Cayeron largo rato por una especie de tobogán que parecía no tener fin. No oían nada más que sus gritos. Cuando llegaron abajo desearon haber seguido cayendo.
Estaban en las cloacas. Un hedor insoportable inundaba aquel lugar. El agua les cubría hasta las rodillas y estaba llena suciedad.

Caminaron un rato en la única dirección que podían y vieron un cartel en la pared. «Alcantarillado Sector 7. Shin Ra S.A.».

– Estamos en las alcantarillas del sector 7 – Aerith dijo lo evidente.
– Cuando rompan la columna moriremos aplastados – Cloud era realista.
– No te estarás rindiendo… – Tifa cogió a Cloud por el brazo – No es fácil derribar el pilar. Es enorme. Yo creo que podemos llegar a tiempo.

Echaron a correr sin saber adonde. Debían salir del alcantarillado y llegar a la columna antes que los Shin Ra.

Se encendió otro puro. Se estaba cansando de oír tantas objeciones. Al fin y al cabo él mandaba y si decidía algo no había más que hablar. Dio un golpe sobre la mesa.

– Ya está bien. El plan seguirá su curso.
– Pero, señor, con todos mis respetos… no creo que pueda hacerse y además…
– He encargado a Los Turcos la misión. Ellos pueden hacerlo todo.
– ¿Lo… Los Turcos?
– Pobre Reeve, no mataría ni a una mosca – dijo Heidegger haciendo aparición en el despacho del presidente.
– Heidegger. ¿Qué nuevas hay? – el presidente estaba más complacido con la compañía de aquel hombre.

Al fin estaban fuera. Las alcantarillas de Midgar eran todo un laberinto. Incluso el aire viciado y lleno de polución de la ciudad les pareció aire puro. Echaron un vistazo a su alrededor.

La situación no era tan mala como pensaban. Estaban en el cementerio de trenes. Si lograban atravesarlo con presteza aun podrían llegar a tiempo. Miraron hacia la enorme columna. Parecía estar intacta.

– Todo bajo control. Los Turcos ya están allí – Heidegger miró a Reeve sonriendo – Con los explosivos que se han llevado podrían echar abajo toda Midgar.
– Bien… – el presidente se tocaba el bigote en señal de satisfacción.
– Como director del departamente de desarrollo urbano, señor, no puedo hacerme a la idea de que vayamos a barrer todo un sector. El coste de restaurar la placa y volver a constuir una ciudad serán elevadísimos. No hablemos de la gente. Con tanta muerte y tanta masacre la gente se rebelará. Debe pensar que…
– ¡Reeve! Me aburres – el presidente se levantó – cuando todo haya acabado y Avalancha y ese traidor hayan desaparecido diremos al pueblo que fueron ellos. Entonces iniciaremos una misión de rescate a cargo de Shin Ra S.A. Es perfecto… incluso confiarán más en Shin Ra que antes.
– Magnífico, señor. Un plan absolutamente brillante – Heidegger le hacía la pelota.
– Dé la orden a Los Turcos. Ya va siendo hora.

Corrían a través de la estación. Empezaron a ver tiros en las escaleras que rodeaban la columna.

– Deben ser los chicos. Están en apuros – Tifa sufría por Barret.

Aceleraron el paso. La columna estaba muy cerca ya. Un grupo de gente miraba desde abajo. Se abrieron paso como pudieron. Al llegar al pie de la columna notaron como algo pesado caía tras ellos con un estruendo. Cuando se giraron vieron que era Wedge.

– ¡Wedge! – Tifa fue a su lado – Wedge, por favor… di algo, dime que estás bien.

Wedge vomitó un charco de sangre como respuesta. Tenía los ojos entornados. Cloud avanzó hacia él.

– Vamos, Wedge, no te rindas. Sigue luchando, lo estás haciendo bien.
– Cl… Cloud… te… acuerdas de… de… mi nombre – Wedge sonrió. Acto seguido su cabeza cayó sin vida. Un hilo de sangre salía de su boca.

Tifa se puso a llorar en el regazo de Wedge. No podía creer que acabara de perderle.

– Vamos, Tifa. No puedes hacer nada por él. Arriba nos necesitan.
– ¡Maldita sea, Cloud! No sientes nada al ver morir a alguien… – Tifa cogió a Aerith de las manos – Aerith, tengo un bar más abajo, en esta calle. Se llama El Séptimo Cielo. Hay una niña allí…
– Entendido. No sufras – Aerith se marchó corriendo hacia El Séptimo Cielo.

Tifa apretó el puño y miró hacia arriba.

– Vamos a darles a esos Shin Ra su merecido.