En las calles cundía el pánico. Algunos gritaban “¡Avalancha!”, otros decían “Shin Ra tiene la culpa, los reactores son peligrosos”, otros simplemente miraban boquiabiertos el espectáculo.
Los agentes de Shin Ra empezaban a invadir las calles para intentar controlar a la muchedumbre y encontrar a los culpables. Cloud se alejaba poco a poco de la escena. Al llegar a una plaza vio a una muchacha que parecía haberse caído al suelo. Le tendió la mano y la ayudó a levantarse.

– Gracias – dijo la chica – oye, ¿Qué ha pasado?

Cloud la miró fijamente. Tenía los ojos de un azul antinatural. Él sabía qué tipo de azul era aquel. “Azul makko”. Echó un vistazo detrás de la chica donde había un cesto lleno de flores con un cartelito donde ponía “1gil”. ¿Cómo podía una florista tener ojos de makko? Pensó en comprarle una flor para romper el hielo y así poder hablar con ella e investigar un poco sobre aquello, pero se arrepintió. Tenía algo de prisa, al fin y al cabo, él era uno de los culpables a los que se buscaba. Lo único que dijo fue:

– Nada… oye, será mejor que salgas de aquí.
– Oh… ya veo, de acuerdo – la chica le sonrió se marchó.

Cloud caminaba ahora por un callejón. Notaba una presencia molesta y amenazante detrás: le estaban siguiendo. Simuló un traspié para poder ver a través de un cristal quién o quiénes eran sus perseguidores. Eran agentes de Shin Ra, como sospechaba.

“Supongo que es normal, tengo una pinta sospechosa con esta espada a la espalda”, pensó.

No tenía ganas de interrogatorios ni de matar a nadie más por hoy si no era a cambio de dinero. Aceleró el paso. Sus perseguidores hicieron lo mismo.

– ¡Eh, usted! ¡Alto ahí!

Echó a correr. Los agentes le siguieron. Al llegar al siguiente cruce aparecieron agentes por otras dos calles. Tomó el único camino libre que le quedaba.
Al llegar a un puente se topó con otro grupo de agentes. Estaba rodeado.

– ¡Identifíquese! – le gritó uno de ellos apuntándole con el rifle.

En ese momento un tren hizo aparición bajo el puente. Cloud recordó que debía tomarlo, de modo que lo hizo. Saltó al tren en marcha y vio como las figuras de los agentes se hacían pequeñas en la distancia.

Todos estaban en silencio. Se oyó un ruido que venía de arriba. Jesse suspiraba, a Cloud parecía no importarle nada ni nadie, y sin embargo había arriesgado su vida por ayudarla a escapar. Biggs se incorporó.

– Oye, Barret, ¿Crees que Cloud luchará hasta el final por Avalancha?
– ¿Cómo demonios voy a saberlo? – dijo Barret dándole un golpe a una caja – ni siquiera sé dónde anda el muy impresentable.

La ventanilla reventó y por ella apareció Cloud que cayó con estilo sobre el suelo del vagón. Ya era una costumbre aparecer de esa forma.
Biggs, Wedge y Jesse gritaron al unísono.

– ¡¡¡Cloud!!!
– ¿Me echabais de menos? – dijo Cloud adoptando aquella pose que Barret tanto odiaba.
– ¡Maldita sea! Llegas tarde y te permites llegar como un héroe, ¿Dónde coño te habías metido?

Cloud se peinó el flequillo.

– Qué importa -dijo sin tan siquiera mirarle – ¿Dónde está mi dinero?
– Guarda eso para cuando lleguemos a la base, novato – dijo Barret – me voy al otro vagón.

El capitán abandonó el vagón con un portazo. Wedge le siguió. Biggs se detuvo frente a Cloud – has estado genial – le puso la mano en el hombro y se marchó.
Ahora Jesse y Cloud estaban solos.

– Tienes la cara manchada – le dijo Jesse con ternura en la voz – deja que te limpie – sacó un paño y se lo pasó por la nariz y los pómulos a Cloud – oye… gracias por lo de antes, ya sabes.
– Es lo que debía hacer, en SOLDADO nos enseñan a no dejar nunca a un compañero atrás.
– Ya, claro… – dijo Jesse con decepción – bueno, será mejor que vayamos con los demás, ¿no crees?