día vino y me dijo «no llores, mamá. Acaba de morir un ser querido tuyo.». No le hice caso, pero a los días recibí una carta donde certificaban la defunción de mi marido. Le pregunté que cómo lo había sabido y me dijo que el espíritu de mi marido había venido a verme, pero ya había regresado al planeta. No entendí que quiso decirme, pero me di cuenta de que no era una niña corriente.

– ¿Aerith es capaz de ver a los espíritus? – Tifa no salía de su asombro.
«Volver al planeta… espíritus que hablan.»

– Un día – la madre de Aerith siguió sin responder – vinieron los Shin Ra a mi casa. El jefe de Los Turcos en persona me pidió que les prestara a Aerith. Decía que ella era la última superviviente de Los Ancianos.

– ¿Los Ancianos? – A Cloud se le disparó el corazón.

(Por mis venas corre sangre de Los Ancianos…)
«¿Sephiroth?»
(Uno de los lícitos herederos de este planeta.)

Se dio cuenta de que había estado ausente. Volvió a centrar su atención en la historia de Elmyra.

-… que nos guiaría hacia la Tierra Prometida y todo eso. Yo no le hice caso. Conozco a los Shin Ra y sé que no quieren a Aerith por el bien de la gente de los suburbios. Durante estos años han intentado persuadirla pero últimamente empezaban a usar métodos menos ortodoxos. Están buscando algo.

Barret bajó al comedor. Estaba más tranquilo.

– Oye, Cloud. Si piensas ir a salvar a Aerith cuenta conmigo. Le debo la vida de mi hija a esa muchacha.
– Yo también voy – dijo Tifa.

Tras meditar un rato Cloud ya tenía un plan. Iba a ser duro, pero era la única forma de traerla de vuelta.

– Está bien. Debemos irrumpir en el cuartel general de Shin Ra, en medio de Midgar. Espero que estéis preparados.
– Lo que sea. Iría al mismo infierno – Barret estaba motivadísimo.
– Al sitio donde vamos es mucho peor que el infierno.
– Elmyra… ¿Podrás cuidar a Marlene un tiempo más? – le preguntó Barret.
– ¡Qué remedio! Es mi destino…
– Gracias.